Dirección y producción del vídeo: Karim Shaaban.
Traducción al inglés: Nourhan Ashraf.
Asistentes a la producción: Ahmed Somaly, Medhat Saad.
Dirección y producción del vídeo: Karim Shaaban.
Traducción al inglés: Nourhan Ashraf.
Asistentes a la producción: Ahmed Somaly, Medhat Saad.
Egipto: de súbditos a ciudadanos. Viñeta de Carlos Latuff (Wikimedia Commons).
Manifestantes juegan al ajedrez mientras pasan la noche en la plaza Tahrir de El Cairo, Egipto el 1 de febrero. Foto: Patrick Baz / AFP / Getty Images
Anthony Shadid, en The New York Times (6/2/2011):
Minutos antes de la medianoche del domingo, al tiempo que una inesperada lluvia lava las somnolientas calles de El Cairo, Ahmed Abdel-Moneim camina con unos amigos cruzando el puente que se ha convertido en el pasaje hacia la capital paralela de la Plaza Tahrir, un lugar que es ya, también, una idea. «Mi vista va mucho más lejos de lo que alcanzan mis ojos», dice.
La revolución egipcia es como una carrera de ultimatums –caos y revolución, libertad y sumisión–, pero el ruedo de la Plaza Tahrir es más tranquilo por las noches. La cacofonía de la rebelión da paso a un rato para la poesía, las representaciones y la política.
Ya sea en la cantina donde se preparan bocadillos de queso, entre los voluntarios que llevan té a los guardias de las barricadas, en las farmacias atiborradas de Betadine o entre los artistas que han traído su estética hasta el asfalto, otro Cairo, el suyo propio, comienza cuando la ciudad duerme. El cansancio es ya agotamiento, pero nadie quiere rendirse en un momento que se siente lleno del idealismo del desafío.
«Aquí todo el mundo está despierto», dice Abdel-Moneim, mientras pasa por un control del ejército donde un soldado acaba de orinar sobre su propio tanque. «Es posible que esté exhausto, pero sé que al llegar la mañana puedo respirar el aire de la libertad. Lo que he visto aquí no lo he visto nunca antes en toda mi vida». O, como reza un grafiti en un tanque, «la revolución se hace en Tahrir, no durmiendo en la cama».
En un día como otro cualquiera, la ciudad más grande del mundo árabe se tambaleó, y a sus 18 millones de habitantes se les unió otro millón en el campo. […]
Anthony Shadid, en The New York Times
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Un vídeo de Oliver Wilkins realizado en plena Plaza Tahrir, en El Cairo, el pasado 1 de febrero. Los mensajes y las voces de los manifestantes contra Hosni Mubarak, claros y contundentes, están traducidos al inglés.
Extractos del encuentro digital organizado por 20minutos.es sobre la situación actual de Egipto, entre el profesor Najib Abu-Warda, experto en el mundo árabe, y los lectores del diario:
¿Cómo puede repercutir la revuelta egipcia en el mundo árabe, donde muchos países tienen democracias formales pero limitadas?
Lo que está pasando en Egipto y en el resto del países es una especie de ‘revolución blanca’, en la que las masas árabes quieren alcanzar unos niveles de derechos humanos y democracia iguales a los del resto del mundo. Cada país es diferente, pero pocos de ellos ahora mismo son democracias reales. Las revueltas significan el inicio del fin de la situación que ha existido hasta ahora.
¿Durará semanas? ¿Meses?
Lamentablemente, parece que el régimen está movilizando afines a su política para justificar su permanencia en el poder y ganar tiempo. A pesar de todo, no hay expectativas de continuación del actual Gobierno. Dependiendo de la resistencia del sistema y su capacidad de movilizar masas a su favor, así durarán las revueltas. Además, lo importante es saber hacia qué lado girará el Ejército, que de momento ha mantenido una postura neutral, aunque moralmente favorable a los manifestantes antimubarak. Las condiciones en general indican que el fin de Mubarak no está lejos.
¿Cómo influyen en Europa todas estas revueltas?
La zona de Oriente Medio es muy importante estratégicamente. La estabilidad en Egipto y el resto de países de la zona tiene efectos inmediatos sobre los intereses occidentales. Europa está tomando una postura similar a la EE UU, pidiendo el inicio de reformas democráticas en el país.
¿Estamos a las puertas de un nuevo Irán en Egipto?
No necesariamente. Al contrario, el no cambio en Egipto es lo que generá extremismo y radicalismo. Los Hermanos Musulmanes están actuando de una forma aceptable en toda esta crisis, no demandando cambios desde la perspectiva islamista.
¿Cómo influirá el cambio político en Egipto, de producirse definitivamente, en Israel?
Egipto es una aliado de Israel desde finales de los años sesenta. Reconoce el Estado de Israel. Sin embargo no ha podido normalizar las relaciones más allá de la diplomacia formal. Esto es debido a que el régimen egipcio -en realidad, todos los regímenes egipcios de la segunda mitad del siglo XX- no ha tenido en cuenta la opinión pública del país sobre estas relaciones con Israel. A Israel le interesa que Egipto no cambie, porque sus relaciones con el régimen de Mubarak no le suponen tantas dificultades. En cambio, un Gobierno democrático que respondiera ante el pueblo, tendría más difícil mantener esa política hacia Israel, muy criticada por los ciudadanos.
¿Qué papel están teniendo las redes sociales (Twitter, Facebook) ¿No estamos confundiendo, desde nuestra privilegiada posición de espectadores, el cómo con el porqué? Al fin y al cabo, como se está demostrando hoy con los enfrentamientos, y en días pasados con los centenares de muertos, para derrocar al poder -y más si éste es de naturaleza autocrática- se hace impresicindible recurrir a los tradicionales métodos de acción directa. ¿La revolución no sigue ganándose en la calle?
Las movilizaciones se incian desde las masas de jóvenes apolíticos. Son fracciones naturales de asociaciones de estudiantes y grupos sociales de la sociedad civil. Hasta qué punto las movilizaciones puedes ser instrumentalizadas por grupos políticos de la oposición no se puede saber con certeza. A día de hoy, claro.
¿En que países hay mas posibilidades de que se sigan los pasos de Túnez y Egipto? ¿Por qué?
Jordania, principalmente. En otros países como Yemen, que está prácticamente sumido en una guerra civil, Líbano o Argelia también se dan condiciones para que se produzca algo así. En un segundo grupo como el de las monarquías del Golfo, cuya situación económica es más privilegiada, sería más difícil que se produjera algo así. La crítica a estos regímenes es más intelectual que social, por eso la movilización de masas es más complicada y lenta. Marruecos, por otro lado, se sitúa en una posición más compleja. Esto es debido a la propia estructura monárquica del país. En este país existen factores de inestabilidad, pero no son los de Egipto o Túnez. En Marruecos sería necesario movilizar las mazas desde varios enfoques, más allá de lo superficial. Habría que replantearse allí la situación de legitimidad del poder monárquico para gobernar al pueblo.
El intervencionismo de EE UU en la región está más que demostrado y el vicepresidente Omar Suleiman es una prueba de ello. ¿Cuál es el papel que cree que ha tenido EE UU en los sucesos de Egipto y Túnez?
EE UU es el país más implicado en todos estos acontecimientos. La zona es vital para su política exterior. En Egipto, todos los personajes del Gobierno son afines a EE UU. También El Baredei, uno de los líderes de la oposición, es sospechoso de ser «el hombre de Estados Unidos». Muchos analistas temen que el cambio en Egipto complique la política geoestratégica en la zona. EE UU está diseñando el camino por donde tienen que transcurrir los cambios políticos en Egipto.
¿Qué papel juega, si juega alguno, la religión en esta revolución¿ ¿Tiene razones Occidente para temer una radicalización hacia el fundamentalismo, en caso de que triunfe la revolución como lo ha hecho ya en Túnez?
Los Hermanos Musulmanes, el grupo político islamista más importante del país, no es contemplado como un partido legal (a día de hoy). Cualquier reforma debería incluirlos, porque excluirlos significaría darles un motivo para su radicalización. La mejor forma de minimizar las posibilidades del islamismo egipcio es incluir a los HH MM.
¿Por qué cree que Israel desaprueba el movimiento egipcio contra Mubarak? ¿Puede haber algún interés oculto (económico) por parte de una superpotencia en que Oriente Medio se desestabilice interiormente? ¿O es una transición natural de avance sociodemográfico?
Hay un interés no sólo económico, sino estratégico y geopolítico. No interesa ni una estabilidad plena ni una inestabilidad del todo bélica. Interesa una situación de cierta inestabilidad controlada. Como hasta ahora.
¿Qué consecuencias cree que puede tener esto en la situación de territorios como Palestina y el Sáhara Occidental?
Para Palestina es fundamental cualquier cambio democrático en Egipto. Israel tendrá que aceptar que este país hable de una forma diferente en política exterior. Sobre el Sáhara occidental las repercusiones serán menores, y difícilmente sancionables ahora mismo.
¿Por qué ahora la revuelta y no antes?
El espejo de Túnez hizo pensar al pueblo egipcio. Esto es una realidad constatable. El efecto contagio del país del exdictador Ben Alí es una de las razones, quizá la más importante.
¿Es justificada la preocupacion del Estado hebreo por un posible cambio de régimen en Egipto?
Sí, desde su punto de vista. Quiere un Egipto neutralizado, y teme que éste se desperece. Israel teme perder la facilidad de actuar como lo está haciendo hasta ahora.
¿Quién está detrás de la revuelta? ¿Qué país o países están jugando el papel de motores, organizadores y dirigentes?
Efectivamente, las movilizaciones del pueblo no son espontáneas, sino motivadas por causas políticas, económicas y sociales. El pueblo necesita un elemento para transformar el malestar en revuelta de forma espontánea, si bien, al mismo tiempo, grupos políticos tienen mucho interés en capitalizar y coordinar estas movilizaciones. Incluso desde el exterior, potencias como EE UU u otros países de la zona, quieren el cambio.
¿Por qué el mundo árabe es incapaz de ser aconfesional?
El mundo árabe es un mundo aconfesional en el sentido de que hay un reconocimiento de todas las confesiones existentes. En Egipto hay diez millones de cristianos. Egipto es aconfesional. Otra cosa es que en dicho mundo árabe haya una vinculación estrecha entre Estado y religión. Yo creo que este no es el problema. El problema del mundo árabe es su decadencia, motivada no por la religión o las religiones, sino por circunstancias políticas, económicas y sociales. El mundo musulmán, en general, necesita interpretar de nuevo la relación entre su religión y el Estado moderno. Islam y democracia son perfectamente compatibles.
A diferencia de Palestina, la sociedad egipcia lleva varias décadas soportando esta situación sin el menor atisbo de disconformidad. ¿Un pueblo que ha tolerado durante tanto tiempo la injusticia, será realmente capaz de asimilar un proceso democrático? ¿Se merece Egipto la libertad?
Totalmente. España, sin ir más lejos, es un ejemplo evidente. Las dictaduras están condenadas a desaparecer, independientemente de dónde se hayan establecido. Hay que apoyar con más vehemencia estas transiciones a la democracia, porque si han permanecido -en Egipto y otros países, incluso del tercer mundo- es por la complicidad de Occidente.
¿Qué movimento opositor es el predominante? ¿Cuáles serán los próximos pasos a seguir? ¿En verdad se pretende una transición a la democracia o un cambio de gobierno? ¿Existe alguna previsión de en qué condiciones estará el país dentro de unos meses?
Hay más de un grupo, no sólo los Hermanos Musulmanes; están los nasseristas, por ejemplo. Lo ideal, respecto al futuro próximo, sería el establecimiento de un gobierno de transición que cree las condiciones óptimas para realizar elecciones legislativas y presidenciales (que están previstas, en teoría, para septiembre). Pero es verdad que, de momento, que no se puede adelantar acontecimientos respecto a lo que pudiera suceder en las próximas semanas (caída de Mubarak, posición del Ejército…). Es posible que el conflicto se enquiste y se alarge.
¿Cuál es el futuro de los dictadores como el de Túnez o el de Egipto?
Cada caso es distinto. En el caso de Túnez, Ben Alí es un dictador que ha cometido crímenes contra su propio pueblo, por lo que está buscado por la Interpol para someterle a la Justicia. Mubarak, hasta ahora, podría tener una salida digna (el pueblo reconoce su labor de militar en los años 60). No hay indicios que haya cometido crímenes contra su pueblo (del estilo de los cometidos por Ben Alí en Túnez). Lo que no quiere decir que si se complica la situación, los pueda cometer.
¿Es El Baradei el hombre adecuado para pilotar la transición?
El Baradei es el hombre de EE UU camuflado en la transición egipcia. Ha vivido siempre fuera del país. No es el mejor candidato. Hay muchos egipcios con mucha mayor capacidad y aceptación para dirigir al país que este Premio Nobel de la Paz. El Baradei cuenta, eso sí, con la ventaja de ser independiente y de coincidir con las demandas de los manifestantes. Además, el prestigio de su reconocimiento internacional, a pesar de sus relaciones con EE UU, podría jugar a su favor dentro del país.
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Al menos una persona ha muerto y otras 403 han resultado heridas en los enfrentamientos ocurridos este miércoles en el centro de El Cairo entre partidarios y detractores del presidente egipcio, Hosni Mubarak, según informó el ministro de Sanidad, Ahmed Farid, en la televisión estatal, y recoge Europa Press.
Según el ministro, el fallecido es un soldado que se cayó desde un puente, mientras que la mayoría de los heridos fueron golpeados con piedras, informa Reuters. Farid aclaró que ninguna de las víctimas presentaba heridas de bala.
Por su parte, cadenas árabes como Al Jazeera o Al Arabiya elevan en torno a 500 el número de heridos.
Los defensores de Mubarak atacaron este miércoles a los manifestantes opositores con látigos, piedras y palos, mientras que los detractores del presidente respondieron igualmente con piedras y otros objetos, en unos combates que han convertido El Cairo en una zona de guerra en la que apenas se dispone de informaciones oficiales.
Hasta la plaza Tahrir, epicentro de las protestas contra el régimen, se desplazaron también personas montadas a caballo o incluso en camello para golpear a los allí presentes, en una amalgama en la que se hacía imposible distinguir de qué parte estaban quienes atacaban o respondían a estos ataques, informa Europa Press.
Los manifestantes anti Mubarak denunciaron que en los ataques participaron policías vestidos de paisano, algo que el Gobierno ha negado.
Un médico presente en la plaza Tahrir declaró a Al Arabiya que hay personas con huesos rotos que han sido atendidas en la propia plaza, e incluso confirmó la existencia de cadáveres.
Uno de los manifestantes opositores indicó por su parte a la BBC que había muchos heridos «cubiertos de sangre» y que algunas personas lanzaban «piedras muy, muy grandes». Algunos manifestantes incluso se subieron a azoteas de edificios para atacar desde arriba a las personas que se congregaban en las calles.
Mientras, el Ejército egipcio ha optado por no intervenir y, aunque se llegó a decir que los militares habían disparado al aire para evitar enfrentamientos, la propia institución negó posteriormente este punto.
Al menos una persona ha muerto y otras 403 han resultado heridas en los enfrentamientos ocurridos este miércoles en el centro de El Cairo entre partidarios y detractores del presidente egipcio, Hosni Mubarak, según informó el ministro de Sanidad, Ahmed… Leer
Cientos de miles de personas han participado este martes en El Cairo en la llamada «marcha del millón», para exigir la dimisión inmediata del presidente egipcio, Hosni Mubarak, y la convocatoria de elecciones libres. Una auténtica marea humana abarrotó la céntrica plaza Tahrir y las calles aledañas, que seguían recibiendo gente pese a que estaba a punto de entrar en vigor el toque de queda en el país.
Más información:
» Los egipcios se unen en una manifestación masiva pidiendo que se vaya Mubarak (Efe)
Fotos:
» La ‘marcha del millón’ contra Mubarak en Egipto (RTVE)
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Hace apenas un mes, Túnez seguía siendo, a ojos de Occidente, ese pequeño país tranquilo y estable del Norte de África que acataba sin rechistar las exigencias de EE UU en su lucha contra el terrorismo islamista y al que adulaban sin rubor los gobiernos europeos (sus vecinos del sur, Francia, Italia y España, especialmente); un rincón lleno de sol, playas, magníficas ruinas históricas y el suficiente exotismo árabe en un ambiente seguro como para atraer cada año a miles de turistas. ¿Una dictadura? Tal vez, pero nada grave. La apariencia democrática era suficiente y, en cualquier caso, era una dictadura amiga.
Hoy, esos mismos ojos contemplan un escenario en plena revolución popular, en el que, tras semanas de revueltas callejeras, represión policial, poco convincentes promesas de cambio y decenas de muertos, la democracia real podría estar llamando por fin a la puerta, por primera vez en un país árabe.
La explicación es sencilla: No es que Túnez haya cambiado de la noche a la mañana, es que nunca ha sido lo que la mayoría de los gobiernos occidentales preferían creer (o hacer creer) que era.
Durante más de 20 años, y tras la cortina de una falsa democracia, el régimen autoritario de Zine al Abidine Ben Alí había convertido el país magrebí en el coto privado de la familia gobernante, donde la corrupción y el nepotismo campaban a sus anchas y la falta de libertad a todos los niveles era flagrante.
Los ingresos del turismo y las ayudas estadounidenses y europeas, a cambio de la contención del islamismo y de la inmigración, permitieron un espejismo de prosperidad económica que, sin embargo, se vino abajo al estallar la crisis global en 2008. El paro y los precios se dispararon, los sueldos se hundieron y la juventud, principal víctima de la situación, salió a la calle.
Las demandas económicas y sociales dieron pronto el lógico paso a la exigencia de libertad y democracia, y la oleada ha resultado ser incontenible. Ben Alí está huido, el Gobierno disuelto; los europeos, pendientes de una posible evacuación, y la gente, esperando al fin unas elecciones que se han anunciado ya para dentro de un mes.
Todavía es una incógnita si la transición será un éxito o no, como lo es también hasta qué punto la revuelta tunecina hará poner sus barbas a remojar a los gobernantes vecinos.
En Argelia (otro régimen falsamente democrático, pero, a diferencia de Túnez, de orientación pseudosocialista) ya ha habido protestas populares contra el gobierno de Bouteflika por la situación económica. En Egipto, Mubarak acaba de ganar (otra vez) unas elecciones tildadas de farsa por la oposición, mientras crece la tensión y la violencia contra la minoría cristiana y por la marginación de los islamistas. Y en Marruecos, que tiene en la reciente revuelta saharaui la punta de lanza de la contestación social por el deterioro económico, la corrupción del régimen ha quedado al descubierto por los cables de Wikileaks. La Libia del eterno Gadafi es, por ahora, un hueso más difícil de roer.
Pero, de momento, el cambio se ha producido, y esta vez no ha sido un cambio impulsado por los militares. Estas son las claves de lo ocurrido:
Situado en la costa mediterránea africana, y con 10,3 millones de habitantes (el 98%, musulmanes), Túnez es el país más pequeño del Magreb, la parte occidental del mundo árabe, que incluye asimismo a Marruecos, Argelia y Libia. El 40% de su territorio está ocupado por el desierto del Sáhara, mientras que el resto es suelo fértil y adecuado para la agricultura.
Hasta ahora, Túnez era el país magrebí menos conflictivo, lo que, unido a sus playas, su sol, su gran riqueza histórica y cultural, y la garantía de confort y seguridad para los visitantes, le hacían un gran reclamo para el turismo (más de 126.000 españoles lo visitan cada año).
Con un gobierno proestadounidense, y considerado un Estado modélico en la zona por Occidente, Túnez es el socio norteafricano de la UE que más ayudas recibe per cápita, aunque en términos absolutos le supera Marruecos. La inversión extranjera está capitaneada por Francia, con 1.250 empresas presentes en Túnez, seguida de Italia, Alemania, el Reino Unido, Bélgica, Holanda y España.
Las ayudas exteriores, junto a los ingresos provenientes del turismo, la industria manufacturera y los fosfatos, habían hecho de Túnez un país relativamente próspero, hasta que estalló la crisis económica mundial en 2008.
Con la crisis, la inversión extranjera cayó en picado (un 33% en 2009) y se dispararon los precios de los productos básicos, pero el país habría podido mantener el tipo de no ser por la persistencia de sus dos grandes problemas endémicos: el paro y la corrupción.
El paro, que afecta sobre todo a la juventud, en una nación donde dos tercios de la población es joven (el 55%, menor de 25 años), supera el 15%, y las políticas del Gobierno para atajarlo han sido inexistentes o ineficaces.
Al ser la educación obligatoria, muchos de estos parados son universitarios (el número de licenciados se ha triplicado en la última década) que se ven abocados, bien a emigrar a Europa, algo nada fácil ante las políticas cada vez más restrictivas del Viejo Continente, bien a orientar su futuro hacia un destino precario y poco apetecible en la agricultura.
La corrupción y el nepotismo han sido, por su parte, la seña de identidad del régimen. Las grandes empresas están en manos de los Trabelsi, la familia del hasta ahora presidente Ben Alí y su esposa, Leila. Muchas de ellas han sido expropiadas en aras del «interés nacional». Y la redistribución de las grandes ganancias que estas empresas generan brilla por su ausencia o se reduce a asociaciones de solidaridad, controladas también por el partido oficial.
Junto al descontento económico, la falta de libertad ha sido el otro gran factor que ha acabado agotando la paciencia de los tunecinos.
Túnez es un Estado policial de confidentes, donde se controla hasta el último correo electrónico, y en el que la censura, desde los libros y los medios de comunicación hasta las redes sociales en Internet, está a la orden del día. Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado la existencia de cárceles secretas, desaparecidos, registros domiciliarios sin orden judicial, palizas…
Existen tres partidos de oposición, pero apenas tienen fuerza y están aislados (las elecciones las gana siempre el partido del Gobierno con porcentajes superiores al 80%). Y al igual que en Egipto o Argelia, el régimen ha ido debilitando o eliminando las estructuras sociales intermedias (partidos, sindicatos, asociaciones) capaces de plantar cara al poder.
La situación del país quedaba bien reflejada en los cables de los diplomáticos estadounidenses sobre Túnez sacados a la luz por Wikileaks, y publicados, entre otros medios, por El País. Algunos extractos:
El presidente Ben Alí está envejecido, su régimen sufre de esclerosis y no hay un claro sucesor. Muchos tunecinos están frustrados por la falta de libertad política y sienten rabia por la corrupción de la familia del presidente, por las elevadas tasas de desempleo y por las desigualdades regionales.
El extremismo es una amenaza continua. […]. El gobierno tunecino no acepta consejos ni críticas nacionales o internacionales. En lugar de ello, intenta imponer un control todavía mayor, echando a menudo mano de la policía […]. Túnez es un Estado policial, con escasa libertad de expresión o asociación, y con serios problemas de derechos humanos.
El presidente hace lo que su mujer le pide que haga […]. Los miembros de la amplia familia de Ben Alí pueden hacer lo que quieran con impunidad, incluido falsificar documentos.
Ante esta situación, EE UU y la UE han jugado con Túnez durante años la baza de mirar para otro lado a cambio de contar con un aliado fiel en la zona, dándole carta blanca para hacer el trabajo sucio en tres frentes: la lucha contra el islamismo radical (especialmente desde el 11-S), la contención de la inmigración (en 2001 la UE firmó varios acuerdos con Túnez para controlar la emigración clandestina) y la protección del turismo (sobre todo, tras el atentado de 2002 vinculado a Al Qaeda en una sinagoga en la isla de Jerba, en el que murieron 15 personas).
Sin embargo, es precisamente la corrupción, la represión y la pobreza lo que, como demuestran las experiencias de Argelia y Egipto, da alas a los islamistas. Y es precisamente la corrupción, la represión y la pobreza lo que ha acabado sacando al pueblo a la calle y fulminando la imagen de Túnez como paraíso turístico.
A pesar de los ‘apagones’ y de la censura que ha ejercido el Gobierno durante las protestas, el papel de redes sociales en Internet como Facebook o Twitter ha sido de una importancia considerable en la revuelta que ha derrocado al presidente.
El alto nivel de educación y de acceso a la Red de los jóvenes tunecinos les ha servido para organizarse a través de unas nuevas tecnologías que, a su vez, han llevado los detalles de las protestas a todo el mundo, sorteando el control del régimen.
En este sentido, una página web, Nawaat.org, se ha convertido en el gran portavoz de la rebelión ciudadana, con la publicación, en árabe y en francés, de centenares de textos, vídeos y fotos, así como de convocatorias a manifestaciones, comunicados, reacciones…
La contestación social comenzó a mediados de diciembre con manifestaciones, muchas de ellas violentas (cócteles molotov, pedradas), en varias ciudades del país. La represión policial fue muy dura y ha habido decenas de muertos (21, según cifras oficiales; cerca de 70, según la Federación Internacional de Derechos Humanos) y centenares de detenidos.
Se trata de una revuelta sin líderes definidos (los partidos de la oposición están demasiado aislados y son marginales), protagonizada principalmente por jóvenes, y en el contexto de un país con una amplia clase media y una importante tradición secular (los islamistas han quedado al margen de las protestas).
La mayoría de los participantes en las manifestaciones son estudiantes, pero también han salido a la calle trabajadores, intelectuales, campesinos… Esta es la cronología de los hechos:
Ingeniero electrónico y, posteriormente, militar formado en academias de Francia y EE UU, Zine al Abidine Ben Alí, de 73 años, tomó el poder en 1987 por medio de un golpe de Estado. Después modificó la Constitución para poder presentarse indefinidamente a elecciones, denunciadas repetidamente por organizaciones de derechos humanos y la oposición como fraudulentas.
Tras deponer al que fuera presidente de Túnez entre 1957 y 1987, Habib Burguiba, dirigió el país de forma personal, otorgando privilegios y concentrando el poder en muy pocas manos. El régimen se convirtió en una cleptocracia dirigida por los Trabelsi, apellido de la familia de la primera dama.
Son muchas las voces discordantes que le culpan de haber ignorado los derechos humanos y los valores democráticos, acusaciones que él siempre negó. Ben Alí rechazaba las críticas que le achacan haber amañado las votaciones, y llegó a comunicar que procesaría a todo aquel que se atreviese a «difundir mentiras para dañar la imagen de Túnez».
Fue elegido por unanimidad para un primer mandato de cinco años en 1989 y reelegido como único candidato de nuevo en 1994. En 1999, ganó un nuevo mandato de cinco años con un 99,4% de los votos, a pesar de la introducción del pluripartidismo.
Un referéndum en 2002 sobre una nueva Carta Magna que permitía a Ben Alí extender su gobierno hasta el año 2014 fue aprobado por más del 99% de los votantes. Ben Alí ganó con el 94,4% de los votos en las elecciones presidenciales de 2004. En 2009 fue reelegido para un quinto mandato con 89,62% de los votos .
Es el primer ministro de Túnez, y se proclamó presidente en funciones el 14 de enero. Un día después, sin embargo, el Consejo Constitucional señaló que este puesto debía ser ocupado por el presidente del Parlamento, Fued Mebaza.
Economista, y vinculado totalmente a Ben Alí, Ghanuchi ha estado en el Gobierno tunecino desde los tiempos del anterior presidente, Habib Bourguiba.
Presidente del Parlamento y recién nombrado presidente interino, será el encargado de liderar la transición hacia la democracia. Ha anunciado elecciones para dentro de 60 días y ha prometido un gobierno de unidad nacional durante el actual proceso político. Tiene 77 años y es licenciado en Derecho y en Económicas.
Lidera el partido opositor Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades. Según informa El País, Mebaza ha aceptado su propuesta de formar un gobierno de coalición.
Diputado izquierdista y ex candidato a la presidencia por el opositor Partido Demócrata Progresista, una de las pocas formaciones legales de Túnez.
No es fácil calcular el peso real de los islamistas radicales en Túnez, ya que los partidos y asociaciones de esta tendencia han sido desarticulados durante el régimen de Ben Alí. Uno de sus líderes es Rachid Ghanuchi, quien ha pasado cinco años en prisión. Condenado a cadena perpetua en 1992 por rebeldía, en 1993 el Reino Unido le concedió asilo político. Según El País, tiene prohibida la entrada en Estados Unidos, Egipto y Líbano.
La ausencia de los islamistas en la revuelta popular puede haber sido una de las claves del éxito de las protestas. En países donde tienen mucho más peso, como Argelia o Egipto, la amenaza de una deriva hacia un gobierno islamista radical habría hecho mucho más difícil el triunfo de una revolución como ésta.
El Ejército tunecino es relativamente pequeño en comparación con el de otros países árabes. No ha tomado parte activa en la represión de la revuelta, de la que se ha encargado la Policía, aunque fue desplegado en la capital para evitar disturbios y saqueos.
Túnez ha iniciado una transición histórica hacia la democracia, pero el éxito de este camino sigue siendo muy incierto y depende de muchos factores.
Por un lado, no existen líderes definidos en la revuelta popular, y la oposición es muy débil. Tal y como señala el experto Michael Koplow en la revista Foreign Policy, «si se celebran elecciones no está nada claro quién puede haber con la suficiente cualificación como para ser aceptado como candidato por la gente».
Además, las personas encargadas de liderar el actual proceso político hasta la formación del prometido gobierno de coalición proceden del régimen de Ben Alí.
Sin embargo, estos problemas pueden verse contrarrestados por el hecho de que la revuelta cuenta con la neutralidad del Ejército y con el importante apoyo de la clase media y de la élite intelectual del país.
Por otra parte, los islamistas, diezmados por la represión del régimen, no deberían suponer un obstáculo para la democratización del país. La gran homogeneidad que, a diferencia de otros países del Norte de África, caracteriza a la sociedad tunecina, también puede hacer las cosas más fáciles.
Publicado originalmente en 20minutos
Nota: Pese a que, técnicamente, no consideramos a Túnez un país de Oriente Medio, incluimos este artículo por las consecuencias que la revolución tunecina está teniendo en los países de la región que sí son objeto de este blog.
Hace apenas un mes, Túnez seguía siendo, a ojos de Occidente, ese pequeño país tranquilo y estable del Norte de África que acataba sin rechistar las exigencias de EE UU en su lucha contra el terrorismo islamista y al que adulaban sin rubor los gobiernos europeos (sus vecinos del sur, Francia, Italia y España, especialmente); un rincón lleno de sol, playas, magníficas ruinas históricas y el suficiente exotismo árabe en un ambiente seguro como para atraer cada año a miles de turistas. […]