Una condena no muy ejemplar, pero histórica

2/6/2012 | Miguel Máiquez
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El expresidente egipcio Hosni Mubarak, durante el juicio en que ha sido condenado a cadena perpetua. Foto: AFO / Getty Images

Miles de egipcios se han echado a la calle este sábado para protestar por la sentencia que, finalmente, condena al expresidente Hosni Mubarak a cadena perpetua, como responsable de la represion policial que causó más de 800 muertos durante las protestas de 2011 que acabaron con su derrocamiento. Los manifestantes exigen que Mubarak sea condenado también por corrupción y desvío de fondos públicos, cargos de los que estaba asimismo acusado, pero de los que, al igual que sus hijos, Alaa y Gamal, ha sido absuelto. También creen que la sentencia no es lo suficientemente dura. Es decir, piden la pena de muerte.

Pero lo cierto es que la condena, aunque haya resultado decepcionante para muchos (especialmente para las víctimas del régimen), es histórica. Nunca antes un presidente egipcio había sido llevado a juicio, y éste lo ha hecho, además, como resultado de una revolución que, con todas sus imperfecciones, sus incertidumbres y sus dependencias, ha nacido del pueblo. Aparte de que arreglar cuentas con el pasado en pleno proceso de transición (los resultados de las elecciones siguen pendientes) nunca es fácil.

La decisión de no condenar a Mubarak por corrupción es, cuando menos, sorprendente, pero la de no asesinar al asesino es siempre una buena noticia. De todos modos, a juzgar por la salud del expresidente egipcio (ya le ha dado una crisis cardiaca nada más escuchar la sentencia), tampoco parece que vaya a durar mucho…


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