Soldados israelíes inspeccionan las mochilas de escolares en Tel Rumeida, Hebrón (Cisjordania), en 2012. Foto: Friends123 / Wikimedia Commons
«Hay motivos razonables para concluir que la actual ocupación israelí del territorio palestino es ilegal según el derecho internacional, debido a su permanencia y a las acciones emprendidas por Israel para anexionar partes del territorio, tanto de facto como de jure. Las acciones de Israel que tienen por objeto crear hechos irreversibles sobre el terreno y ampliar su control sobre el territorio son tanto reflejos como impulsores de su ocupación permanente».
Así encabeza las conclusiones de su primer informe la Comisión Internacional Independiente de Investigación de Naciones Unidas sobre el Territorio Palestino Ocupado, incluida Jerusalén Oriental, e Israel1. «Al seguir ocupando el territorio palestino por la fuerza, Israel incurre en responsabilidades internacionales y sigue violando los derechos de los palestinos, individualmente y como pueblo», añade la Comisión, uno de cuyos objetivos es hacer llegar la situación a la Corte Internacional de Justicia.
El informe, presentado este jueves, recuerda que, según el derecho internacional humanitario, la ocupación de territorio en tiempo de guerra es una situación temporal y no priva a la potencia ocupada de su condición de Estado ni de su soberanía.
En una comparecencia ante los medios este mismo jueves, la presidenta de la Comisión, Navi Pillay, antigua Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, fue más allá y aseguró que «declaraciones recientes del secretario general [de la ONU, António Guterres] y de numerosos Estados miembros han indicado claramente que cualquier intento de anexión unilateral del territorio de un Estado por otro Estado es una violación del derecho internacional y es nulo y sin efecto».
«La semana pasada, 143 Estados miembros, incluido Israel, votaron a favor de una resolución de la Asamblea General que reafirma esto», añadió Pillay, en referencia a la votación del pasado 12 septiembre en la que la Asamblea General rechazó la anexión por parte de Rusia de cuatro territorios ucranianos, con solo cinco votos en contra —Corea del Norte, Siria, Nicaragua, Bielorrusia y la propia Rusia—. Pillay agregó que para que este principio fundamental de la Carta de la ONU «tenga sentido», debe «aplicarse universalmente», incluyendo en el caso del territorios palestino ocupado.
Asegurarse un «control permanente»
En el informe, de 28 páginas, la Comisión revisa políticas y acciones empleadas por Israel para mantener la ocupación y anexionarse partes del territorio palestino ocupado. Entre esas acciones, el documento destaca que Israel ha sostenido y hecho avanzar su «empresa de asentamientos», e incluye declaraciones de funcionarios israelíes que reafirman la intención de mantener un control permanente sobre el territorio, en violación del derecho internacional.
«Al ignorar el derecho internacional, estableciendo o facilitando el establecimiento de asentamientos, y al transferir directa o indirectamente a civiles israelíes a estos asentamientos, los sucesivos gobiernos de Israel han establecido hechos sobre el terreno para garantizar el control permanente de Israel en Cisjordania», afirmó Pillay.
Según el informe, Israel continúa violando los derechos de los palestinos, tanto individualmente como en conjunto, ya que expropia tierras y recursos naturales, unas acciones que requieren confiscación, demolición y desplazamiento de los residentes.
«Hay mucho daño silencioso y trauma psicológico, que puede no ser evidente de inmediato, como resultado de la erosión de los derechos económicos, sociales y culturales», advierte el Comisionado Miloon Kothari, en declaraciones recogidas en la web de noticias de la ONU. «Estos procesos debilitantes tienen graves consecuencias a corto y largo plazo y deben abordarse con urgencia», agrega.
Impacto en los niños
La Comisión ha analizado los impactos de las políticas de ocupación y anexión específicamente en las mujeres y los niños. Con respecto a estos últimos, indica que «el ambiente coercitivo tiene un impacto especialmente severo en los niños palestinos, quienes experimentan una presencia militar constante, frecuentes enfrentamientos y actos de violencia, restricciones de movimiento y demolición de viviendas y destrucción de infraestructura y propiedades».
«Desde principios de 2022, un total de 20 niños han sido asesinados en Cisjordania y actualmente hay 56 órdenes de demolición pendientes contra escuelas en Cisjordania, incluida Jerusalén Este. Desde 1967, miles de niños han sido desplazados y trasladados a la fuerza como resultado de la demolición de 28.000 viviendas palestinas», añade.
El informe destaca además que este «ambiente coercitivo» que obliga a los palestinos a abandonar sus hogares «ha fragmentado a la sociedad palestina y obstaculizado el derecho a la autodeterminación».
Con respecto al uso de la tierra, el informe señala: «La tierra es un recurso natural clave, parte integral de la identidad y la economía palestinas. Actualmente, los palestinos pueden construir en menos del 1 por ciento de la tierra en el Área C77 debido a las políticas de planificación israelíes y a la expropiación de más de 2 millones de dunams [unas 200.000 hectáreas] de tierra por parte de Israel desde 1967. Israel ha expropiado tierras en Cisjordania por una variedad de de fines, incluidos la construcción de asentamientos, zonas industriales, tierras agrícolas y de pastoreo para colonos y carreteras, en contravención del derecho internacional».
«Crimen de guerra»
En el apartado dedicado a las consecuencias de la ocupación en lo referente a los derechos humanos, el informe detalla que «Israel ha creado y mantiene un entorno complejo de coerción, que incluye la demolición de viviendas y la destrucción de bienes, el uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad, el encarcelamiento masivo, la violencia de los colonos, la circulación restringida a través de puestos de control y en carreteras, y limitaciones en el acceso a medios de subsistencia, necesidades básicas, servicios y asistencia humanitaria».
El informe concluye diciendo que algunas de las políticas y acciones del gobierno israelí pueden constituir «elementos» de crímenes bajo el derecho penal internacional, incluido «el crimen de guerra» de transferir parte de su propia población civil al territorio ocupado.
«Las acciones de los gobiernos israelíes revisadas en nuestro informe constituyen un régimen ilegal de ocupación y anexión que debe abordarse», señala Chris Sidoti, otro de los comisionados, en declaraciones recogidas asimismo en la web de noticias de la ONU.
Sidoti agrega que el sistema internacional y los Estados individuales deben actuar y cumplir con sus obligaciones en virtud del derecho internacional. «Eso debe comenzar en esta sesión de la Asamblea General con una remisión a la Corte Internacional de Justicia», recalca.
«Antisemitismo»
La misión diplomática de Israel ante Naciones Unidas criticó rápidamente el informe este mismo jueves, denunciando que el documento no menciona el «conflicto de mayo de 2021», a Hamás, o «actos de terrorismo». (El informe se enmarca en la investigación independiente abierta para dilucidar si Israel cometió abusos de los derechos humanos en Cisjordania y la Franja de Gaza tras los once días de guerra entre Israel y Hamás en mayo de 2021).
La misión israelí aludió también los «comentarios flagrantemente antisemitas de un miembro de la Comisión», en referencia a las declaraciones de Kothari, según informa AP. «Los comisionados que hicieron comentarios antisemitas y que se involucraron de manera proactiva en el activismo contra Israel, tanto antes como después de su nombramiento, no tienen legitimidad ni credibilidad para abordar el tema en cuestión», dijo la misión israelí en un comunicado. «Son parte de la agenda antiisraelí que lamentablemente todavía existe en las Naciones Unidas», añadió.
Por su parte, el primer ministro de Israel, Yair Lapid, calificó también este viernes como «antisemita» el informe. «Precisamente porque yo no era primer ministro cuando se llevó a cabo la operación ‘Guardián de las Murallas’ me siento obligado a enfatizar que el informe de la ONU es parcial, falso y flagrantemente subjetivo», señaló Lapid en un mensaje en Twitter recogido por Europa Press. «No todas las críticas contra Israel incurren en el antisemitismo, pero este informe sí ha sido escrito por antisemitas», añadió.
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Israel y el movimiento islamista palestino Hamás, que controla la Franja de Gaza, anunciaron a última hora de este jueves una tregua bilateral para poner fin a once días de escalada bélica que se han saldado con cerca de 250 muertos, la inmensa mayoría en el lado palestino. Estas son, a falta de detalles sobre el contenido del pacto, las claves de un alto el fuego que ambas partes interpretan como una victoria:
¿Cuándo ha entrado en vigor la tregua, y hasta cuándo?
El alto el fuego se hizo efectivo a las 2.00 hora local de este viernes (23.00 GMT del jueves). En principio, se trata de una tregua indefinida.
¿Se está cumpliendo?
El Ejército israelí no había informado en la madrugada de este viernes de nuevas alarmas antiaéreas en las comunidades israelíes colindantes a la Franja, siendo la última notificada a la 01.51 hora local (10.51 GMT), informa Efe. Tampoco hubo bombardeos israelíes en Gaza durante la noche.
¿A qué se han comprometido?
Se da por sentado que ambas partes se han comprometido a detener las hostilidades (esencialmente, bombardeos contra Gaza por parte de Israel, y lanzamiento de cohetes contra territorio israelí por parte de Hamás).
El Gobierno israelí, que no suele pronunciarse sobre los altos el fuego con las milicias, confirmó que se trata de un acuerdo incondicional. La oficina del primer ministro, Benjamin Netanyahu, señaló en ese sentido que se había acordado por unanimidad «aceptar la propuesta de Egipto de un alto el fuego mutuo y sin condiciones».
El portavoz de Hamás, Hazem Qassem, aseguró por su parte que habían obtenido «garantías de los mediadores» para una tregua «mutua y simultánea».
¿Qué incluye el acuerdo?
Este jueves por la noche no se conocían aún con detalle los términos de la tregua, pero, según medios citados por Efe, estos no incluirían, pese a las exigencias de Hamás, referencias a las tensiones por el desalojo de familias palestinas en Jerusalén Este ocupado o por las incursiones en la Explanada de las Mezquitas, hechos que el pasado día 10 de mayo desencadenaron la escalada bélica, sin precedentes en los últimos siete años.
¿Quién ha mediado para lograrlo?
El Gobierno israelí aseguró que se llegó a un acuerdo a partir de una propuesta de Egipto, mediador tradicional entre las dos partes.
Como parte de su papel como mediador, El Cairo enviará en los próximos días dos delegaciones de seguridad a Tel Aviv, en Israel, y a los territorios palestinos para vigilar y hacer seguimiento de la tregua alcanzada, según informó la agencia palestina WAFA, citada por Europa Press.
¿Qué factores han influido para conseguirlo?
La presión internacional para un alto el fuego ante el constante incremento de víctimas y de destrucción puede haber sido una de las claves. No obstante, Netanyahu ya había rechazado anteriormente dos propuestas de tregua, insistiendo en que los ataques continuarían «el tiempo que fuese necesario», hasta que Israel alcanzase todos sus objetivos (en teoría, debilitar a Hamás eliminando a miembros de su cúpula, destruyendo sus infraestructuras y limitando su capacidad de atacar a Israel). Es posible también, por tanto, que los haya conseguido ya, o que considere suficiente lo logrado, tanto en el aspecto militar como en el político.
Por otro lado, con el paso de los días se iban incrementando las protestas palestinas, no solo en Gaza y, significativamente, en Cisjordania, sino también por parte de los árabes de origen palestino que viven dentro del territorio israelí, lo que ha supuesto un punto de inflexión importante que quizá Israel ha querido atajar.
¿Cómo ha sido la presión internacional?
La presión de la comunidad internacional a Netanyahu para que declarase un alto el fuego se incrementó en las últimas horas, incluyendo una petición de su gran aliado, el presidente de EE UU, Joe Biden, para que aceptase el cese de hostilidades. En concreto, Biden pidió este miércoles al primer ministro israelí una «significativa desescalada bélica» inmediata, y el enviado especial estadounidense para Oriente Medio, Tor Wennesland, también intensificó los contactos para facilitar la tregua.
La actividad diplomática fue especialmente intensa este jueves en la región. Una delegación egipcia viajó a Ramala, en Cisjordania, para informar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de la posible tregua, mientras el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, visitaba tanto Israel como los territorios palestinos, en medio de los esfuerzos internacionales por lograr una desescalada de la violencia.
De hecho, el anuncio del cese de las hotilidades se produjo mientras aún se celebraba una reunión de la Asamblea General de la ONU convocada para presionar a las partes.
Bombardeo israelí en Gaza el 12 de mayo de 2021. Vídeo: IDF / Wikimedia Commons
¿Cómo han reaccionado las dos partes?
Ambos consideran que han salido reforzados del conflicto. El jefe del Estado Mayor israelí, el jefe del servicio de inteligencia interior y altos mandos del Ejército «informaron a los ministros sobre los importantes logros de Israel en la operación, algunos de los cuales no tienen precedentes», según detalló un comunicado oficial recogido por Efe.
Mientras, el portavoz de Hamás, Hazem Qassem, indicó en otro comunicado que «la resistencia demuestra en todos sus pasos que es el escudo del pueblo y el más capaz de proteger los fundamentos de la causa palestina».
En una entrevista para el diario Al Mayadeen, recogida por Europa Press, uno de los líderes de Hamás, Mushir al Masry, se refirió al alto el fuego como una «declaración de derrota» por parte de Israel y una «huida del campo de batalla». Al Masry celebró «la saga de victorias» de Hamás durante este último enfrentamiento, así como «la unidad y la revolución del pueblo», que supieron «penetrar en las fortalezas enemigas, disipando sus ilusiones e imponiendo nuevas reglas».
Cohetes lanzados desde Gaza hacia Israel, interceptados por el sistema de defensa Cúpula de Hierro, el 14 de mayo de 2021. Vídeo: Lisa Canalo / Wikimedia Commons
¿Qué otras reacciones ha habido?
El presidente estadounidense, Joe Biden, prometió este jueves, tras anunciarse el alto el fuego, seguir con su «diplomacia silenciosa e incansable» con Israel y Palestina. «Creo que los palestinos e israelíes merecen igualmente vivir de forma segura y disfrutar de las mismas medidas de libertad, prosperidad y democracia. Mi Administración seguirá con su diplomacia silenciosa e incansable con ese fin», afirmó, en una alocución televisada.
El secretario general de la ONU, António Guterres, dio la bienvenida al alto el fuego, pero a la vez pidió a los líderes de las partes enfrentadas que comiencen un «serio diálogo» sobre la raíz del conflicto.
¿Cuál es el balance de víctimas?
El lanzamiento de cohetes desde Gaza, más de 4.400 desde el inicio de la escalada, fue seguido por la operación militar israelí bautizada como «Guardian de los Muertos», que ha tenido un alto coste material y humano en el bloqueado enclave costero, donde viven dos millones de palestinos.
El Ejército israelí atacó más de 800 objetivos de las milicias y sus operativos, y asegura haber matado a más de 130 milicianos.
En los once días de escalada bélica han muerto al menos 232 palestinos, entre ellos 65 menores, y otros 1.900 han resultado heridos. En Israel han muerto 12 personas, entre ellas dos menores, y más de 340 han resultado heridas.
Durante estos días también se ha extendido la violencia y los enfrentamientos civiles entre palestinos e israelíes que, más allá de la escalada bélica que podría terminar este viernes, parecen haber abierto una crisis más profunda en la región.
Publicado originalmente en 20minutos Con información de Efe y Europa Press Vídeos no incluidos en el original
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El presidente de EE UU, Donald Trump, y el primer ministro en funciones de Israel, Benjamin Netanyahu, tras presentar el plan de paz de EE UU para Israel y Palestina, en la Casa Blanca. Foto: The White House / Flickr
«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la Casa Blanca su «acuerdo del siglo» para Israel y Palestina, en una solemne ceremonia en la que el presidente estadounidense apareció acompañado del primer ministro israelí en funciones, Benjamin Netanyahu, y en la que, significativamente, no hubo representación palestina alguna, ni de ningún otro mandatario internacional.
El acuerdo fue rechazado de inmediato y con vehemencia por el presidente palestino, Mahmud Abás (lo calificó como «la bofetada del siglo»), y también por las distintas facciones palestinas, en una poco habitual muestra de unidad. En las calles de Gaza y Cisjordania el anuncio fue recibido con airadas protestas, mientras que Amnistía Internacional señalaba que se trata de «un manual para más sufrimiento y abusos».
Esperado desde hace más de dos años, el plan se ha dado finalmente a conocer en un momento políticamente crucial, tanto para Trump como para Netanyahu. El primero busca ponerle un broche histórico a su política internacional y, según muchos analistas, desviar también el foco del juicio político (impeachment) al que está siendo sometido en el Senado; el segundo, imputado por fraude, cohecho y abuso de confianza en tres casos de corrupción, y candidato asimismo en los comicios generales que celebrará Israel en marzo (los terceros en menos de un año), recibe un espaldarazo fundamental de su principal y más poderoso socio, y prácticamente carta blanca para consolidar promesas electorales que hasta ahora eran consideradas problemáticas, como la anexión de las colonias en los territorios ocupados.
¿Cuáles son los principales puntos del acuerdo?
En esencia, el plan de Trump mantiene la llamada solución de los dos Estados, reconociendo el derecho palestino a tener uno, pero anteponiendo en cualquier caso la seguridad de Israel y dando por muertas las demarcaciones que aún reconoce la ONU. Para ello contempla cambios fronterizos que permitirían a Israel anexionarse parte de Cisjordania. También amplía el territorio palestino, pero lo fragmenta más aún, dejando dentro los asentamientos israelíes. Además, en uno de sus aspectos más polémicos, apuntala Jerusalén como «capital indivisible» de Israel y, en principio, de un futuro Estado palestino que se antoja inviable.
¿Quién lo ha negociado y cómo?
Uno de los principales artífices del plan es Jared Kushner, yerno de Trump y asesor del presidente. Kushner elaboró la hoja de ruta junto con el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, y el ahora exenviado de la Casa Blanca para Oriente Medio, Jason Greenblatt.
El equipo hizo un primer amago de presentar su acuerdo hace dos años, pero acabó aplazándolo una y otra vez, alegando que quería esperar a contar con un gobierno estable en Israel, y esperando conseguir asimismo más apoyos de los países árabes. Mientras, Trump seguía haciendo gestos políticos hacia Netanyahu, como el reconocimiento por parte de Washington de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.
Los líderes palestinos se han negado a negociar en los términos previstos y, de hecho, no tienen contacto oficial con Washington desde que Trump reconoció a Jerusalén como capital de Israel en 2017.
¿En qué se diferencia de acuerdos anteriores?
El acuerdo presentado por Trump incluye nuevas propuestas referentes al trazado de fronteras entre Israel y los territorios ocupados, y concreta el estatus de Jerusalén, que en procesos de paz anteriores se había dejado siempre como uno de los puntos finales sobre los que llegar a un consenso, una vez que se hubiesen conseguido los demás objetivos.
Resucita además la solución de los dos Estados, que empezó a gestarse tras el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP en 1993, a través de los Acuerdos de Oslo de ese mismo año, pero que estaba enterrada en la práctica.
Trump argumentó este martes que su plan de paz es «diferente» al de sus predecesores porque contiene muchos más detalles «técnicos» de partida, con 80 páginas de propuestas. «Esta es la primera vez que Israel ha autorizado la publicación de un mapa conceptual que ilustra las concesiones territoriales que está dispuesto a hacer para conseguir la paz», subrayó.
Lo más novedoso, no obstante, quizá sea que, a diferencia de todos los demás acuerdos de paz negociados por Estados Unidos, la Casa Blanca no ha buscado esta vez la aprobación de Palestina antes de cerrar el plan, sino que le ha bastado la luz verde israelí.
¿Desde cuándo están estancadas las negociaciones?
El último plan de paz de Washington para la zona lo presentó Barack Obama en 2011, e incluía un Estado palestino basado en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, «con intercambios de tierra acordados mutuamente», algo que Netanyahu rechazó.
Aunque hubo un intento, fallido, de retomar conversaciones directas entre palestinos e israelíes en 2010, la negociaciones están estancadas desde 2008, cuando Israel lanzó la operación Plomo Fundido en la franja de Gaza en respuesta al lanzamiento de cohetes por Hamás, una operación que dejó más de 1.400 palestinos muertos.
¿Cómo cambiarían las fronteras actuales con el plan de Trump, y cómo sería el Estado palestino?
La Casa Blanca señala que su plan «quiere lograr un reconocimiento mutuo del Estado de Israel como una nación-Estado para el pueblo judío y el futuro Estado de Palestina como el Estado-nación del pueblo palestino, con los mismos derechos civiles para todos los ciudadanos».
El mapa que marca muestra, no obstante, un Estado palestino hiperfragmentado a modo de archipiélago, con asentamientos israelíes en su interior, conectados con el Estado israelí a través de corredores que parten el territorio.
Asimismo, concede a Israel zonas al oeste del valle del río Jordán, situadas en Cisjordania, con lo que este área ocupada quedaría sin salida directa a Jordania, a la que estaría vinculada por dos carreteras que cruzarían territorio israelí. «El valle del Jordán, que es crítico para la seguridad nacional de Israel, estará bajo la soberanía de Israel», sentencia el texto. Se trata de una zona que constituye alrededor del 30% del territorio de Cisjordania, y su anexión es un reclamo histórico de la derecha israelí.
Cisjordania y Gaza estarían unidas a través de un túnel que las conectaría y que atravesaría Israel.
Según el plan, las nuevas fronteras garantizan una «expansión territorial» a los palestinos a través de territorios en el desierto del Negev, que supondrían un territorio «comparable en tamaño» al que controlaban antes de 1967.
Mapa del plan del gobierno estadounidense de Donald Trump para Israel y Palestina. Mapa: Presidencia de Estados Unidos
¿Qué pasaría con los asentamientos?
Los asentamientos israelíes existentes en Cisjordania (considerados ilegales por la legislación internacional) serían incorporados al Estado de Israel, que se comprometería a no construir nuevos asentamientos, expandir los existentes o aprobar planes para construcción en las zonas que serán parte del Estado de Palestino.
Israel no procederá a demoler estructuras existentes, una moratoria que no incluye «construcciones ilegales» ni aquellas que «supongan un riesgo de seguridad, según determine el Estado de Israel», o «demoliciones de castigo por actos de terrorismo».
Cerca del 97% de los israelíes en asentamientos en Cisjordania quedarían en territorio israelí adyacente, cifra similar para los palestinos en Cisjordania que quedarían en territorio palestino.
¿Y con Jerusalén?
La propuesta de la Casa Blanca reconoce a «Jerusalén como capital de Israel» y reitera que «debería permanecer como una ciudad íntegra».
Además, sostiene que Israel debe ser guardián de los lugares religiosos en Jerusalén, tanto judíos, como cristianos y musulmanes, y aboga por mantener el «estatus quo actual».
En cuanto a la capital del hipotético Estado palestino, el plan recoge que debería ubicarse en Jerusalén Este, concretamente, en «todas las zonas al este y el norte de las barreras de seguridad existentes, incluyendo Kafr Aqab, la parte este de Shuafat y Abu Dis», y que podría ser renombrada como Al Quds (como la denominan los árabes) o con otra denominación que decidan los palestinos.
Esto significa que la posible capital palestina se localizaría en barrios ubicados en las afueras de la Jerusalén actual.
¿Algún cambio sobre Gaza?
El plan recuerda que Gaza ha estado gobernada por el grupo islámico Hamás, al que describe como una «organización terrorista, responsable de asesinatos y ataques a miles de israelíes», y concede a Israel la soberanía de las aguas territoriales de la franja, al considerar que son vitales para la seguridad del Estado israelí.
Advierte además de que «no habrá mejoras significativas en Gaza hasta que haya un alto el fuego con Israel, una desmilitarización completa de la franja y una estructura de gobierno que permita a la comunidad internacional invertir de forma segura y cómoda» para mejorar su economía.
La iniciativa propone también que Israel ceda territorio a los palestinos cerca de Gaza, que pueden ser «áreas pobladas y no pobladas».
¿Quién se encargaría de la seguridad, y cómo?
Israel mantendría una «responsabilidad de seguridad predominante» del Estado de Palestina, con las fuerzas palestinas encargadas únicamente de la seguridad interna, de la lucha antiterrorista, la seguridad fronteriza y la respuesta a desastres.
Israel sería responsable de la seguridad en los cruces internacionales y, en el caso de Rafá, en la frontera con Egipto, se abordarían acuerdos específicos con El Cairo.
Además, Israel mantendría el control del espacio aéreo al oeste del río Jordán, mientras que la Armada israelí podría bloquear la entrega de «armas y materiales para la fabricación de materiales en el Estado de Palestina, incluida Gaza».
Gráfico: Carlos G. Kindelán / 20minutos
¿Podrían regresar los refugiados palestinos?
La iniciativa aborda uno de los temas más espinosos en unas hipotéticas negociaciones entre israelíes y palestinos: el derecho de retorno de los refugiados.
A ese respecto, y pese a lo que establece la resolución 194 de la ONU, el plan marca que «no habrá derecho de retorno, o absorción de ningún refugiado palestino en Israel».
Establece, no obstante, tres opciones para los refugiados palestinos que busquen un sitio permanente de residencia: «absorción» para aquellos registrados en la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en el futuro Estado palestino; integración en sus países actuales de acogida; o su reasentamiento en los países miembros de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que los acepten.
En ese sentido, el plan indica que «los hermanos árabes tienen la responsabilidad moral de integrar a los refugiados en sus territorios del mismo modo que los judíos fueron integrados en el Estado de Israel».
¿Qué limitaciones tendría el nuevo Estado palestino
Entre otras, Palestina no podría alcanzar acuerdos militares, de Inteligencia o seguridad con ningún Estado u organización que «afecte de forma adversa la seguridad de Israel» ni podrá desarrollar capacidades «militares o paramilitares» dentro o fuera de su territorio.
Tampoco podría unirse a organizaciones internacionales sin el consentimiento de Israel, y debería retirar sus demandas contra Israel, EE UU y los ciudadanos de estos países ante el TPI, la CIJ o cualquier otro tribunal, así como no recurrir a Interpol contra ellos.
Así, el nuevo estado no podría tener «capacidades que puedan amenazar al Estado de Israel», mientras que Israel tendría derecho a «desmantelar o destruir» instalaciones utilizadas para producir armas o con «propósitos hostiles», así como para adoptar medidas de seguridad para mantener Palestina «desmilitarizada».
¿Recoge el plan alguna demanda palestina?
Según declaró a Efe el experto de la Universidad George Washington Nizar Farsakh, antiguo asesor del ex primer ministro palestino Salam Fayad y miembro en el pasado del equipo negociador palestino, cuando se lee el plan, «si se compara con la postura palestina publicada en la página web del Departamento de Estado, es exactamente lo opuesto a lo que los palestinos piden».
Trump prometió a los palestinos una inversión de 50.000 millones de dólares para duplicar su PIB y crear un millón de empleos, pero exigió a cambio un alto el fuego con Israel, cambios en su estructura de Gobierno y la desmilitarización de Gaza.
¿Hay un plazo para negociar?
Aunque Abás ya ha dicho «mil veces no» a la propuesta, Trump le ha dado cuatro años para superar sus reservas y sentarse a la mesa de negociación, y el Gobierno israelí ha indicado asimismo que está dispuesto a esperar ese tiempo.
¿Cómo ha reaccionado la comunidad internacional?
La ONU seguirá defendiendo una solución al conflicto que pase por la creación de dos Estados basados en las fronteras previas a 1967, según dijo este mismo martes el secretario general de la organización, António Guterres.
Entre los países árabes, Egipto llamó a Israel y Palestina a considerar «a fondo» el plan de Trump, y aplaudió los esfuerzos de Washington para lograr un acuerdo «amplio y justo». En una línea semejante se expresó Arabia Saudí, valorando positivamente los esfuerzos de EE UU y reafirmando su «apoyo a lograr una solución justa y completa al conflicto palestino».
Rusia considera que el plan debe ser analizado por el llamado Cuarteto de Madrid, formado por EE UU, la ONU, la UE y la propia Rusia, mientras que Irán afirmó que el acuerdo busca «humillar» a los musulmanes, y que «está muerto» antes de ver la luz. Es un plan que «nace muerto», indicó igualmente el Gobierno de Turquía.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.
Publicado originalmente en 20minutos Con información de Efe y Europa Press
«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la… Leer
Mapa firmado por Mark Sykes y François Georges-Picot en 1916, con el reparto de Oriente Próximo entre Francia (zona A) y Gran Bretaña (zona B), con Palestina bajo administración internacional. Wikimedia Commons
Entre el 16 y el 19 de mayo de 1916, en plena Guerra Mundial, fue ratificado en las cancillerías europeas uno de los documentos más controvertidos de la historia: el pacto por el que británicos y franceses, con el consentimiento de Rusia y a espaldas de los pueblos afectados, planearon repartirse las posesiones del Imperio Otomano en Oriente Próximo una vez acabada la contienda. En palabras del historiador árabe George Antonius (1891-1942), «una estupidez producto de la desconfianza y la codicia».
Firmado en secreto hace ahora cien años, el conocido como Acuerdo Sykes-Picot (por los nombres de sus negociadores) estipulaba que, pese a las promesas hechas a los árabes a cambio de su ayuda contra los turcos, la región se dividiría en dos grandes áreas administradas por ambas potencias. Finalmente, en la Conferencia de Paz de París de 1919 se optó por un nuevo reparto bajo la forma de mandatos, y las fronteras que conocemos hoy fueron dibujándose en las décadas siguientes a través de otros acontecimientos, como la creación del Estado de Israel o la nueva república turca, que acabaron siendo más significativos.
El tratado de Sykes-Picot y sus consecuencias no son los únicos orígenes de la inestabilidad que ha sufrido la zona en el último siglo, y a la artificialidad de sus fronteras y de las que surgieron después no es fácil oponer otras más ‘racionales’ (basadas en grupos étnicos o religiosos) que hubiesen garantizado la paz. El legado del imperialismo es una pesada losa, pero también lo son las dictaduras que han castigado Oriente Medio durante generaciones, el extremismo religioso, los dobles raseros de la comunidad internacional, el intervencionismo, o los intereses derivados del petróleo.
Y, sin embargo, Sykes-Picot sigue siendo invocado como el gran pecado original, tal vez por su innegable carácter simbólico: cuando, en junio de 2014, el grupo Estado Islámico llevó a cabo su espectacular expansión, lo primero que hizo tras conectar las zonas que controlaba en Siria e Irak fue «dar por muerto» el histórico pacto.
Cien años después, el futuro de la región, incluyendo el de los Estados más periféricos a los que el tratado no afectó directamente, parece tan turbio como su pasado, y su presente, con tres países en guerra abierta, cientos de miles de muertos por la violencia, millones de refugiados, economías destrozadas, derechos humanos sistemáticamente violados y una ‘primavera árabe’ que es ya como un sueño lejano, no deja mucho espacio para la esperanza.
Siria
En guerra civil desde 2011.
Más de 270.000 muertos y 4 millones de refugiados.
La mitad de la población, desplazada.
El 50% de las infraestructuras, destruidas.
La guerra civil en Siria, ya en su sexto año, tiene su origen en las protestas contra el gobierno dictatorial de Bashar al Asad, iniciadas en 2011 en el contexto de la ‘primavera árabe’, y que el régimen reprimió duramente. La compleja realidad étnica, social y religiosa del país, los apoyos internacionales (Rusia, Irán y Hizbulá, con el Gobierno; Turquía, Arabia Saudí y las monarquías del Golfo, con los rebeldes), la descomposición de la oposición moderada, la determinante irrupción del yihadismo fundamentalista (Estado Islámico, Al Qaeda), y el rechazo a una intervención directa por parte de EE UU han estancado el conflicto. Pese a la frágil y poco respetada tregua de los últimos meses, los intentos de conversaciones de paz han sido, hasta ahora, un fracaso.
Irak
En guerra con Estado Islámico.
Terrorismo y violencia sectaria.
Crisis política y Estado en riesgo de descomposición.
7.515 muertos por la violencia en 2015.
En lo que va de siglo, y después de los 25 años de la dictadura de Sadam Husein (incluyendo la devastadora guerra contra Irán y las acciones genocidas contra los kurdos), Irak ha sufrido una invasión (la liderada por EE UU en 2003), una guerra civil (2006-2007), el terrorismo de Al Qaeda y, ahora, la sangrienta expansión de Estado Islámico y continuos atentados masivos. Tras el fracaso del Gobierno sectarista de Al Maliki, el nuevo ejecutivo reformista de Al Abadi se enfrenta a grandes protestas, en un sistema político con hondas raíces en el clientelismo y en los intereses de los diferentes grupos que conforman la sociedad iraquí. En primera línea contra Estado Islámico, los kurdos, repartidos entre Irak, Siria, Irán y Turquía, y a los que tanto Sykes-Picot como los tratados posteriores negaron un Estado independiente, han visto incrementadas sus aspiraciones.
Yemen
En guerra desde marzo de 2015.
9.000 víctimas civiles (3.200 muertos y 5.700 heridos).
2,4 millones de desplazados.
14 millones necesitados de asistencia humanitaria.
Hasta el año pasado, en Yemen se superponían cuatro conflictos: el del Gobierno contra la guerrilla hutí; la revuelta separatista en el sur; las protestas de la ‘primavera árabe’ (que acabaron sacando del poder al presidente Saleh tras 33 años en el cargo); y la actividad de los yihadistas asociados a Al Qaeda. En enero de 2015, los hutíes (chiíes) forzaron la salida del nuevo presidente, Mansur Hadi. El teórico respaldo del régimen chií de Irán a la guerrilla, y el consiguiente temor de Arabia Saudí (suní) por perder influencia, motivó una intervención militar de una coalición árabe liderada por los saudíes, cuyos bombardeos han causado más de la mitad de las víctimas civiles en más de un año de conflicto.
Israel y Palestina
En conflicto permanente desde la creación del Estado de Israel en 1948.
Gaza y Cisjordania, ocupadas desde 1967.
Negociaciones de paz paralizadas.
Con el proceso de paz enterrado, y después de la Segunda Intifada, los últimos años han estado marcados por la mano dura del Gobierno israelí del conservador Benjamin Netanyahu, la expansión de las colonias ilegales israelíes en los territorios ocupados, las operaciones militares contra una franja de Gaza en la que 1,5 millones de personas siguen viviendo en estado de sitio, y las acciones violentas de una nueva generación de jóvenes palestinos que ya no esperan prácticamente nada de sus divididas, ineficaces y maniatadas autoridades. La guerra en Siria y en Irak y la tensión con Irán han alejado el foco informativo de Palestina, e Israel confía en sacar provecho del caos en que están inmersos sus vecinos.
Turquía
Reactivación de la violencia entre el Estado y la minoría kurda.
Oleada terrorista.
Deriva autoritaria del Gobierno y crisis política.
2 millones de refugiados sirios en su territorio.
La crisis de los refugiados sirios (Turquía es, con mucho, el país que más acoge, y la principal puerta de entrada de éstos a Europa) y el polémico acuerdo (ahora en entredicho) sobre deportaciones alcanzado con la UE han protagonizado la agenda de la convulsa política turca en los últimos meses, en medio del creciente autoritarismo del presidente Erdoğan, con acoso a sus enemigos políticos y a la prensa, e intentos por acaparar más poder. Implicada militarmente en la guerra siria, Turquía sufre, además, una grave oleada terrorista y la ruptura del alto el fuego con la guerrilla kurda del PKK tras dos años de tensa paz.
Líbano
Gravemente afectado por la guerra en Siria, con 1,2 millones de refugiados en su territorio y Hizbulá combatiendo junto al régimen de Bashar Al Asad.
Crisis política (sin presidente desde 2014).
Tras décadas de continua violencia (15 años de guerra civil, control militar sirio, guerrillas palestinas, invasiones israelíes), la precaria estabilidad del Líbano, un complicado experimento de reparto de poder entre sus diferentes minorías étnicas y religiosas, y sus poderes económicos y políticos, ha vuelto a ser sacudida, esta vez por la guerra en la vecina siria. Los refugiados han desbordado el país, huyendo de un conflicto en el que participa militarmente la milicia libanesa chií Hizbulá, auténtico «Estado dentro del Estado» y uno de los principales agentes en el Gobierno actual, mientras el Parlamento lleva dos años sin ponerse de acuerdo para elegir un nuevo presidente.
Arabia Saudí
Intervención directa en la guerra de Yemen, e indirecta en Siria.
150 ejecutados en 2015, el 72% por protestas políticas y crímenes no violentos.
Inmersa en una lucha con el Irán chií por la hegemonía en la región, y origen ideológico (y a menudo financiero) del extremismo religioso yihadista, Arabia Saudí continúa bajo la acusación constante de las organizaciones de derechos humanos (discriminación de la mujer, de los homosexuales, represión de la oposición política). Bajo el nuevo rey, Salman, el país ha abandonado su tradicional política de discreción para entrar en nueva era más agresiva en la que se enmarcarían los bombardeos sobre Yemen, el incremento de las ejecuciones, la ayuda a los insurgentes sirios, el reforzamiento del eje con las otras monarquías absolutistas del Golfo (especialmente Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos), o los movimientos para alterar el precio del petróleo, cuya caída le está afectando seriamente.
Irán
Participación militar en Siria e Irak, y conflicto regional con Arabia Saudí.
Represión política y de derechos humanos.
Apertura tras el acuerdo nuclear de 2014.
Los años de enfrentamiento frontal con Occidente que caracterizaron las presidencias de Ahmadineyad han dado paso a un mayor entendimiento, de la mano del más moderado Rohaní, con el pacto nuclear alcanzado en 2014 y el levantamiento de sanciones económicas como principal consecuencia. El poder real, no obstante, sigue en manos de una reaccionaria élite religiosa, las violaciones de los derechos humanos y la represión política continúan, y el país, en una creciente rivalidad con Arabia Saudí, y considerado aún la gran amenaza por Israel, está implicado militarmente en Siria (respaldando a Asad) e Irak (milicias chiíes contra los suníes de Estado Islámico), mientras mantiene su apoyo a Hizbulá y a la guerrilla hutí en Yemen.
Entre el 16 y el 19 de mayo de 1916, en plena Guerra Mundial, fue ratificado en las cancillerías europeas uno de los documentos más controvertidos de la historia: el pacto por el que británicos y franceses, con el consentimiento… Leer
Presidido por la espectacular bóveda dorada de la Cúpula de la Roca, el complejo conocido como Explanada de las Mezquitas (para los musulmanes), o Monte del Templo (para los judíos), es una de las señas de indentidad más reconocibles de Jerusalén, y también el escenario de una interminable disputa, cuyo fondo religioso no puede separarse de su evidente significación política.
Situado en la parte ocupada de la ciudad, el recinto alberga, entre otros lugares sagrados, la mezquita de Al Aqsa, y es considerado el tercer lugar más venerado del islam, solo por detrás de La Meca y Medina. El área tiene asimismo una importancia religiosa capital para los judíos, al ser el emplazamiento de los históricos templos bíblicos. El interesante y bastante completo documental de Al Jazeera (en inglés) que encabeza estas líneas repasa su historia y las claves para entender los últimos disturbios ocurridos en torno al recinto, origen, entre otros factores, de la actual oleada de violencia en Israel y Palestina, en el contexto de un proceso de paz totalmente bloqueado.
El documental recuerda cómo el complejo, una zona amurallada de aproximadamente 15 hectáreas, ubicada en lo alto de una colina en la ciudad vieja de Jerusalén, ha sido un foco permanente de tensión desde los tiempos del mandato británico en Palestina.
En 1929, el denominado por los árabes Muro de Al Buraq, situado en la parte occidental del recinto, y conocido por los judíos como Muro de las Lamentaciones, fue el escenario del inicio de la primera gran revuelta palestina contra la creciente presencia sionista en la región. En 1969, un fundamentalista cristiano evangélico, el australiano Dennis Roham, prendió fuego a la mezquita de Al Aqsa (o Al Qabali), causando graves destrozos, y el 8 de octubre de 1990, fecha conocida como «lunes negro», 20 palestinos murieron en la Explanada, en disturbios con las fuerzas de seguridad israelíes.
Otras 63 personas murieron en septiembre de 1996 durante las protestas por las obras israelíes para la construcción de un nuevo túnel bajo el Muro de las Lamentaciones, y fue también en la Explanada de las Mezquitas donde, en el año 2000, una provocativa visita del entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, colmó el vaso que acabó dando origen a la Segunda Intifada.
La Explanada de las Mezquitas, o Monte del Templo, en Jerusalén. Foto: Andrew Shiva / Wikimedia Commons
Israel ocupa la zona desde que se la arrebató a Jordania durante la Guerra de los Seis Días (1967), pero el área ha permanecido bajo administración musulmana desde entonces. Un acuerdo alcanzado hace décadas permite el acceso a visitantes no musulmanes, pero la cada vez mayor presencia de visitantes judíos, en muchos casos alentados por activistas ultraortodoxos que buscan incrementar la presencia judía en el Monte, ha hecho crecer entre los palestinos el temor de que Israel esté planeando modificar los términos del acuerdo, e imponer un sistema de turnos para que el lugar pueda ser visitado alternativamente por judíos y musulmanes.
La idea de compartir pacíficamente estos lugares sagrados, que entraría dentro de la lógica en muchas otras partes del mundo, es vista por los palestinos como una imposición más fruto de la ocupación, y como el primer paso para el total control israelí de la zona. En el documental, que también refleja los problemas que este sistema ha causado en la Tumba de los Patriarcas, en Hebrón (Cisjordania ocupada), ambas partes dejan muy claras sus posiciones en este sentido.
El Gobierno israelí insiste en negar estos rumores, y acusa a las autoridades palestinas, tanto civiles como religiosas, de haberlos propagado para incitar a la violencia. Por su parte, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, ha acusado a los colonos judíos y a las autoridades israelíes de realizar los actos de agresión que han motivado la actual ola de violencia.
El pasado 13 de septiembre, la Policía israelí entró en la Explanada, tras los disturbios ocurridos en la víspera del Año Nuevo judío como consecuencia de esos rumores. Los enfrentamientos, espoleados por la decisión israelí de limitar el acceso de los palestinos al Monte como medida de seguridad, continuaron durante varios días, y el día 28 de ese mismo mes, después de que el Gobierno israelí autorizase la utilización de fuego real contra quienes lanzasen piedras, las fuerzas de seguridad israelíes volvieron a entrar en la Explanada. El 1 de octubre, una pareja de colonos judíos fueron asesinados ante sus cuatro hijos cerca de Nablús, en la Cisjordania ocupada. Dos días después empezaron los apuñalamientos.
Desde entonces, la oleada de violencia, caracterizada principalmente por ataques con armas blancas de jóvenes palestinos a ciudadanos israelíes (la mayoría, colonos, o uniformados), y por la respuesta, en muchos casos letal, contra los supuestos atacantes, ha dejado hasta ahora un saldo de casi un centenar de muertos (80 palestinos, 18 judíos israelíes, un ciudadano árabe-israelí, un refugiado eritreo y un ciudadano estadounidense), además de centenares de heridos, y una creciente sensación de inseguridad en Israel y de represión en los territorios ocupados.
Presidido por la espectacular bóveda dorada de la Cúpula de la Roca, el complejo conocido como Explanada de las Mezquitas (para los musulmanes), o Monte del Templo (para los judíos), es una de las señas de indentidad más reconocibles de… Leer
Contendores ardiendo durante una protesta cerca de Ramala, Cisjordania, el 10 de octubre de 2015. Foto: Wikimedia Commons
Después de un par de semanas de relativa calma, la oleada de violencia que sufren desde hace cerca de dos meses Israel y los territorios palestinos ocupados ha vuelto a repuntar con fuerza en estos últimos días, no solo en Jerusalén, el epicentro de los enfrentamientos y de una tensión cada vez más insoportable, sino también en otras ciudades, como Hebrón.
Con la atención del mundo desplazada hacia otras zonas de la región, como Siria o Irak, donde la guerra y el terror yihadista empiezan a tener consecuencias cada vez más serias para Occidente (la crisis de los refugiados, brutales ataques en ciudades europeas como los atentados de París de esta semana), y con un proceso de paz completamente paralizado, la mayor parte de los enfrentamientos actuales están protagonizados por jóvenes que se niegan a aceptar un statu quo basado, esencialmente, en que todo siga igual.
Es la llamada ya «generación de Oslo», en referencia a los palestinos nacidos tras los acuerdos alcanzados en la capital noruega en 1993, unos acuerdos que propiciaron la creación de la Autoridad Nacional Palestina, y cuyo objetivo último, lograr una solución permanente al conflicto, y el cumplimiento de la resolución 242 de la ONU, en la que se exige la retirada israelí de los territorios ocupados, hace ya mucho que quedó en agua de borrajas.
Frustrados por la falta de futuro, criados en el opresivo entorno de la ocupación, y con poco que perder, muchos de estos jóvenes parecen haberse sacudido el miedo a las tropas israelíes, al tiempo que se sienten cada vez menos representados por el a menudo inoperante gobierno palestino y sus llamamientos a la resistencia pacífica. Son, además, muy conscientes de la firme determinación del Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu de no avanzar ni un milímetro hacia esa solución de dos Estados en la que, al menos a medio plazo, muy pocos confían ya.
La «intifada de los cuchillos»
Algunos analistas han calificado esta nueva oleada de violencia como «la intifada de los cuchillos», ya que, a pesar de que ha habido varios casos de tiroteos y atropellos intencionados, la mayor parte de los ataques protagonizados por palestinos se producen con armas blancas. De momento, es difícil saber si se trata de una revuelta con la suficiente extensión y proyección en el tiempo como para poder ser comparada con las dos anteriores intifadas (la primera, la «intifada de las piedras», entre 1987 y 1991, y la segunda, la «intifada de Al Aqsa», entre 2000 y 2005), pero lo cierto es que se trata de la mayor insurrección contra la ocupación israelí desde el último gran levantamiento popular, hace ya diez años.
Solo entre el 1 y el 13 de octubre, los días de mayor violencia hasta ahora, se registraron al menos 17 casos de apuñalamientos de israelíes por jóvenes árabes, y en esta última semana, los ataques y las represalias han sido prácticamente diarios.
El pasado domingo, seis israelíes resultaron heridos y dos palestinos muertos por disparos de las fuerzas de seguridad de Israel en al menos tres incidentes registrados en Cisjordania. El lunes, una joven palestina fue tiroteada tras intentar apuñalar a guardias israelíes en un control, también en la Cisjordania ocupada. El martes, soldados israelíes mataron a un palestino que supuestamente pretendía acuchillarles en Jerusalén, donde dos adolescentes palestinos resultaron asimismo heridos de bala tras acuchillar al vigilante de un tranvía. El viernes murieron dos colonos judíos por disparos cerca del asentamiento ilegal de Otniel, en Hebrón; dos palestinos perdieron también la vida en enfrentamientos con soldados israelíes cerca de esta ciudad, y un tercero falleció a causa de las heridas recibidas en un ataque anterior
Uno de los episodios que más denuncias ha provocado, no obstante, se produjo el jueves, cuando soldados israelíes disfrazados de civiles irrumpieron en un hospital de Hebrón para detener a un palestino al que responsabilizaban de otro acuchillamiento, y acabaron matando a tiros a un joven que se encontraba con el acusado. La rocambolesca entrada de los agentes fue grabada en vídeo por las cámaras de seguridad del hospital, y las imágenes han sido ampliamente difundidas en Internet.
En total, en todo el mes de octubre y lo que llevamos de noviembre, esta última oleada de violencia ha causado ya cerca de un centenar de muertos. La gran mayoría (al menos 78) de los fallecidos son palestinos, y de ellos, una treintena eran presuntos atacantes. Las víctimas mortales israelíes sobrepasan la docena (14 muertes registradas hasta ahora). Hay, además, centenares de heridos, y el miedo (en algunas zonas de Jerusalén, a simplemente caminar por la calle) se ha apoderado de una gran parte de la sociedad israelí.
Éstas son, en preguntas y respuestas, algunas claves para entender mejor lo que está pasando.
¿Cómo y cuándo empezó?
La situación comenzó a deteriorarse a mediados del pasado mes de septiembre, con los enfrentamientos ocurridos tras la propagación de rumores según los cuales Israel pretendía modificar el antiguo acuerdo que permite el acceso al Monte del Templo (para los judíos), o Explanada de las Mezquitas (para los musulmanes). Esta zona de la parte ocupada de Jerusalén, un área vigilada y controlada por las fuerzas israelíes, alberga la mezquita de Al Aqsa y la denominada Cúpula de la Roca, y es considerada el tercer lugar más sagrado del islam. El área tiene asimismo una gran importancia religiosa para los judíos, al ser el emplazamiento de los históricos templos bíblicos.
Israel ocupa la zona desde que se la arrebató a Jordania durante la guerra de 1967, pero el área ha permanecido bajo administración musulmana desde entonces. Un acuerdo alcanzado hace décadas permite el acceso a visitantes no musulmanes, pero la cada vez mayor presencia de visitantes judíos, en muchos casos alentados por activistas que buscan incrementar la presencia judía en el Monte, ha hecho crecer entre los palestinos el temor de que Israel esté planeando modificar los términos del acuerdo.
El Gobierno israelí ha negado estos rumores, y acusa a las autoridades palestinas, tanto civiles como religiosas, de haberlos propagado para incitar a la violencia. Por su parte, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, ha acusado a los colonos judíos y a las autoridades israelíes de realizar «actos de agresión» que han motivado la reciente ola de violencia.
El 13 de septiembre, la Policía israelí entró en la Explanada de las Mezquitas, tras los disturbios ocurridos en la víspera del Año Nuevo judío como consecuencia de los mencionados rumores. Los enfrentamientos, espoleados por la decisión israelí de limitar el acceso de los palestinos al Monte como medida de seguridad, continuaron durante varios días, y el día 28 de ese mismo mes, después de que el Gobierno israelí autorizase la utilización de fuego real contra quienes lanzasen piedras, las fuerzas de seguridad israelíes volvieron a entrar en la Explanada. Durante una intervención ante la Asamblea General de la ONU, Abás afirmó que Palestina está viviendo la situación más crítica desde 1948, y dio por enterrados los acuerdos de Oslo.
El 1 de octubre, una pareja de colonos judíos fueron asesinados ante sus cuatro hijos cerca de Nablús, en la Cisjordania ocupada. Dos días después empezaron los apuñalamientos.
¿Quiénes están realizando los ataques?
La mayoría son jóvenes, en muchos casos menores de edad, y con una mayor presencia de mujeres, incluyendo universitarias, que en revueltas anteriores.
Si bien no parece existir una organización centralizada, se ha hablado de una cierta coordinación a través de las redes sociales, donde, en cualquier caso, se han multiplicado los mensajes que exhortan a realizar más ataques, y han ido ganando terreno etiquetas como «Jerusalén Intifada» o «Intifada de cuchillos». Varios de estos ataques han sido filmados con teléfonos móviles o por cámaras de seguridad, y compartidos en Internet.
¿Cómo se producen y con qué consecuencias?
Aunque la tensión y alarma social habían descendido ligeramente a finales de octubre, la cadena de apuñalamientos e intentos de apuñalamiento de jóvenes palestinos contra israelíes (en su mayoría colonos o uniformados) se ha reanudado en estas dos últimas semanas como un goteo permanente. A principios de noviembre, y según informó Efe, el servicio de emergencias israelí aseguró haber tratado en 40 días a un total de 170 víctimas de ataques, de los que 12 habían muerto y 159 resultaron heridos, una veintena de ellos, graves. En muchos de los casos los atacantes y supuestos atacantes fueron abatidos por las fuerzas de seguridad o por viandantes armados.
Las autoridades palestinas cuestionan esas cifras y consideran que en muchos de los sucesos no hay pruebas que demuestren que los palestinos iban a atacar, por lo que hablan de «ejecuciones sumarias» de inocentes. También denuncian un «uso abusivo de la fuerza» que ha llevado a matar a muchos atacantes pese a que se les podía haber neutralizado y detenido sin matarlos, así como abusos y maltrato innecesario a los agresores una vez neutralizados.
Entre los casos más controvertidos se encuentra el de dos primos del clan Yabari de Hebrón, de 15 y 17 años, que, según denunció el gobernador de esta ciudad, recibieron 57 balas entre ambos y que «no habían atacado a nadie». Otro caso que ha levantado fuertes críticas es la muerte de Thawarat Ashrawi, una anciana de 72 años de Hebrón que fue acribillada por soldados que aseguran que trató de atropellarlos, mientras su familia lo niega y afirma que iba a poner gasolina y no se dio cuenta de que le daban el alto.
A las decenas de palestinos abatidos en ataques (demostrados o supuestos) se unen los muertos por fuego israelí en protestas contra puestos de control militares israelíes en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, lo que eleva los palestinos muertos a cerca de 80, y a los que se suman más de 7.000 heridos (según la ONU) y 1.200 detenidos, en su mayoría jóvenes.
¿Cómo está reaccionando la sociedad israelí?
Según un recientre sondeo de la agencia Midgham, realizado entre ciudadanos israelíes, y citado por Efe, el 75% de los encuestados cree que «se debe matar a los terroristas sorprendidos en el lugar de un ataque», frente a un 25% que discrepa. Además, un 55% de israelíes judíos opina que no se debe imputar por sus actos a quienes «atacan a un terrorista después de que haya sido neutralizado».
Tanto la policía israelí como el propio alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, han llegado a aconsejar a los habitantes de la ciudad que posean licencia de armas que salgan con ellas a la calle. El alcalde insiste en que solo la mano dura logrará frenar esta oleada de violencia: «El número de terroristas que ha surgido de los barrios árabes de Jerusalén en las últimas semanas es inaceptable. Lo que hay que hacer para proteger la vida de la gente es bloquear y controlar muchísimo más de lo que hicimos en el pasado», aseguró.
Las zonas palestina e israelí de Jerusalén, separadas desde hace décadas por una frontera invisible, están estos días más divididas que nunca. Como escribe para la agencia Efe la periodista Ana Cárdenes, «consumados o frustrados, probados o dudosos, los ataques que se registran cada día han alterado las rutinas de muchos, y han extendido el miedo en ambos lados, convirtiendo en habitual una violencia que, según los expertos en seguridad, no va a acabarse pronto».
El miedo a los ataques con arma blanca hace que las calles del corazón de Jerusalén y de la Ciudad Vieja estén excepcionalmente silenciosas y semivacías: «El ulular de las sirenas y el sobrevuelo de los helicópteros se ha convertido en la música de fondo de la ciudad. Las agresiones, casi espontáneas y perpetradas por palestinos sin antecedentes ni especial militancia política, son prácticamente imposibles de abortar, y el nerviosismo de los israelíes es palpable», explica por su parte Beatriz Lecumberri en El País.
Este miedo está también muy presente en la comunidad palestina, donde todos se han convertido en sospechosos, y donde muchos temen ser atacados por colonos u hostigados y detenidos por la policía.
¿Será una nueva intifada?
El histórico dirigente palestino de Al Fatah Marwan Barghouti, uno de los principales líderes de la segunda intifada, y actualmente encarcelado a perpetuidad en una prisión israelí, hizo pública una carta en la que saluda a la «nueva generación que se ha levantado para defender su derecho y su deber de resistir la ocupación […], desarmada y enfrentándose a una de las mayores potencias militares mundiales».
La revuelta tiene, ciertamente, algunos elementos en común con la segunda intifada, cuyo detonante fue la visita del entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, a la Explanada de las Mezquitas. Y para muchos analistas, el colapso de las negociaciones de paz, la falta de esperanza por conseguir un Estado propio a medio, o incluso a largo plazo, y la ira y la frustración acumuladas por varias generaciones durante una ocupación que dura ya cerca de medio siglo, han creado el caldo de cultuvo necesario para el estallido de un nuevo levantamiento en toda regla.
No obstante, de momento existen algunas diferencias importantes con las intifadas anteriores, empezando por el hecho de que el presidente palestino, Mahmud Abás, ha reiterado su rechazo a la violencia y ha mantenido, aunque siempre del modo más discreto posible, la coordinación entre las fuerzas de seguridad palestinas y las israelíes, en un intento de evitar que los enfrentamientos se descontrolen por completo.
Durante la anterior intifada, los ataques estaban respaldados por grupos organizados de militantes palestinos que contaban, además, con el apoyo tácito de sus líderes. La mayoría de estos grupos han sido desmantelados durante los últimos años, y muchos de sus miembros están ahora en prisión. Los ataques actuales los llevan a cabo individuos sin afiliaciones políticas declaradas y que parecen actuar por su cuenta. Las milicias de Al Fatah no se han sumado, y Hamás ha mantenido la tregua en la Franja de Gaza, el territorio que controla, pese a alentar la revuelta en Jerusalén y Cisjordania. Esta actuación de lo que se ha venido en llamar «lobos solitarios» ha hecho que, para Israel, su tradicional respuesta puramente militar sea esta vez mucho más complicada.
¿Hay alguna solución a la vista?
No parece probable, al menos mientras el proceso de paz continúe bloqueado. Y los actuales dirigentes de ambas partes tienen poca voluntad, en el caso de Netanyahu, o pocas posibilidades, en el de Abás, de reactivarlo.
El dirigente palestino cuenta con cada vez menos apoyo popular (una encuesta reciente indica que el 65% de los palestinos desea su renuncia), y es continuamente desacreditado como negociador válido por el Gobierno israelí, que le reprocha carecer de la fuerza suficiente para lograr acuerdos. Abás no ha condenado los ataques perpetrados en las calles israelíes, pero mantiene su oposición a una nueva intifada armada y sigue ofreciendo a Israel una cooperación en materia de seguridad que desgasta su imagen entre los palestinos
Como explica el experto en Oriente Medio Nathan Thrall, del International Crisis Group, en un artículo publicado en la revista London Review of Books, cuando Abás llegó al poder en 2005, el veterano líder palestino, «más un funcionario que un líder carismático como Arafat», fue visto como una figura de transición tras los acuerdos de Oslo, en un momento en que los palestinos estaban exhaustos tras las luchas de la segunda intifada, y con una gran necesidad de reconocimiento internacional. El contexto, con Hamás y Barghouti ausentes en las elecciones, los líderes fundadores de Al Fatah asesinados o en prisión, y el firme apoyo del Gobierno estadounidense de George W. Bush, también le favoreció.
Pero estas condiciones, como era previsible, no duraron mucho: «Los palestinos —señala Thrall— se recuperaron de la fatiga de luchar contra Israel, Hamás volvió a la política, el mantenimiento de la ocupación alentó la resistencia, los líderes que cuestionaron esa resistencia fueron desacreditados, y una nueva generación de palestinos creció sin los recuerdos del coste que supusieron las intifadas, e incapaz de entender por qué sus padres aceptaron no solo abandonar la lucha contra el ejército israelí, sino incluso cooperar con él, a través de acuerdos negociados por el propio Abás». Como apuntaba recientemente el dirigente palestino Nabil Shaat, «han pasado 22 años desde la firma de los Acuerdos de Oslo y en la Cisjordania ocupada hay ya 400.000 colonos».
Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (en el cargo desde 2009, y reciente ganador de las elecciones celebradas el pasado 18 de marzo), se mantiene en la idea de que el mejor proceso de paz es el actual proceso inexistente. Como dijo el pasado 27 de octubre, «Israel vivirá siempre con la espada en la mano», para explicar después su intención de mantener el control total sobre toda la Palestina histórica, incluyendo los territorios ocupados.
El dirigente israelí, enfrentado al presidente Obama tras el acuerdo nuclear alcanzado con Irán, y criticado por numerosos líderes europeos, está sometido, además, a una gran presión por parte del ala más dura de su coalición de gobierno, que le exige una respuesta aún más contundente (ya se ha incrementado el número de efectivos militares en Jerusalén y Cisjordania, y se han relajado las normas sobre cuándo puede abrirse fuego sobre los manifestantes) ante la actual oleada de violencia palestina.
Una de las principales características de esta nueva revuelta es, probablemente, la ausencia de actores políticos con la suficiente credibilidad como para poder frenarla o encontrar soluciones.
En este sentido, el profesor del Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad de Groninga (Holanda) Sami Faltas señala al diario El Universal que «en la primera intifada había todavía lazos entre Israel y Palestina por actividades económicas transfronterizas, así como actores políticos que creían en la viabilidad de los acuerdos de Oslo, pero hoy la gente tiene menos que perder que antes. La interdependencia económica, que es fórmula para la paz, no existe más, debido al cierre de las fronteras y a la construcción, por parte de Israel, de un muro de hormigón de hasta ocho metros de altura».
Con Estados Unidos alejado de una implicación directa en el proceso de paz, no existen tampoco otros actores externos de peso con la capacidad de detener una posible irrupción de violencia a gran escala. Egipto, socio reconocido por ambas partes, no está en condiciones de asumir responsabilidades como consecuencia de su situación interna, y la Unión Europea, indica Faltas, ha perdido influencia «por pensar de manera equivocada que resolvería el conflicto solo inyectando dinero».
Después de un par de semanas de relativa calma, la oleada de violencia que sufren desde hace cerca de dos meses Israel y los territorios palestinos ocupados ha vuelto a repuntar con fuerza en estos últimos días, no solo en Jerusalén, el epicentro de los enfrentamientos y de una tensión cada vez más insoportable, sino también en otras ciudades, como Hebrón. Con la atención del mundo desplazada hacia otras zonas de la región, […]
Los apuñalamientos presuntamente cometidos por palestinos que han causado dos muertos y dos heridos, y las protestas, han disparado la tensión en Israel y Cisjordania en las últimas horas. Una mujer falleció y otras dos personas sufrieron heridas en uno de estos ataques, perpetrado al parecer por un palestino que resultó herido de gravedad en el bloque de asentamientos judíos de Gush Etzión, en Cisjordania, horas después de que un soldado israelí fuera apuñalado en una estación de tren de Tel Aviv y que terminó muriendo a causa de las lesiones, informa Efe.
Los apuñalamientos presuntamente cometidos por palestinos que han causado dos muertos y dos heridos, y las protestas, han disparado la tensión en Israel y Cisjordania en las últimas horas. Una mujer falleció y otras dos personas sufrieron heridas en uno… Leer
Los miembros del Tribunal Russell sobre Palestina, durante una de las sesiones. Foto: Russell Tribunal on Palestine
El guionista escocés Paul Laverty, habitual colaborador del cineasta Ken Loach y autor, entre otros muchos, del guión de la película The Wind That Shakes The Barley (El viento que agita la cebada), ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 2005, participó recientemente como miembro del Jurado en el Tribunal Russell sobre Palestina, un foro en el que se escucharon testimonios de expertos y testigos sobre la situación en Gaza tras los 51 días de ataques israelíes que sufrió la Franja este verano.
Sobre lo escuchado en esta sesión de emergencia, celebrada en Bruselas el pasado 24 de septiembre, Laverty escribió una extensa carta pública (reproducida a continuación), dirigida al presidente de Estados Unidos, Barack Obama; al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Estimados Presidente de los Estados Unidos de América, Sr. Barack Obama, Primer Ministro de Israel, Sr. Benjamin Netanyahu, y Sr. José Manuel Durão Barroso, Presidente de la Comisión Europea, por algún extraño giro del destino, ya que yo me dedico a escribir guiones de cine, formé parte de la Sesión de Emergencia del Tribunal Russell sobre Palestina, celebrada en Bruselas el pasado 24 de Septiembre de 2014. Siento que es mi deber escribirles para hacerles saber lo que nos contaron los testigos presenciales que estuvimos escuchando.
Existe una larga tradición de testigos que denuncian lo que han presenciado ante personas que ostentan el poder. Bartolomé de Las Casas y el Padre Montesinos (este último murió asesinado) fueron dos curas radicales del siglo XVI que relataron lo que habían visto con sus propios ojos ante los reyes Isabel y Fernando de España: las masacres y abusos cometidos contra los Indios, en lo que ahora se conoce como Latinoamérica. Las suyas fueron las primeras voces de conciencia que se levantaron contra el Imperio y hoy en día, quinientos años más tarde, las declaraciones del padre Bartolomé aún pueden leerse. ¿Sentirían ellos en su corazón que su gesto era ingenuo?
En la sesión de emergencia sobre Palestina, pude escuchar el relato de testigos presenciales junto al resto de los miembros del jurado, que incluye a personas como Roger Waters (perteneciente a Pink Floyd), Vandana Shiva o el prestigioso pensador sobre el medio ambiente, Ronald Kasrils, un antiguo combatiente por la libertad de Sudáfrica (Presidente Obama, usted disfrutaría de sus historias sobre cómo consiguió escapar de asesinos a sueldo en Londres). El Sr. Kasrils se convertiría con el tiempo en Ministro de los Servicios de Inteligencia en su país, lo que demuestra que en ocasiones puede llegarse a transformar el poder político.
También tuve la suerte de conocer a alguno de los abogados más importantes a nivel mundial, como Michael Mansfield, que en la investigación de Hillsborough representa a las maravillosas familias de Liverpool; o John Dugard, un respetado jurista que llegó a integrar la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas; así como Richard Falk, ex-Relator Especial para Naciones Unidas de los Territorios Ocupados, a quien me referiré más adelante. Estoy seguro de que también les resultarán familiares el resto de los miembros del jurado: el premiado novelista del Cairo, Ahdaf Soueif, cuyos apasionantes relatos de la revolución y contra-revolución en Egipto nos han fascinado a tantos de nosotros; mi colega y también cineasta Ken Loach; Miguel Ángel Estrella (encarcelado y torturado por la dictadura militar uruguaya en 1977, y liberado en 1980), pianista de música clásica y Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO; y la defensora de los derechos humanos y activista contra la tortura en su país, Túnez, Radhia Nasraoui, que vive hoy bajo amenazas de muerte.
Pero, permítanme unos preliminares. ¿Por qué les estoy escribiendo?
Por una razón muy sencilla: ustedes tres tienen la capacidad y la responsabilidad de cambiar las vidas de los 1,8 millones habitantes de Gaza. Ustedes tres pueden comenzar el largo proceso que permita rescatar el imperio de la ley del ridículo.
En cuanto al Tribunal Russell, añadiré unos cuantos datos. Como ya saben, la primera regla en política es averiguar el origen del dinero y así se descubre la verdadera naturaleza de cualquier institución. Pues bien, esta sesión de emergencia se ha improvisado apresuradamente gracias a los esfuerzos de varias ONG, organizaciones locales, sindicatos, fundaciones y grupos religiosos a quienes no les sobra el dinero. Es decir, que esta iniciativa cívica haya tenido lugar se debe al esfuerzo de docenas de voluntarios.
En segundo término, hay que añadir que el Tribunal Russell no pretende conducir un proceso judicial. Tal y como expresó el profesor Richard Falk, «es un lugar para decir verdades». No se busca descubrir y demostrar la verdad, como se debe hacer en un juicio criminal, sino documentar los testimonios de testigos presenciales, muchos de los cuales son ya de dominio público, para, mediante la ayuda de expertos legales, enmarcar los hechos en el contexto de la ley internacional y sacar conclusiones. Es posible que puedan llegar a manejarse algunos datos inexactos, pero en su conjunto, los testimonios que hemos escuchado tienen la fiabilidad que les otorga ser las experiencias vividas en primera persona por los propios testigos.
Y si, claro, el gobierno israelí fue invitado a participar, pero declinó presentar ningún testimonio.
En lo que se refiere a Gaza, el punto de partida y hecho esencial, en términos de ley internacional, como bien dijo el Sr. Michael Mansfield, es que se trata de un territorio ocupado ilegalmente, y como consecuencia, su población tiene exactamente el mismo y legítimo derecho a oponerse a la ocupación israelí, que el que tuvo la Resistencia Francesa a oponerse a la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Acaso no es éste un detalle determinante que parece habérsele escapado a prácticamente todos los reporteros y presentadores de noticias cuando contextualizan las historias en referencia al conflicto en Gaza? Qué eficaz ha resultado la combinación de tergiversar las noticias, bailarle el agua a los poderosos y hacer periodismo mediocre (salvo algunas valientes excepciones) para defender ciertos intereses y crear un «sentido común» falseado. Tim Llewellyn, verterano reportero en Oriente Medio para la BBC, que conoce la Corporación como la palma de su mano, dijo recientemente en una reunión en Londres que a cualquier persona que ose cuestionar el discurso dominante le «mandan castigado a su habitación».
Y sí, el Tribunal acepta que el ataque indiscriminado contra la población israelí con misiles lanzados por combatientes de la resistencia, que provocaron la muerte de 7 personas, es un crimen contra la ley internacional.
Entonces, ¿por qué molestarse en crear el Tribunal?
Mientras escuchaba cómo algunas de las mentes más brillantes del mundo del Derecho interpretaban estatutos y daban opiniones legales, no podía evitar imaginarme historias de ciencia ficción en realidades paralelas. Sí, la ley internacional y las obligaciones legales existen, pero son tan poco tangibles como la neblina matutina para los ciudadanos de Gaza.
Presidente Obama, su país veta investigaciones y procesamientos a través del Consejo de Seguridad. Sr. Netanyahu, cuando los miembros de las Naciones Unidas llegan a algún consenso o resolución, su país lo ignora o descarta, como sucedió, por ejemplo, con la decisión de la Corte Internacional de Justicia (que ganó por mayoría de 14-1), que condenaba la muralla que recorría los Territorios Ocupados Palestinos. Y Sr. Barroso, ¿no le parece una vergüenza presionar al presidente palestino Mahmoud Abbas, amenazándole con frenar las ayudas a Palestina, para que no ratifique la Corte Penal Internacional, lo que le daría acceso a poder iniciar procedimientos legales?
La triste verdad es que la Ley Internacional existe sobre el papel, pero tan sólo se aplica cuando les conviene a los poderosos. Y así, esta enorme distancia entre lo plasmado sobre el papel y la realidad, esta Gran Hipocresía, se hace obvia para todos los pobres, marginados e iracundos del mundo. Y les corresponde a ellos crear un Tribunal del Pueblo ad hoc, sin financiación, para intentar lanzar un pequeño puente de esperanza que cruce el gigantesco hueco que hay entre la existencia de la ley y la aplicación de la misma.
Es por eso que tuvimos la Sesión de Emergencia del Tribunal Russell en Bruselas, el único foro público en el que se ha prestado atención a esta herida abierta, como ya hizo Bertrand Russell hace muchos años, cuando creó el primer Tribunal sobre Vietnam y en cuya iniciativa nos inspiramos. El 13 de noviembre de 1966 Bertrand Russell escribió: «que este Tribunal impida el crimen del silencio».
Cuando entramos en el Albert Hall, en el centro de Bruselas, estaba esperándonos ya una silenciosa y digna multitud de unas 500 personas, dispuesta a escuchar los testimonios. Y, Sr. Netanyahu, no había en dicha multitud señal alguna de racistas o antisemitas. Los allí reunidos eran una amplia representación de la población local, desde jóvenes estudiantes hasta ancianos y ancianas ya jubilados, horrorizados y escandalizados por las imágenes que habían visto en la televisión a lo largo del verano. Un público que se habría conmovido igualmente al ver las imágenes del documental, el más horrible que he visto jamás, de Alan Resnais, y escrito por Jean Cayrol (superviviente de un campo de concentración), llamado «Noche y Niebla» y filmado en Auschwitz en 1955. Se lo recomiendo a todo el mundo.
Aquella mañana, en esos primeros momentos de tensión, mientras me sentía como un impostor en una situación que superaba con creces mi competencia (¿alguna vez se sienten así ustedes, hombres poderosos?), me vino a la mente un personaje histórico que hace poco tuve la suerte de descubrir. Me gustaría presentárselo a ustedes: se llamaba Adomnán. Fue el noveno Abad de Iona, una famosa isla en la costa Oeste de Escocia, donde San Columba construyó su primer monasterio. Mientras miraba al público, me imaginé a 500 Adomnanes. Adomnán fue un hombre que sentía gran compasión por los inocentes en tiempos de guerra. Le horrorizaba en particular el sufrimiento de mujeres y niños. Así que en el año 697 convocó un sínodo con los grandes pensadores del Derecho de la época. Sí, mil trescientos diecisiete años antes de que la noción del estado nación si quiera existiese. Reunió a 91 hombres, entre reyes, obispos, líderes y abades – un verdadero compendio de los hombres más poderosos de la época – y milagrosamente les convenció para que viajaran hasta un lugar llamado Birr, en lo que es ahora el Condado Offaly en Irlanda. Y en el año 697, hace ya 1.317 años, no solo consiguieron formular la «Lex Innocentium», una serie de normas que protegían en periodo de guerra a mujeres, niños y personas del clero que no poseían armas, sino que también consiguieron que estos 91 hombres garantizasen la ley y establecieran multas y penalizaciones para aquellos que no la cumplieran. Estos líderes acordaron que dichas leyes serían vinculantes en sus territorios. En otras palabras, crearon una ley internacional vinculante para proteger a los inocentes. Un excelente y magnífico ejemplo de organización y decencia que parece haberse perdido en la historia.
Mientras nos dirigíamos a nuestros asientos en ese 24 de Septiembre de 2014, en pleno centro de la civilizada Europa, a pocos pasos de las oficinas centrales de la Comisión Europea, me pregunté si a Adomnán le habría costado tanto implementar la Lex Innocentum hace 1.317 años, como nos cuesta a nosotros hoy implementar el Tratado de Ginebra.
Antes de hablar de los testigos a los que estuvimos escuchando, me gustaría hacer referencia a los que no pudimos escuchar. A dos de los tres testigos que tenían que venir de Gaza no les permitieron salir y viajar hasta Bruselas para dar su testimonio. ¿Sería eso por intervención de Israel, de Egipto, o quizás una colaboración entre ambos? El primero es Raji Sourani, el respetado activista de derechos humanos, ganador del Premio de Derechos Humanos Robert F. Kennedy, antiguo prisionero de conciencia, entre otras muchas cosas y co-fundador del Centro de los Derechos Humanos en Gaza. El segundo es Ashraf Mashharawi, un galardonado cineasta palestino, que vive y trabaja en Gaza. De hecho el único testigo que fue capaz de asistir pudo hacerlo gracias a su doble nacionalidad ya que utilizó su segundo pasaporte.
Tuve la oportunidad de hablar con Raji Sourani hace varios años, y lo que me dijo se me quedó grabado.. Me contó que los encargados de vigilar los productos que entraban y salían de Gaza en los puestos de control estaban impidiendo, a propósito, la entrada de productos químicos suficientes como para que el agua tuviera un nivel de pureza aceptable. «Nos están envenenando lentamente», me dijo. Me pregunto qué podría habernos contado Raji esta vez. Hay testimonios que pueden resultar muy perturbadores.
En el año 697 no había conductores de ambulancias. Ojalá que los lectores de este texto hubiesen podido escuchar el testimonio del doctor Mohammed Abou Araab, un cirujano palestino que vive en Noruega y que fue como voluntario a Gaza durante la crisis. Nos contó las vivencias de su colega Mohammad, quien a pesar de ir con uniforme médico y conduciendo una ambulancia reconocible como tal, fue asesinado de un disparo el 25 de julio. Por casualidad, coincidí después con el doctor Mohammed en el aeropuerto, al marchar de Bruselas. Este hombre, discreto y tranquilo, me estuvo contando sobre los agotadores turnos de dieciocho horas, sobre sus intentos desesperados de salvar las vidas de innumerables pacientes salvajemente mutilados. Su relato incluía los heroicos intentos de los sanitarios palestinos, que arriesgan sus vidas y que, a pesar de la escasez de medicinas y materiales, son capaces de improvisar con imaginación la forma de aliviar el sufrimiento de sus agonizantes pacientes.
Mads Gilbert, un cirujano noruego, también prestó un testimonio inquietante. Este hombre, de presencia eléctrica, y capaz de aportar datos cuidadosamente recopilados, habló sobre sus pacientes y nos mostró fotos de los mismos. Yo me preguntaba cómo puede un hombre mantener la calma en medio de tantos cuerpos destrozados, tantas vidas que dependen de sus decisiones instantáneas. Ninguna imagen o enlace de video hubiera estado a la altura del testimonio de este hombre que había tenido que sacarle metralla del cuello a un niño. 83 sanitarios fueron heridos y 21 murieron. 17 de los 32 hospitales sufrieron daños y 6 tuvieron que ser cerrados. Y además de todo esto, Gaza tuvo que lidiar con 10.000 bajas de guerra. Pero las estadísticas nunca están a la altura de las vivencias concretas.
El cirujano nos enseñó la fotografía de un niño enterrado hasta el cuello, atrapado entre dos columnas de cemento, que milagrosamente fue rescatado con vida. O la foto de un doble amputado, o la de un niño en carne viva, sin piel, imágenes que eran casi imposibles de soportar. Vi como uno de los miembros del jurado lloraba mientras Mads Gilbert explicaba su trabajo. Roger Waters comentó más tarde que había sido como descender al infierno. Ken Loach le preguntó a Gilbert si había visto u oído algo que demostrara que miembros de la resistencia estuvieran utilizando esos edificios de atención médica para lanzar ataques; él afirmó no tener ninguna sospecha al respecto. Y de haberla tenido, nos dijo, él y el resto de los sanitarios les habrían exigido que se fueran. ¿Podrían ser los ataques a paramédicos, ambulancias identificadas como tales, hospitales o edificios de atención médica un accidente en mitad del caos? Él descartó tal posibilidad, debido a la intensidad y la envergadura de los mismos. De hecho se preguntaba cómo era posible que fueran accidentales, cuando el propio ejército israelí se jactaba de tener una puntería certera en el 90% de sus ataques. Primer Ministro Netanyahu ¿podría clarificar esto?
Mads Gilbert nos mostró también una carta que él y sus compañeros cirujanos escribieron a Ban Ki Moon, Secretario General de las Naciones Unidas, en pleno apogeo de los bombardeos, suplicando que se crease un corredor de seguridad entre los hospitales y la frontera, para trasladar a los miles de pacientes a los que no podían tratar. Nunca recibieron respuesta. Debería darle vergüenza Sr. Ban Ki Moon.
El único palestino que vive en Gaza y que consiguió llegar hasta Bruselas -gracias a su pasaporte holandés- fue un premiado periodista (ganador del premio Martha Gellhorn del 2009), Mohammed Omer, quien nos habló de las ejecuciones rápidas de civiles a manos de israelíes, incluyendo la de un hombre de 64 años. Escuchamos más testimonios sobre civiles hebreo-parlantes siendo seleccionados para ser ejecutados en el momento.
Pero me gustaría llamar la atención sobre el testimonio de un hombre en particular, Eran Efrati. Eran es un ex-sargento del ejército israelí. Él fue uno de los primeros en sacar a la luz el uso de fósforo blanco en la operación Plomo Fundido de 2008. Ha reunido numerosos testimonios que narran cómo francotiradores pertenecientes al ejército israelí ejecutaban civiles. Me encontré con Eran durante un descanso y le pregunté cuál sería el coste para él de estar prestando testimonio. Eran viene de una familia de militares de Israel, quienes han rechazado todo contacto con él; la única relación que ha logrado mantener es con un hermano que vive fuera del país. Me quedé preocupado por su seguridad personal viviendo en Israel y por lo que le pueda pasar en el futuro. Un hombre valiente. En cambio a ustedes, Presidente Obama, Presidente Barroso, mantenerse firmes en los principios que dicen defender, solo les podría acarrear consecuencias políticas.
Las pruebas presentadas por el ex-coronel del ejército irlandés Desmond Travers, un experto militar, fueron apabullantes. Habló de 700 toneladas de artillería descargadas, 14 veces más que en el ataque anterior, la operación Plomo Fundido. Subrayó que los bombardeos masivos contenían, entre quién sabe qué otras cosas, uranio empobrecido, y relató los daños que tales acciones causaron en zonas habitadas. La toxicidad, además, será un legado que perdurará durante años. Desmond nos recordó la tragedia de Faluja, Irak, donde los bebés hoy en día, diez años después del conflicto, aún nacen con terribles malformaciones. Con respecto a las 700 toneladas de artillería mencionadas por el Coronel Travers, Paul Mason, el respetado periodista de las noticias de Channel 4 (cuyos maravillosos reportajes en vivo tanto impacto generaron), nos presentó una pequeña bolsa de plástico con metralla de proyectiles de tanques. En su opinión, estos proyectiles utilizados en lugares altamente poblados eran los que habían causado el daño más terrible entre la población civil. Estos fragmentos, pesados y afilados al tacto, eran exactamente iguales a los que Mads Gilbert había extraído del cuello del niño en la foto que nos enseñó. En su testimonio escrito, Paul Mason afirmó que «muchos de los ataques con misiles no son sino una ejecución extrajudicial de civiles no-combatientes».
El joven periodista alemán Martin Lejeune, que vivió en una casa junto con otros 72 civiles sin hogar, nos presentó imágenes que demostraban la devastación total de las infraestructuras de Gaza. Según su estimación, aproximadamente un 70% de la capacidad industrial de Gaza había sido destruida, incluyendo la única central eléctrica, la mayor mezquita y el canal de televisión más popular. También las zonas agrícolas habían sido diezmadas, así como buena parte del ganado vacuno, cuyos dueños insistían en que no tenían opinión alguna respecto a Hamas. El número de personas que perdieron sus casas se eleva a cientos de miles; las imágenes de video que mostraban la devastación masiva dejaron la sala en completo silencio.
Primer Ministro Netanyahu, permita que le haga una pregunta directa. Con uno de los ejércitos más sofisticados del mundo, con cámaras en vehículos aéreos no tripulados que captan imágenes de cada metro cuadrado en Gaza (como nos contó Paul Mason), ¿nos puede decir si realmente pretendían bombardear la única fábrica de caramelos que hay en Gaza? ¿O fue quizás un acto de máxima crueldad hacia los niños que habitan esta prisión al aire libre?
Lo anterior me lleva al testimonio presentado por Ivan Karakashian, coordinador de Defensa Internacional de Los Niños – Palestina. Según estima, el número de niños muertos asciende al menos a 490, y no puedo ahora ni recordar el número de niños heridos. Fue especialmente impactante escuchar cómo adolescentes eran utilizados como escudos humanos por el ejército. A un joven (vimos su entrevista grabada) le forzaron a desnudarse, le interrogaron, le azotaron con alambre de púas y luego le obligaron a quedarse con los soldados durante cinco días para servir como escudo humano. Por supuesto estaba totalmente traumatizado. Pero lo que más me impresionó fue darme cuenta de que en este momento, un niño de apenas ocho años en Gaza ha vivido ya cuatro guerras. Tengo un hijo de siete, no me puedo ni imaginar cómo estará un niño después de semejantes traumas. Las cifras eran abrumadoras, ya no recuerdo el número de niños huérfanos. Ivan Karakashian sostuvo que unos 370.000 niños requieren hoy cuidados psicológicos. ¿Cuántas delicadas conexiones cerebrales en esas pequeñas mentes han sido destrozadas? ¿Cuántas pesadillas que no se irán hasta la llegada de la luz de la mañana? ¿Cuántos sollozos puede contener un pecho? ¿Y qué va a sembrar esto en las generaciones futuras? Si tan solo uno de cada cien niños crece lleno de odio y desesperación, ¿de qué será capaz en el futuro?
Me abruma el recuerdo del testimonio del periodista independiente canadiense David Sheen, quien actualmente vive en Israel. Quizás fue el más aterrador de todos. David Sheen presentó numerosos ejemplos en los que en las redes sociales isarelíes se llamaba al asesinato de todos los palestinos. A todos nos da vergüenza ajena cuando vemos a esos cretinos anónimos que utilizan Internet para vomitar su odio, pero ¿qué ocurre en su país, primer ministro Netanyahu, cuando políticos consagrados y líderes religiosos piden el asesinato en masa? Escuchamos por ejemplo citas terribles del ya difunto rabino Ovadia Yosef, de quien no se puede decir que sea un personaje marginal cuando 800.000 personas asistieron a su funeral. Asimismo, conocimos el célebre artículo publicado en julio de 2014 por la parlamentaria israelí Ayelet Shaked, en el que se citaba a Uri Elitzur, su antiguo consejero, Sr. Netanyahu, quien escribió: «lo realmente aterrador es darse cuenta de que la población palestina en su totalidad es el enemigo», por lo que se debía avanzar en la destrucción de «sus ancianos, sus mujeres, sus ciudades y sus pueblos, sus propiedades y sus infraestructuras», así como de «las madres de los terroristas», «como también deberían serlo las casas donde crecieron las serpientes». Esta joven legisladora es una experimentada política en el partido de la Casa Judía que forma parte de su coalición de gobierno.
Pero lo que resulta aún más escalofriante es la carta pública dirigida a usted, Primer Ministro Netanyahu, el 1 de agosto de 2014 escrita por el vice-presidente del Parlamento, el Sr. Moshe Feiglin, perteneciente a su propio partido, Likud. En esta se afirma: «lo que es necesario en este momento es internalizar el hecho de que Oslo se ha acabado, que éste es nuestro país, exclusivamente nuestro país, incluyendo Gaza. No hay dos estados, y no hay dos pueblos. Solo hay un estado para un pueblo». En un apartado llamado «definiendo las tareas», pide que se «conquiste la franja de Gaza en su totalidad, y se aniquilen todas las fuerzas armadas y sus simpatizantes». Dado que los combatientes tienen un amplio apoyo público y que Hamas ganó las elecciones, esto significaría muerte a gran escala.
Otro de sus llamamientos era para «convertir Gaza en Jaffa, una próspera ciudad Israelí con un limitado número de civiles hostiles».
Y hay mucho más ejemplos que se encuentran con facilidad en Internet.
Testigos expertos nos explicaron que dichos llamamientos, de acuerdo a la ley internacional, equivalen a la incitación al genocidio. Esto no es mera demagogia. Muchos de los testigos estaban genuinamente preocupados con la posibilidad del genocidio «en el próximo enfrentamiento». Paul Mason declaró haber sido testigo de este «discurso del genocidio» en ambas comunidades, pero está claro cuál de las dos tiene la capacidad militar y logística para poder llevarlo a cabo.
Por favor, presten atención, el genocidio es una posibilidad en el horizonte. Genocidio. Me acuerdo del testimonio presentado por el doctor Paul Behrens, un experto en genocidio que enseña en la universidad de Edimburgo. Dijo algo muy importante. El genocidio se confunde a menudo con las masacres a gran escala como fueron el Holocausto, o la tragedia Armenia. Pero según la Convención sobre El Genocidio de 1948, el genocidio no se cifra en una cantidad numérica. Se comete genocidio cuando «se inflige sobre un grupo de personas condiciones de vida diseñadas para causar su destrucción física en su totalidad o en parte».
En esta línea, Michael Mansfield, defendió que la «mens rea», o intención de destrucción, se podía deducir a partir de la intensidad y del patrón de los ataques, y que el caso de Gaza merecía al menos una investigación en tal sentido. Aunque finalmente no se incluyeran estas apreciaciones en las conclusiones del Tribunal, sí han recogido una advertencia: «se reconoce que en una situación en la que se cometen crímenes contra la humanidad con tanta impunidad, y en la que se incita al genocidio de manera tan pública y directa en toda la sociedad, se puede concebir que tanto el estado como ciertos individuos, podrían elegir aprovecharse de estas condiciones para perpetrar un crimen de genocidio».
Primer Ministro Netanyahu, hemos visto claras incitaciones al genocidio, pero ¿nos puede decir si alguno de sus colegas está realmente planeando un genocidio? Si su vicepresidente parlamentario puede proponer lo que dice en público, ¿qué se plantean sus colegas en privado? ¿Por qué no respeta usted la Convención sobre el Genocidio de 1948 y procesan al vicepresidente del Knesset, el Sr. Moshe Feiglin?
Hablemos ahora del Sr. Richard Falk. Richard Falk es, entre otras muchas cosas, profesor emérito de Derecho Internacional en Princeton. Entre 2008 y 2014, el Sr. Falk fue Relator Especial de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos en la Palestina Ocupada. En otras palabras, fue dotado con la autoridad de la comunidad internacional por su institución más preeminente, la ONU para uno de los conflictos más largos e importantes. Cuando el Sr. Falk llegó a Israel en mayo del 2008 para llevar a cabo su importante misión, obviamente no se esperaba un recibimiento por todo lo alto. Pero ni siquiera la persona más cínica del mundo podía imaginar lo que sucedió. En cuanto aterrizó, el Sr. Richard Falk, Relator Especial sobre Derechos Humanos de Naciones Unidas, fue arrestado, pasó la noche en una celda con otros prisioneros y fue deportado a la mañana siguiente. Me dijo que la orden había venido directamente del Ministro de Asuntos Exteriores israelí, porque no estaban de acuerdo con su nombramiento. Cuanta debe ser la confianza del gobierno israelí de que quien mueve los hilos pague sus facturas y proteja sus espaldas.
Cuando Occidente sermonea sobre la barbarie en este mundo caótico, y la importancia del respeto al Derecho, recordemos al Sr. Richard Falk y este envenenado ejemplo de gran impunidad.
Presidente Obama, el Sr. John Dugard, otro respetado profesor de Derecho y antiguo Relator Especial de las Naciones Unidas, nos contó al Tribunal que Estados Unidos «abastece a Israel con los tanques, los aviones caza, helicópteros y sistemas de misiles más modernos, además de financiar el sistema de defensa Israelí Cúpula de Hierro. Desde 2008 hasta 2018 Estados Unidos va a proveer a Israel con 30 mil millones de dólares en armamento militar», lo que viene a ser unos 8,5 millones de dólares al día. Dadas estas circunstancias y tras haber examinado con cuidado el Derecho internacional, el Sr, Dugard se pregunta si Estados Unidos no será cómplice de crímenes de guerra. Y concluye «sin duda Estados Unidos tiene que justificar sus acciones».
Presidente Obama, debe ser usted consciente de que la gente no es estúpida y que su apoyo incondicional a Israel socava cualquier declaración pública que haga.
Presidente Barroso, ¿cómo puede defender sanciones contra Rusia,y al mismo tiempo prestar su total cooperación en asuntos de comercio al Estado de Israel? Tampoco olvidamos su contribución a enterrar el informe Goldstone sobre abusos pasados.
Permítanme acabar con mi viejo amigo Adomnán, el noveno abad de Iona. Y lo haré citando mi parte favorita de la Lex Innocentium, de hace 1.317 años: «será la misma multa la que pague una persona por cometer el crimen, que la que pague un individuo por no utilizar todas sus fuerzas para proteger a la víctima».
El noveno abad de Iona no simpatizaba mucho con el espectador pasivo, y sospecho que no veía mucha diferencia entre infractor y colaborador.
Carta en castellano publicada originalmnente en eldiario.es bajo licencia Creative Commons el 24/10/2014 Traducción del inglés de Marta Suárez, con la colaboración de Marco Aparicio
El guionista escocés Paul Laverty, habitual colaborador del cineasta Ken Loach y autor, entre otros muchos, del guión de la película The Wind That Shakes The Barley (El viento que agita la cebada), ganadora de la Palma de Oro en… Leer
Una ambulancia destruida por los bombardeos, en Shijaiyah, en la Franja de Gaza, el pasado 6 de agosto. Foto: Boris Niehaus / Wikimedia Commons
Después de 51 días de ataques, 2.200 muertos (2.141 palestinos, medio millar de ellos, menores, y 69 israelíes, casi todos militares) y un territorio arrasado, Israel y Hamás han acordado este martes en El Cairo, con la mediación de Egipto, un alto el fuego «permanente» y «completo» en Gaza.
Básicamente, el acuerdo supone que Israel aliviará un poco el bloqueo en la Franja, siempre y cuando haya un cese completo de «hostilidades» por parte de Hamás. Todo lo demás se ha dejado para posteriores negociaciones, que comenzarán, en principio, dentro de un mes. Se trata de un plan muy poco ambicioso, pero parece que podrá evitar, de momento, que sigan cayendo las bombas. Los problemas de fondo, en cualquier caso, siguen ahí, en un lugar no muy diferente a donde llevan estando décadas.
Si finalmente se logra llegar hasta las negociaciones, las exigencias que van a estar sobre la mesa no dejan mucho espacio para el optimismo: Israel pedirá la completa desmilitarización de la Franja (algo prácticamente imposible, teniendo en cuenta el número de milicias que actúan por su cuenta), y Hamás pedirá el final completo del bloqueo (incluyendo la posibilidad de poner en funcionamiento un puerto y un aeropuerto), la apertura total de la frontera con Egipto, ayudas económicas internacionales y, sobre todo, la liberación de prisioneros encerrados en cárceles israelíes. En el caso bastante probable de que ninguna de las dos partes ceda, la situación volverá a ser la existente antes de esta última ofensiva, es decir, una especie de frágil «calma a cambio de calma», en la que la más mínima chispa volverá a provocar el incendio.
Una familia celebra en su coche destruido el alto el fuego, en las calles de Ciudad de Gaza. Foto: Majdi Fathi / NurPhoto / Getty Images
En concreto, y además del alto el fuego permanente, el acuerdo alcanzado este martes estipula la apertura de los pasos fronterizos entre Gaza e Israel, pero solo para que sea posible acelerar la introducción de ayuda humanitaria y del material necesario para la reconstrucción de la Franja. También se reabrirá el paso de Rafah hacia Egipto, una frontera que estará bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El pacto señala asimismo que los pescadores palestinos podrán faenar en un radio de seis millas en torno a sus costas (tres millas más que en la actualidad), ampliable más a adelante a doce. Según una fuente oficial israelí citada sin identificar por la edición digital del diario Yediot Aharonot, el pacto no incluye la transferencia de fondos económicos a Hamás, uno de los puntos que habían hecho fracasar las negociaciones anteriores.
En cuanto a las (previsibles) valoraciones, Israel insiste en que ha conseguido asestar un «duro golpe» a Hamás, matando a «mil milicianos» y rebajando «al 30%» su arsenal, y Hamás celebra la «victoria de la resistencia» y el «fracaso» del ejército israelí.
Poco después de que se anunciara el acuerdo, miles de gazatíes salieron a las destruidas calles de la Franja para celebrar, con disparos al aire, lo que consideraban «una derrota» de Israel. Las escenas, incluyendo las perturbadoras imágenes de niños con armas, recordaban a las que pudieron verse en estas mismas calles tras el alto el fuego que puso fin a la última operación militar israelí contra la Franja, en noviembre de 2011.
El presidente de la ANP, Mahmud Abás, quien fue el encargado de anunciar el acuerdo desde Ramala, aseguró que la tarea más urgente ahora es reconstruir Gaza. La Franja, dijo, ha sufrido «un grado de destrucción más allá de la imaginación». «Durante estos 50 días hemos hecho todos los esfuerzos posibles para suministrar a nuestro pueblo lo que necesita, pero no es suficiente. La gente en Gaza necesita mucho más. Hace falta apoyo rápido para intentar curar la herida que se ha infligido… La cuestión ahora es: ¿Qué pasa a continuación? Gaza ha sufrido tres guerras, ¿estamos esperando otra más? No podemos seguir con negociaciones confusas», añadió.
Horas después, el propio Abás se mostró dispuesto a mover él mismo la siguiente ficha y propuso al liderazgo palestino un plan unilateral que contempla un calendario para la creación de un Estado de pleno derecho con ayuda de la comunidad internacional, y sin pasar por otro proceso negociador como el que fracasó el pasado 29 de abril. Según informaron fuentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) citadas por El País, la propuesta de Abás plantea «poner fecha al fin de la ocupación», lo que conllevaría la creación de un Estado independiente palestino sobre las fronteras previas a 1967.
Ofir Akunis, viceministro en la oficina del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya ha respondido que «ninguna nación renuncia a su patria nativa», que «Judea y Samaria [la denominación israelí para Cisjordania] son la cuna del pueblo judío», y que retirarse equivaldría a un «suicidio nacional».
Dos niños sujetando armas, aparentemente descargadas, durante las celebraciones por el alto el fuego, en Ciudad de Gaza. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images
Lo cierto es que el acuerdo para el alto el fuego en Gaza ha agrietado más aún la coalición gobernante israelí, seriamente tocada ya desde antes de la ofensiva. Los ministros de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, y de Economía, Naftalí Bennett, ambos de la extrema derecha nacionalista, han mostrado, como era de esperar, su total oposición. Pero también Zahava Gal-On, dirigente del partido de izquierda Meretz, ha criticado al primer ministro y a su «irresponsable gobierno» por haber «puesto en bandeja» la victoria a Hamás: «El alto el fuego llega muy tarde y sus términos demuestran que la operación Margen protector es una derrota estratégica de Netanyahu, quien se metió en ella sin objetivos y ha terminado dándole ganancias a Hamás a costa de los habitantes del sur», dijo.
Y con respecto al propio Netanyahu, ésta no ha sido, desde luego, la guerra que él tenía en mente. Según un sondeo publicado este mismo martes, solo el 38% de los israelíes apoya ahora la política del primer ministro en Gaza. De acuerdo con diferentes encuestas realizadas durante la ofensiva, en cuatro días el apoyo a Netanyahu ha bajado un 17%; en tres semanas, un 25%; y desde que comenzó la operación Margen protector, un espectacular 44%.
El analista estadounidense M. J. Rosenberg, muy crítico con el Gobierno israelí, pero también defensor declarado de la legitimidad de Israel como «Estado judío», opina que la lectura de esta encuesta es que Hamás ha salido reforzada:
La razón por la que el apoyo a Netanyahu se ha hundido no es una repulsa pública por las muertes. De eso no hay prácticamente nada. La razón es que las muertes no están funcionando. Y todo lo que Netanyahu puede hacer es seguir matando, porque no hay estrategia. Y no la hay porque Netanyahu rechaza la solución obvia: acabar con la ocupación. Los israelíes se están despertando a la realidad de que el hecho de que Hamás siga contraatacando después de siete semanas significa que la seguridad de Israel no es más que una ilusión. Y eso es una victoria increíble para Hamás. […]
Hamás ha logrado lo que no ha conseguido ningún ejército árabe, ha destrozado la ilusión de que los israelíes pueden seguir de fiesta en Tel Aviv sin tener un solo pensamiento sobre la gente que está siendo machacada unos cuantos kilómetros más allá.
Para los habitantes de Gaza empieza ahora un durísimo y tristemente familiar camino de reconstrucción y duelo. Al espeluznante número de muertos y heridos durante estas semanas hay que sumar unos 400.000 desplazados internos, o el hecho de que muchos de los miles de menores heridos sufrirán discapacidades de por vida. Alrededor de 1.500 niños palestinos han quedado huérfanos, y, según cifras de UNICEF, cerca de 3.000 menores han tenido que ser asistidos psicológicamente.
«Celebramos la victoria, pero con un peso en el corazón», decía a la agencia AFP este martes Badir Mohamed, un joven palestino de 20 años: «No nos olvidamos de la sangre de los mártires, ni de los heridos, ni de los miles de desplazados».
Mucho tienen que cambiar las cosas para que haya esperanza en la cosecha que recogerán las generaciones futuras de esta siembra de destrucción.
(Un tuit de Farah Baker, la joven palestina de 16 años cuyos mensajes desde Gaza llegaron a convertirse en uno de los símbolos de esta guerra: «Esta chica no puede creerse que va a volver a su vida normal y pacífica. ¡Estoy tan feliz!»).
Después de 51 días de ataques, 2.200 muertos (2.141 palestinos, medio millar de ellos, menores, y 69 israelíes, casi todos militares) y un territorio arrasado, Israel y Hamás han acordado este martes en El Cairo, con la mediación de Egipto, un alto el… Leer