Yemen, el país roto

22/1/2015 | Miguel Máiquez
Saná, Yemen. Foto: Ferdinand Reus / Wikimedia Commons

El presidente de Yemen, Abd Rabu Mansur Hadi, presentó este jueves su dimisión, apenas media hora después de que dimitiese también su primer ministro, Jalid Bahah. La crisis de Gobierno fue anunciada cuando aún no había pasado ni un día desde que el mandatario alcanzase un pacto con los rebeldes hutíes que en septiembre tomaron la capital, Saná. La caída del ejecutivo yemení supone, además de un relativa sorpresa, un nuevo paso hacia lo que muchos analistas ven ya como un precipicio político del que solo será posible escapar reconfigurando el país por completo.

Mansur Hadi, que contaba con el respaldo de Washington y era un fiel aliado en la lucha de EE UU contra Al Qaeda, puso su cargo en manos del presidente del Parlamento, Yahia al Raie, quien se reunirá este sábado con los diputados para aceptar o rechazar la dimisión del todavía jefe de Estado. En el caso de que la Asamblea Legislativa acceda, informa Efe, será el propio Al Raie quien asuma temporalmente la Presidencia.

Acorralado por el conflicto con el movimiento rebelde de los hutíes (chiíes), Mansur Hadi justificó su decisión en que Yemen se encuentra «en un callejón sin salida», y acusó a las distintas fuerzas políticas de «falta de responsabilidad».

El país está, efectivamente, ante una grave situación, en la que peligra su misma supervivencia como Estado. Pero se trata de una realidad muy compleja que no puede reducirse a un ‘simple’ conflicto más entre chiíes y sunníes, o a un tablero donde las potencias de la región (Irán, apoyando a los primeros; Arabia Saudí y los países ricos del Golfo, a los segundos) están echándose un nuevo pulso, por más que ambos factores puedan jugar, también, un papel importante.

El presidente de Yemen, Abd Rabu Mansur Hadi. Foto: Glenn Fawcett / Wikimedia Commons
El presidente de Yemen, Abd Rabu Mansur Hadi. Foto: Glenn Fawcett / Wikimedia Commons

«La nación más pobre del mundo árabe», «un nido de yihadistas»… Son ya prácticamente frases hechas, presentes de forma casi invariable en la mayoría de los reportajes que se publican sobre Yemen; lugares comunes con los que, en un par de pinceladas, se da por contextualizada la situación del país.

Y Yemen, es cierto, es la nación más pobre del mundo árabe (unos 1.500 dólares de renta per cápita en 2013, y millones de personas subsistiendo con 2 dólares al día), como también es cierto que en los últimos años el país se ha convertido en una de las principales canteras del yihadismo fundamentalista, gracias, especialmente, pero no solo, a la presencia de Al Qaeda en la Península Arábiga, AQPA.

Pero en este roto y diverso territorio, cuya ‘primavera’ se cerró en falso tras la frustrante salida del presidente Saleh hace ahora tres años, conviven también, desde hace décadas, otros dramas que tan solo asoman la cabeza cuando, como ha ocurrido estos días, la crisis se desborda en alguno de ellos.

O cuando, como ahora, la preciada ‘estabilidad’ por la que tanto han hecho y deshecho Estados Unidos y sus aliados del Golfo (Yemen tiene una posición estratégica fundamental, entre la petrolera Arabia Saudí y las líneas comerciales marítimas del Golfo de Adén, y es, además, el principal foco de Al Qaeda en la región), se ve seriamente amenazada.

En septiembre de 2014 los rebeldes hutíes se hicieron con el control de la capital yemení, Saná, tras varias semanas de sitio. El pasado fin de semana depusieron de hecho al presidente del país, Abd Rabu Mansur Hadi, a quien mantuvieron asediado en su propia casa. Los combates del lunes y el martes en Saná se saldaron con al menos 35 muertos y 94 heridos. Este miércoles, los rebeldes y el presidente alcanzaron finalmente un acuerdo: la milicia abandonaría el palacio presidencial y dejaría en libertad al jefe del Estado Mayor, que estaba secuestrado desde el sábado. A cambio, el proyecto de Constitución al que se oponen los milicianos podría ser modificado. Hoy, sin embargo, la crisis ha tomado un rumbo completamente distinto, con la dimisión de Mansur Hadi y de su gobierno.

Estas son algunas claves para intentar entender mejor lo que está ocurriendo:

Un poco de contexto

La actual república de Yemen nació de la unión, en 1990, del Yemen del Norte (tradicionalista) y el del Sur (marxista). El Norte (con capital en Saná) se había independizado del Imperio Otomano en 1918; el Sur (Adén), del Reino Unido en 1967.

El país pasó por una brutal guerra civil en los años 90 y, en 2009, cientos de personas fueron asesinadas y más de un cuarto de millón, desplazadas, por los enfrentamientos entre las tropas gubernamentales y los rebeldes hutíes. El Gobierno declaró un alto el fuego en febrero de 2010.

En los últimos años Yemen ha sido escenario de al menos seis enfrentamientos armados entre los hutíes del norte y el Gobierno, a lo que hay que sumar la revuelta separatista en el sur, los frecuentes ataques de Al Qaeda, las luchas por el poder entre diversas facciones tribales y militares, y la represión de las protestas prodemocráticas durante la llamada ‘Primavera Árabe’.

Como consecuencia, el país ha sufrido una inestabilidad difícil de imaginar, alentada, además, por la debilidad del Estado, la corrupción y el deterioro de la economía y las infraestructuras. El elevado desempleo, el alto precio de los alimentos y los limitados servicios sociales hacen que más de 10 millones de yemeníes, según cifras citadas por la BBC, se hallen por debajo de los límites de la seguridad alimentaria.

La sombra de Saleh

Yemen es uno de los países en los que el impacto de la ‘Primavera’ provocó un cambio de régimen. En esta ocasión, sin embargo, la salida del autócrata presidente Ali Abdullah Saleh tras 33 años en el poder no fue precisamente lo que podría calificarse como un éxito revolucionario.

Con la inmunidad asegurada por el Parlamento, y tras un breve periplo que le llevó primero a EE UU (donde recibió asistencia médica) y después a Etiopía, Saleh regresó a Yemen, cedió el poder a su adjunto, Mansur Hadi, y, en febrero de 2012, inauguró incluso en Saná un museo dedicado a sí mismo y a su legado político. Su influencia en la política local sigue siendo muy importante.

Desde la salida de Saleh, Yemen ha visto intensificada su histórica inestabilidad, a pesar de que muchos en la comunidad internacional habían dado por cerrada la crisis y el proceso de transición.

La fragmentación tribal y religiosa, las grandes desigualdades económicas y la mencionada pobreza en que vive una gran parte de la población, así como el legado de la continua injerencia de potencias extranjeras como el Reino Unido (antiguo poder colonial) o, más recientemente, Estados Unidos (que tiene en Yemen uno de los principales objetivos de su guerra contra el terrorismo), Egipto y Arabia Saudí, han acrecentado las luchas por el poder, ante la situación de colapso del anterior Gobierno y la reestructuración llevada a cabo en el Ejército y las fuerzas de seguridad.

En medio de esta situación, la milicia hutí, muy activa políticamente, ha conseguido importantes avances territoriales, llegando a hacerse con el control de la capital.

¿Quiénes son los hutíes?

La milicia hutí (escrito también «huthi», o «houthi», aunque la transcripción más correcta en castellano sería «huzi») es el grupo político y militar mejor organizado del norte del país. En la actualidad, los hutíes, conocidos también como Ansar Alá (seguidores de Dios), controlan un amplio territorio entre la provincia de Saada (su feudo principal, en la frontera con Arabia Saudí) y la capital, Saná. Su influencia llega también a algunas zonas situadas más al sur.

El movimiento tiene su origen en un pequeño grupo religioso denominado Los Jóvenes Creyentes, cuyo objetivo era revitalizar el zaidismo. Los zaidíes son una rama del islam chií, surgida alrededor del siglo VIII y considerada una de las variantes más próximas, doctrinalmente, al sunnismo. El mayor número de seguidores de esta secta vive en el norte de Yemen, donde constituyen la mayoría de la población.

La denominación de «hutíes» procede de Hussein Badr al Din al Hutí, un líder religioso zaidí y miembro del Parlamento yemení que, al calor del sentimiento antiestadounidense provocado por la invasión de Irak en 2003, lideró en 2004 la primera revuelta del grupo contra el gobierno de Saleh, ya entonces aliado de Washington. Al Hutí contó asimismo con el apoyo de grupos tribales largamente castigados por las campañas militares de Saleh.

El objetivo entonces era conseguir una mayor autonomía en su territorio de la provincia de Saada, y proteger las tradiciones culturales y religiosas de los zaidíes, ante lo que consideraban un avance cada vez más invasivo del islamismo sunní.

Cuando, a finales de 2004, el ejército yemení mató en combate a Al Hutí, su familia mantuvo el control del grupo y lideró otras cinco revueltas, hasta el frágil alto el fuego firmado con el Gobierno en 2010.

¿Qué ha llevado a la crisis actual?

En 2011, los hutíes se unieron a las protestas populares contra Saleh y obtuvieron ventaja del vacío de poder subsiguiente, expandiendo su control territorial desde Saada a la vecina provincia de Amra. Más tarde participaron en la llamada Conferencia Nacional de Diálogo, tras la que, en febrero de 2014, el presidente Mansur Hadi anunció planes para convertir Yemen en una federación de seis regiones.

El pasado mes de julio, los hutíes infligieron en Amra varias derrotas a grupos tribales y de milicianos apoyados por los islamistas del partido Al Islah. El grupo ganó también en apoyo popular, circunstancia que los hutíes achacan a la frustración generada por el gobierno de transición, dominado aún por políticos ligados al antiguo régimen, incluyendo, aunque indirectamente, al propio Saleh.

A finales de ese mismo mes, el Gobierno canceló el subsidio a los carburantes, como parte de sus reformas económicas. El precio de la gasolina se duplicó. Alentado por sus victorias militares en el norte, el nuevo líder hutí, Abdul Malik al Hutí, exigió en agosto al presidente que recuperase los subsidios, y que formase un nuevo ejecutivo «no corrupto».

Miles de seguidores hutíes, tanto chiíes como sunníes, comenzaron entonces sentadas de protesta y bloqueos en edificios gubernamentales y carreteras de Saná, hasta que, en septiembre, el presidente accedió a sustituir al Gobierno y prometió rebajar los precios de los carburantes. Pero la iniciativa fue rechazada por los hutíes, al considerarla insificiente. Una semana después, las fuerzas de seguridad dispararon contra manifestantes hutíes en la capital, causando siete muertos.

El 18 de septiembre, enfrentamientos entre milicianos hutíes y sunníes en Saná dejaron 40 muertos, y el 21 de ese mes los hutíes ocuparon edificios clave en Saná. El entonces primer ministro, Mohammed Basindwa, dimitió, y el Gobierno y los hutíes firmaron un acuerdo, patrocinado esta vez por Naciones Unidas. Hutíes armados, sin embargo, continuaron patrullando las calles de Saná y, el 14 de octubre, los rebeldes capturaron la estratégica ciudad de Hudeida, en el Mar Rojo.

Una semana antes, al menos 47 personas murieron en un atentado suicida, perpetrado en la capital contra un grupo de seguidores de los rebeldes hutíes. El ataque fue reivindicado por Al Qaeda.

El 7 de noviembre los rebeldes rechazaron el nuevo gobierno, y el pasado 20 de enero milicianos hutíes atacaron la residencia de Mansur Hadi y se hicieron con el control del palacio presidencial, dos días antes de que tanto el presidente como el primer ministro presentasen su dimisión.

La situación en Yemen, en octubre de 2014. Mapa: archicivilians.com. (Pinchar en la imagen para ampliarla)
La situación en Yemen, en octubre de 2014. Mapa: archicivilians.com. Ampliar

¿Les apoya Irán?

Los hutíes lo niegan, pero es lo que piensan tanto las autoridades yemeníes como las saudíes, y lo que puede leerse también en muchos análisis publicados estos días.

De hecho, el Gobierno yemení (al que, además de EE UU, apoyan también Arabia Saudí y las monarquías sunníes del Golfo) ha interceptado barcos cargados de armas iraníes cuyo supuesto destino eran los rebeldes hutíes. Los saudíes temen que los hutíes acaben creando un mini Estado títere del Irán chií en el norte de Yemen, junto a su frontera.

Exista o no este apoyo, sin embargo, la reducción del conflicto a un mero enfrentamiento entre chiíes y sunníes, extrapolando las realidades del Líbano o de Irak, supone una gran simplificación, e implica considerar sunníes a todos los rivales de los hutíes, algo que no es cierto.

Lo explican en la revista Middle East Report los profesores Stacey Philbrick Yadav y Sheila Carapico:

Está visión está completamente equivocada. El zaidismo está relacionado con la rama imamí del chiísmo (institucionalizada en Irán), del mismo modo que, por ejemplo, los ortodoxos griegos son una rama del catolicismo. Relacionar ambos credos puede tener sentido, tal vez, en términos esquemáticos, pero en lo relativo a doctrina, prácticas, políticas y hasta festividades religiosas, el zaidismo y el chiísmo imamí son muy distintos.

Por otra parte, históricamente tanto la ciudad de Saná como las zonas del norte han sido territorio zaidí, de modo que la resistencia al avance hutí no ha procedido exclusivamente de «tribus sunníes», como han sugerido muchos periodistas, sino también de los propios hijos de tribus zaidíes que, cuando se unieron al partido neoconservador Al Islah [islamistas en la oposición, relacionados con los Hermanos Musulmanes], adoptaron una ‘identidad sunní’ inspirada por el wahabismo saudí y/o por los Hermanos Musulmanes egipcios. El clan Al Ahmar, cuyos jeques están entre los más importantes de la histórica confederación tribal zaidí Hashid, situada entre Sa’ada y Saná, y que detesta a los hutíes, es zaidí por parentesco y, a la vez, sunní por su conversión nominal tras su afiliación al partido Al Islah.

Por otro lado, el grupo mayoritario en la costa y en las provincias meridionales son los shafíes, quienes son sunníes (del mismo modo que los luteranos o los metodistas son protestantes), pero que rara vez se identifican a sí mismos como tales, a pesar de que históricamente se han distanciado de los regímenes zaidíes en Saná.

Lo cierto es que, en el limitado sentido en que este conflicto es «sectario», también lo es institucional: empezó con la rivalidad existente entre campamentos hutíes y campamentos salafistas financiados por Arabia Saudí, en la ciudad de Dammaj (históricamente zaidí), un relato bastante más interconectado con el poder estatal contemporáneo que con «eternas disputas» entre las dos ramas dominantes del islam.

Aparte del Gobierno, los principales rivales a los que se enfrentan actualmente los hutíes son Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), que considera a la comunidad chií como apóstata y justifica el asesinato de sus miembros, y Ansar al Sharia, una milicia radical sunní presente en el sur y el este del país.

Al Qaeda

La rama yemení de la Al Qaeda, integrada en AQPA, es una de las más activas en la actualidad, y sus milicianos son objetivo de continuos ataques aéreos por parte de aviones no tripulados (drones) estadounidenses, que cuentan con el respaldo del Gobierno.

Yemen fue siempre una zona fundamental en la estrategia del fallecido Osama bin Laden, cuyo padre nació en este país y se trasladó posteriormente a Arabia Saudí.

La organización se reforzó a partir de los años 90 con el regreso de los muyahidines que combatieron a los soviéticos en Afganistán, y que participaron junto a fuerzas yihadistas, algunas vinculadas al sector más extremista de Al Islah, en la guerra civil contra el Partido Socialista de Yemen (PSY) y los partidos afines.

La guerra entre el Ejército yemení y Al Qaeda comenzó en 2001. Desde entonces se han venido produciendo numerosos enfretamientos entre las tropas gubernamentales y los insurgentes yihadistas, cuya presencia se ha expandido por todo el país, especialmente en la zona del antiguo Yemen del Sur.

Durante la presidencia de Saleh, sus opositores le consideraron culpable de la situación en el sur al no haber tomado medidas suficientes para frenar la entrada de Al Qaeda. Algunos grupos detractores aseguraron incluso que Saleh estaba utilizando la presencia de la organización terrorista como excusa para hacer temer una expansión islamista si su gobierno caía y afianzar así su poder y respaldo internacional.

Tras el derrocamiento de Saleh, los insurgentes utilizaron el caos que surgió para ampliar su presencia en el país. Mansur Hadi inició una reforma en el Ejército y ordenó una nueva ofensiva.

Expulsada de las gobernaciones de Abyan y Shabwah por los ataques aéreos de EE UU y las ofensivas del Ejército, la principal zona de influencia de Al Qaeda se extiende ahora por la gobernación de Hadramaut.

En las ciudades bajo control de Al Qaeda se han declarado pequeños «emiratos islámicos», donde se ha impuesto una interpretación estricta de la sharia, incluyendo numerosas detenciones arbitrarias y ejecuciones. Ello ha provocado masivos desplazamientos entre la población civil, que ha emigrado a zonas más seguras, como las ciudades de Adén y Saná.

Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), con base en Yemen, asumió la autoría del atentado contra la revista satírica francesa ‘Charlie Hebdo’ perpetrado el pasado 7 de enero. Un dirigente militar de AQPA, Nasr bin Ali al Anesi, aseguró en un vídeo (en la imagen) que «la invasión bendita de París» fue planeada y financiada por la cúpula de su organización en «venganza» por las ofensas contra el profeta Mahoma. El ataque causó la muerte de doce personas, incluyendo el director de la revista, «Charb», otros ocho empleados y dos policías.

Ansar al Sharia

La otra organización salafista-yihadista importante que opera en Yemen es Ansar al Sharia, una ‘marca’ afiliada a Al Qaeda que incluye a diferentes grupos radicales de milicianos sunníes presentes en el sur y el este del país.

Se cree que Ansar al Sharia («seguidores, o partidarios, de la ley islámica») fue formada por AQPA como respuesta a un cada vez mayor movimiento opositor al Gobierno de Saleh que no comulgaba, sin embargo, con la estrategia de los grupos fundamentalistas, centrada en derrocar al régimen de forma violenta y en establecer un estado islámico basado en su particular interpretación extremista y literal de la sharia.

A principios de 2011, y aprovechando que las autoridades y el ejército estaban ocupados en la represión de las primeras protestas contra el gobierno de Saleh, Ansar al Sharia tomó el control de la provincia de Abyan, en el sur de Yemen. Durante unos diez meses, hasta junio de 2012, y según un informe de Amnistía Internacional, la zona se convirtió en un auténtico reino del terror.

Con el pretexto de «mantener el orden», y para hacer cumplir sus normas sociales y religiosas, los armados militantes de Ansar al Sharia sometieron a la población a lo que Amnistía calificó como una «horrible» violación de los derechos humanos, y que incluyó desde matanzas, torturas y confesiones forzosas hasta castigos como amputaciones, flagelaciones y crucifixiones para delitos como el espionaje o el robo.

Los islamistas: Al Islah

Al Islah, apócope de Congregación Yemení para la Reforma, es el principal partido islamista y opositor del país. Fue fundado en 1990 bajo el liderazgo del jeque Abdulá al Ahmar, y contó en su nacimiento con el apoyo de Saleh, quien potenció un islamismo político para rebajar el peso histórico de los imanes zaidíes en el país. El partido mantiene lazos con los Hermanos Musulmanes egipcios.

Asimismo, Saleh, respaldado por los países del Consejo de Cooperación del Golfo, se aprovechó durante los primeros años de su mandato de este islamismo político para reducir el poder de las formaciones marxistas presentes en el sur, con el PSY a la cabeza.

A pesar de que cuenta en sus filas con simpatizantes opuestos a la causa hutí, Al Islah ha expresado públicamente su oposición a la ofensiva contra los hutíes, argumentando que ello supondría apoyar a un gobierno respaldado por Occidente.


Más información y fuentes:
» Yemen se precipita hacia el caos político (Efe)
» Dimite el presidente de Yemen tras días de combates con los Huthi (El País)
» The Breakdown of the GCC Initiative (Stacey Philbrick Yadav y Sheila Carapic, en Middle East Report)
» Quién es quién en la lucha de poder en Yemen (Europa Press)
» Questions, answers on Yemen as rebels, president strike deal (AP)
» Yemen crisis: Who are the Houthis? (BBC)
» El rompecabezas yemení (Itxaso Domínguez de Olazábal, en Baab Al Shams)
» Yemen chaos puts uncertainty into Obama terror fight – or does it? (Howard LaFranchi, en The Christian Science Monitor)
» Yemen: the bloody road from national dialogue (AFP)
» A Poor People’s Revolution: The Southern Movement Heads Toward Independence from Yemen (Susanne Dahlgre, en Middle East Report)
» Yemen’s Houthis and their «Peaceful Revolution» (Robert Sharp, en International Policy Digest)
» As the Houthis Rise in Yemen, it is Worth Remembering that Zaydi Islam Was Not Historically Radical (Michael Collins, Middle East Institute)
» An old hand is at work in Yemen’s bloody civil war (Robert Fisk, en The Independent)
» Yemen (M’Sur)