El conflicto en Egipto «puede enquistarse»

2/2/2011 | Miguel Máiquez
Najib Abu-Warda

Extractos del encuentro digital organizado por 20minutos.es sobre la situación actual de Egipto, entre el profesor Najib Abu-Warda, experto en el mundo árabe, y los lectores del diario:


¿Cómo puede repercutir la revuelta egipcia en el mundo árabe, donde muchos paí­ses tienen democracias formales pero limitadas?

Lo que está pasando en Egipto y en el resto del paí­ses es una especie de ‘revolución blanca’, en la que las masas árabes quieren alcanzar unos niveles de derechos humanos y democracia iguales a los del resto del mundo. Cada paí­s es diferente, pero pocos de ellos ahora mismo son democracias reales. Las revueltas significan el inicio del fin de la situación que ha existido hasta ahora.

¿Durará semanas? ¿Meses?

Lamentablemente, parece que el régimen está movilizando afines a su polí­tica para justificar su permanencia en el poder y ganar tiempo. A pesar de todo, no hay expectativas de continuación del actual Gobierno. Dependiendo de la resistencia del sistema y su capacidad de movilizar masas a su favor, así­ durarán las revueltas. Además, lo importante es saber hacia qué lado girará el Ejército, que de momento ha mantenido una postura neutral, aunque moralmente favorable a los manifestantes antimubarak. Las condiciones en general indican que el fin de Mubarak no está lejos.

¿Cómo influyen en Europa todas estas revueltas?

La zona de Oriente Medio es muy importante estratégicamente. La estabilidad en Egipto y el resto de paí­ses de la zona tiene efectos inmediatos sobre los intereses occidentales. Europa está tomando una postura similar a la EE UU, pidiendo el inicio de reformas democráticas en el paí­s.

¿Estamos a las puertas de un nuevo Irán en Egipto?

No necesariamente. Al contrario, el no cambio en Egipto es lo que generá extremismo y radicalismo. Los Hermanos Musulmanes están actuando de una forma aceptable en toda esta crisis, no demandando cambios desde la perspectiva islamista.

¿Cómo influirá el cambio polí­tico en Egipto, de producirse definitivamente, en Israel?

Egipto es una aliado de Israel desde finales de los años sesenta. Reconoce el Estado de Israel. Sin embargo no ha podido normalizar las relaciones más allá de la diplomacia formal. Esto es debido a que el régimen egipcio -en realidad, todos los regí­menes egipcios de la segunda mitad del siglo XX- no ha tenido en cuenta la opinión pública del paí­s sobre estas relaciones con Israel. A Israel le interesa que Egipto no cambie, porque sus relaciones con el régimen de Mubarak no le suponen tantas dificultades. En cambio, un Gobierno democrático que respondiera ante el pueblo, tendrí­a más difí­cil mantener esa polí­tica hacia Israel, muy criticada por los ciudadanos.

¿Qué papel están teniendo las redes sociales (Twitter, Facebook) ¿No estamos confundiendo, desde nuestra privilegiada posición de espectadores, el cómo con el porqué? Al fin y al cabo, como se está demostrando hoy con los enfrentamientos, y en dí­as pasados con los centenares de muertos, para derrocar al poder -y más si éste es de naturaleza autocrática- se hace impresicindible recurrir a los tradicionales métodos de acción directa. ¿La revolución no sigue ganándose en la calle?

Las movilizaciones se incian desde las masas de jóvenes apolí­ticos. Son fracciones naturales de asociaciones de estudiantes y grupos sociales de la sociedad civil. Hasta qué punto las movilizaciones puedes ser instrumentalizadas por grupos polí­ticos de la oposición no se puede saber con certeza. A dí­a de hoy, claro.

¿En que paí­ses hay mas posibilidades de que se sigan los pasos de Túnez y Egipto? ¿Por qué?

Jordania, principalmente. En otros paí­ses como Yemen, que está prácticamente sumido en una guerra civil, Lí­bano o Argelia también se dan condiciones para que se produzca algo así­. En un segundo grupo como el de las monarquí­as del Golfo, cuya situación económica es más privilegiada, serí­a más difí­cil que se produjera algo así­. La crí­tica a estos regí­menes es más intelectual que social, por eso la movilización de masas es más complicada y lenta. Marruecos, por otro lado, se sitúa en una posición más compleja. Esto es debido a la propia estructura monárquica del paí­s. En este paí­s existen factores de inestabilidad, pero no son los de Egipto o Túnez. En Marruecos serí­a necesario movilizar las mazas desde varios enfoques, más allá de lo superficial. Habrí­a que replantearse allí­ la situación de legitimidad del poder monárquico para gobernar al pueblo.

El intervencionismo de EE UU en la región está más que demostrado y el vicepresidente Omar Suleiman es una prueba de ello. ¿Cuál es el papel que cree que ha tenido EE UU en los sucesos de Egipto y Túnez?

EE UU es el paí­s más implicado en todos estos acontecimientos. La zona es vital para su polí­tica exterior. En Egipto, todos los personajes del Gobierno son afines a EE UU. También El Baredei, uno de los lí­deres de la oposición, es sospechoso de ser «el hombre de Estados Unidos». Muchos analistas temen que el cambio en Egipto complique la polí­tica geoestratégica en la zona. EE UU está diseñando el camino por donde tienen que transcurrir los cambios polí­ticos en Egipto.

¿Qué papel juega, si juega alguno, la religión en esta revolución¿ ¿Tiene razones Occidente para temer una radicalización hacia el fundamentalismo, en caso de que triunfe la revolución como lo ha hecho ya en Túnez?

Los Hermanos Musulmanes, el grupo polí­tico islamista más importante del paí­s, no es contemplado como un partido legal (a dí­a de hoy). Cualquier reforma deberí­a incluirlos, porque excluirlos significarí­a darles un motivo para su radicalización. La mejor forma de minimizar las posibilidades del islamismo egipcio es incluir a los HH MM.

¿Por qué cree que Israel desaprueba el movimiento egipcio contra Mubarak? ¿Puede haber algún interés oculto (económico) por parte de una superpotencia en que Oriente Medio se desestabilice interiormente? ¿O es una transición natural de avance sociodemográfico?

Hay un interés no sólo económico, sino estratégico y geopolí­tico. No interesa ni una estabilidad plena ni una inestabilidad del todo bélica. Interesa una situación de cierta inestabilidad controlada. Como hasta ahora.

¿Qué consecuencias cree que puede tener esto en la situación de territorios como Palestina y el Sáhara Occidental?

Para Palestina es fundamental cualquier cambio democrático en Egipto. Israel tendrá que aceptar que este paí­s hable de una forma diferente en polí­tica exterior. Sobre el Sáhara occidental las repercusiones serán menores, y difí­cilmente sancionables ahora mismo.

¿Por qué ahora la revuelta y no antes?

El espejo de Túnez hizo pensar al pueblo egipcio. Esto es una realidad constatable. El efecto contagio del paí­s del exdictador Ben Alí­ es una de las razones, quizá la más importante.

¿Es justificada la preocupacion del Estado hebreo por un posible cambio de régimen en Egipto?

Sí­, desde su punto de vista. Quiere un Egipto neutralizado, y teme que éste se desperece. Israel teme perder la facilidad de actuar como lo está haciendo hasta ahora.

¿Quién está detrás de la revuelta? ¿Qué paí­s o paí­ses están jugando el papel de motores, organizadores y dirigentes?

Efectivamente, las movilizaciones del pueblo no son espontáneas, sino motivadas por causas polí­ticas, económicas y sociales. El pueblo necesita un elemento para transformar el malestar en revuelta de forma espontánea, si bien, al mismo tiempo, grupos polí­ticos tienen mucho interés en capitalizar y coordinar estas movilizaciones. Incluso desde el exterior, potencias como EE UU u otros paí­ses de la zona, quieren el cambio.

¿Por qué el mundo árabe es incapaz de ser aconfesional?

El mundo árabe es un mundo aconfesional en el sentido de que hay un reconocimiento de todas las confesiones existentes. En Egipto hay diez millones de cristianos. Egipto es aconfesional. Otra cosa es que en dicho mundo árabe haya una vinculación estrecha entre Estado y religión. Yo creo que este no es el problema. El problema del mundo árabe es su decadencia, motivada no por la religión o las religiones, sino por circunstancias polí­ticas, económicas y sociales. El mundo musulmán, en general, necesita interpretar de nuevo la relación entre su religión y el Estado moderno. Islam y democracia son perfectamente compatibles.

A diferencia de Palestina, la sociedad egipcia lleva varias décadas soportando esta situación sin el menor atisbo de disconformidad. ¿Un pueblo que ha tolerado durante tanto tiempo la injusticia, será realmente capaz de asimilar un proceso democrático? ¿Se merece Egipto la libertad?

Totalmente. España, sin ir más lejos, es un ejemplo evidente. Las dictaduras están condenadas a desaparecer, independientemente de dónde se hayan establecido. Hay que apoyar con más vehemencia estas transiciones a la democracia, porque si han permanecido -en Egipto y otros paí­ses, incluso del tercer mundo- es por la complicidad de Occidente.

¿Qué movimento opositor es el predominante? ¿Cuáles serán los próximos pasos a seguir? ¿En verdad se pretende una transición a la democracia o un cambio de gobierno? ¿Existe alguna previsión de en qué condiciones estará el paí­s dentro de unos meses?

Hay más de un grupo, no sólo los Hermanos Musulmanes; están los nasseristas, por ejemplo. Lo ideal, respecto al futuro próximo, serí­a el establecimiento de un gobierno de transición que cree las condiciones óptimas para realizar elecciones legislativas y presidenciales (que están previstas, en teorí­a, para septiembre). Pero es verdad que, de momento, que no se puede adelantar acontecimientos respecto a lo que pudiera suceder en las próximas semanas (caí­da de Mubarak, posición del Ejército…). Es posible que el conflicto se enquiste y se alarge.

¿Cuál es el futuro de los dictadores como el de Túnez o el de Egipto?

Cada caso es distinto. En el caso de Túnez, Ben Alí­ es un dictador que ha cometido crí­menes contra su propio pueblo, por lo que está buscado por la Interpol para someterle a la Justicia. Mubarak, hasta ahora, podrí­a tener una salida digna (el pueblo reconoce su labor de militar en los años 60). No hay indicios que haya cometido crí­menes contra su pueblo (del estilo de los cometidos por Ben Alí­ en Túnez). Lo que no quiere decir que si se complica la situación, los pueda cometer.

¿Es El Baradei el hombre adecuado para pilotar la transición?

El Baradei es el hombre de EE UU camuflado en la transición egipcia. Ha vivido siempre fuera del paí­s. No es el mejor candidato. Hay muchos egipcios con mucha mayor capacidad y aceptación para dirigir al paí­s que este Premio Nobel de la Paz. El Baradei cuenta, eso sí­, con la ventaja de ser independiente y de coincidir con las demandas de los manifestantes. Además, el prestigio de su reconocimiento internacional, a pesar de sus relaciones con EE UU, podrí­a jugar a su favor dentro del paí­s.