El Parlamento israelí acaba de aprobar una ley por la cual no se podrán conceder subvenciones procedentes de fondos públicos a cualquier institución que conmemore la Nakba (catástrofe), el día en que los palestinos recuerdan la expulsión que sufrieron miles de ellos al crearse el estado de Israel, en 1948. En este artículo, publicado originalmente en inglés en Midthought1, la activista israelí Shiri Raphaely denuncia el carácter discriminatorio de una norma que ha pasado casi desapercibida para la opinión pública.
Israel es un país marcado por múltiples fracturas, surgidas en torno a narrativas superpuestas que derivan las unas hacia las otras, se desafían y luchan entre sí por obtener el inalcanzable título de la verdad absoluta. Y, a pesar de que no existe tal cosa, se diría que el actual gobierno israelí se está esforzando seriamente por establecer de forma oficial un relato autorizado de los hechos, como parte de la construcción de una identidad nacional exclusivamente judío-sionista. En la noche del pasado martes (22 de marzo), la Knesset [Parlamento israelí] aprobó una normativa que parece haber pasado desapercibida, a pesar de su gran importancia. La «Ley Nakba», que establece la retirada de fondos públicos para cualquier institución que conmemore el día palestino del duelo, es discriminatoria, supone una amenaza para los ciudadanos palestinos y daña los intereses de palestinos e israelíes por igual.
El Día de la Nakba recuerda la expulsión, el desplazamiento y la pérdida de vidas y de propiedades que sufrió el pueblo palestino en 1948, y coincide con las celebraciones del Día de la Independencia israelí. Preguntado por las razones de esta ley, el diputado Alex Miller, del partido Israel Beitenu, y uno de los promotores de la norma, indicó que «yo entiendo el Día de la Independencia como un símbolo del Estado, pero, desde edades muy tempranas, a algunos ciudadanos de Israel se les enseña a ver este día como un día de luto. Hay que elegir entre tener una educación para la paz y la coexistencia o tener alumnos a los que se lava el cerebro y se incita desde pequeños en contra de otros ciudadanos de su mismo Estado».
Apelar a la coexistencia como la razón de una ley que deslegitimiza la memoria colectiva de una minoría indígena es absurdo. Es un gran paso atrás, si se compara con los avances conseguidos en la educación sobre las minorías a escala global. Las sociedades postcoloniales o surgidas de conflictos, como Bolivia, Guatemala, Perú o Sudáfrica, han empezado a desarrollar programas educativos interculturales y multiculturales, en los que se enseñan múltiples narrativas históricas, en un esfuerzo por avanzar hacia la reconciliación y construir una identidad nacional integradora. La nueva ley israelí, sin embargo, ratifica oficialmente la incompatibilidad de la historia y la cultura palestinas con la actual construcción de la nación-estado de Israel, al promover una historia que no puede cuestionarse, debatirse o examinarse, y al definir el punto de vista palestino como inválido, violento, antagonista e ilegal.
La ley, además, será más fácil de ignorar por parte de los ciudadanos israelíes, porque su efecto se concentra en los ciudadanos palestinos. De hecho, fue aprobada por 37 votos contra 25, ya que muchos diputados liberales que se habrían opuesto ni siquiera estaban presentes para votar, tal vez porque no consideraban la norma lo suficientemente importante. Sin embargo, creo que la idea de que esta ley no nos concierne es uno de los mayores errores que existen en torno a la conmemoración de la Nakba. La Nakba es una parte significativa de la historia de los judíos israelíes, y es crucial que se reconozca la tragedia que conllevan las victorias violentas, si es que queremos aprender lecciones del pasado.
Si alguna vez va a existir una paz verdadera en la región, ésta no vendrá de verdades absolutas que todo el mundo está obligado a aceptar. Vendrá, más bien, de abrazar el valor de las múltiples narrativas. Mientras escribo sobre el tema de la historia, me parece necesario citar a Howard Zinn, el historiador revisionista que me hizo poner en cuestión (a mí y a muchos de mis compañeros) por primera vez las narrativas históricas estadounidenses: «Creo que si conocéis la historia no seréis engañados tan fácilmente por un gobierno que os dice que tenéis que ir a la guerra por esta o aquella razón; creo que la historia es como una armadura que nos protege de ser inducidos al error».
Ahora que una parte de la historia está siendo borrada en Israel, ¿qué supone esto para nuestro futuro en esta tierra?
Shiri Raphaely es una activista estadounidense-israelí que vive en Israel y trabaja en el campo de los derechos humanos con el Centro Mossawa y Amigos de la Tierra.
Más información en la web de la Asociación por los Derechos Civiles en Israel (ACRI)
¹ Midthought ya no está disponible en Internet (2020)
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