La muerte este jueves de Nelson Mandela deja al mundo sin una de sus principales referencias morales, sin uno de sus símbolos más auténticos y universales. Mandela, que tenía ya 95 años, representaba –representa– la tenacidad y la fe; la constancia, contra viento y marea, en la lucha por la libertad; el ejemplo vivo de que es posible plantarse, resistir, desafiar al poder, socavar al tirano. Pero también la capacidad de dialogar y de tender puentes para construir el futuro, más allá de la venganza (e incluso de la justicia), y por doloroso que esto pueda resultar.
Al expresidente surafricano se le han reprochado, también, algunas cosas, desde los problemas que aquejaron a su mandato hasta la simpatía que profesó hacia algunos líderes mundiales cuyas credenciales distan mucho de los ideales democráticos que él mismo defendía. Mandela no era un santo. Mandela era un ser humano, pero un ser humano como pocos.
La relación de Mandela con Oriente Medio estuvo marcada tanto por su pensamiento político (socialista, antiimperialista, nacionalista africano), como por su reconocimiento a los apoyos que recibió durante los años que estuvo en prisión. No es una relación muy intensa, pero sí bastante significativa. Pocas veces, en cualquier caso, se mordió la lengua con respecto a lo que pensaba o sentía.
A modo de recuerdo y homenaje a su figura, seleccionamos aquí algunas de sus declaraciones y opiniones sobre diferentes conflictos y líderes de la región:
Israel y Palestina
Mandela apoyaba las reivindicaciones de la OLP, pero mantuvo una posición moderada con respecto a Israel. Reivindicó con firmeza el derecho de los palestinos a la autodeterminación y a tener su propio Estado (Suráfrica mantiene una representación diplomática plena ante Palestina desde 1995), pero reconocía asimismo el derecho de Israel a existir dentro de unas fronteras seguras.
En un discurso que, con motivo del Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, pronunció el 4 de diciembre de 1997 en Pretoria, Mandela alabó a los líderes de ambos bandos por la firma, cuatro años antes, de los Acuerdos de Oslo, acuerdos que en aquel entonces el líder surafricano veía como una oportunidad para la paz. Pero Mandela aprovechó, también, para denunciar la situación en la que se veían (y se ven) obligados a vivir los palestinos:
Me uno a vosotros hoy para sumar nuestra voz a la reivindicación universal del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a tener un Estado. No estaríamos a la altura de nuestra propia razón de ser como gobierno y como nación si la resolución de los problemas de Oriente Medio no ocupase un lugar prominente en nuestra agenda.
Cuando en 1977 la ONU aprobó la resolución por la que se creaba el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, se reconoció que en Palestina se estaban cometiendo injusticias y graves violaciones a los derechos humanos. En esa misma época Naciones Unidas adoptó una posición firme contra el apartheid, y a lo largo de los años se fue construyendo un consenso internacional que ayudó a poner fin a este sistema perverso. Pero sabemos demasiado bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos.
Mandela tardó cinco años en aceptar la invitación para visitar Israel. Tras su liberación, en 1990, el líder surafricano dijo que había sido invitado por «casi todos los países del mundo, excepto Israel». La invitación israelí se produjo finalmente en 1994, pero en ese momento (en pleno proceso de paz tras los Acuerdos de Oslo) Mandela no quiso realizar una visita que habría tenido, probablemente, una fuerte carga política.
Finalmente, Mandela viajó a Israel y los territorios palestinos ocupados en 1999. En Gaza, el ya expresidente surafricano afirmó que «Israel debería retirarse de las zonas que ha ocupado en países árabes: los altos del Golán, el sur de Líbano y Cisjordania». No obstante, antes de viajar a Gaza, Mandela mantuvo una reunión en Jerusalén con el entonces ministro de Exteriores israelí, David Levy, al término de la cual admitió que Israel no podía devolver los territorios ocupados «si los Estados árabes no lo reconocen».
Respondiendo a quienes criticaron su visita, Mandela dijo:
Israel trabajó muy estrechamente con el régimen del apartheid. Pero yo digo: He hecho las paces con muchos hombres que masacraron a nuestro pueblo como se masacra a los animales. Israel cooperó con el régimen del apartheid, pero no participó en ninguna atrocidad.
Tras su visita al Museo del Holocausto, Mandela aseguró que se había sentido «profundamente dolorido y, a la vez, enriquecido», y enfatizó la importancia de que el mundo no olvide lo que ocurrió.
Irak
Dos meses antes de la invasión de Irak que lideró Estados Unidos, Mandela dejó claro su rechazo frontal a la guerra en un duro discurso que pronunció en el Foro Internacional de la Mujer, en Johannesburgo, el 29 de enero de 2003:
Lo que está ocurriendo, lo que Bush está haciendo, es una tragedia. Lo único que Bush quiere es el petróleo iraquí. No hay duda de que Estados Unidos se está comportando mal. ¿Por qué no intentan confiscar las armas de destrucción masiva de su aliado Israel? Esto no es más que una excusa para obtener el petróleo de Irak.
Bush está ahora socavando las Naciones Unidas. Está actuando fuera de esta organización, a pesar de que las Naciones Unidas fue una idea del presidente Roosevelt y de Winston Churchill. Tanto Bush como Tony Blair están socavando una idea que fue defendida por sus predecesores. No les importa. ¿Es porque el secretario general de las Naciones Unidas [Kofi Annan] es ahora un hombre negro? Nunca hicieron algo así cuando los secretarios generales eran blancos.
Si hay un país que ha cometido innombrables atrocidades en el mundo, ese es Estados Unidos. No les importan los seres humanos.
Lo que estoy condenando es que una potencia, con un presidente [George W. Bush] que no tiene visión de futuro, esté queriendo sumir al mundo en un holocausto.
Según reveló su biógrafo Peter Hain, Mandela se sentía tan traicionado por la participación del Reino Unido en la guerra de Irak que llamó por teléfono al entonces primer ministro británico, Tony Blair, para expresarle su enfado: «Mandela echaba fuego por la boca», explica Hain, diputado laborista y gran conocedor de Suráfrica, donde vivió en su juventud como activista contra el apartheid. «Es un error, un gran error, ¿por qué hace esto después de todo su apoyo a África? Le causará un enorme daño internacionalmente», dijo el líder surafricano. «Nunca había visto a Mandela tan frustrado y enojado», señala Hain.
Siria, Irán
En la misma gira por Oriente Medio que, en 1999, le llevó a Israel y a los territorios palestinos ocupados, Mandela realizó también breves visitas a Damasco y a Teherán. Ambas se desarrollaron en un ambiente de corrección diplomática, sin críticas. En los registros disponibles de sus comparecencias públicas no aparecen menciones a la falta de libertades o a las violaciones de los derechos humanos en estos países (Mandela mantenía también muy buenas relaciones con Gadafi o Fidel Castro, a quienes expresó públicamente su admiración).
Con respecto al entonces presidente sirio, Hafez al Asad (padre del actual mandatario, Bashar al Asad), Mandela se limitó a decir que «estoy feliz por estar junto a un renombrado y conocido presidente», a quien calificó de «una instución». De la reunión que mantuvieron ambos no trascendieron detalles.
En Irán, Mandela visitó la tumba del ayatolá Jomeini (fundador de la República Islámica) y, según informó la agencia oficial de noticias iraní, IRNA, alabó al Gobierno de Teherán por haber roto relaciones con el régimen del apartheid: «Estamos en deuda con la Revolución Islámica», dijo.
Turquía
En 1992, Mandela, líder del Congreso Nacional Africano (CNA), pero no elegido aún presidente de Suráfrica (lo sería dos años después), fue duramente criticado en Turquía por declinar el Premio de la Paz Mustafa Kemal Ataturk, que le había sido concedido en este país. Según explicó un portavoz de Mandela en aquel momento, el líder surafricano no quiso aceptar el premio debido a las «violaciones de los derechos humanos» cometidas por Turquía contra el pueblo kurdo. El comunicado oficial del CNA fue el siguiente:
El Congreso Nacional Africano es consciente del anuncio por parte del Gobierno de Turquía de que se va a ofrecer el Premio Ataturk al presidente del CNA el 19 de mayo.
Nelson Mandela ha dedicado toda su vida al servicio de la democracia, los derechos humanos y la libertad frente a la opresión.
El CNA desea expresar categóricamente que el señor Mandela no ha aceptado el Premio Ataturk, y que no tiene previsto visitar Turquía. La actitud del CNA no refleja ningún punto de vista negativo sobre Kemal Ataturk, el reformador y fundador de la Turquía moderna.
Mandela acabó reconsiderando su postura y aceptó finalmente el premio en 1999.
Y una cita sin fronteras
He dedicado mi vida a esta lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He promovido el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas puedan vivir en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir, hasta lograrlo. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.
(Neson Mandela, ante el Tribunal Supremo de Pretoria, el 20 de abril de 1964, durante el juicio de Rivonia, como resultado del cual pasaría 30 años en la cárcel).
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