El príncipe Salman bin Hamad Al Jalifa, hijo del rey Hamad y heredero al trono de Bahréin, debe de estar frotándose las manos de gusto. Cuando este domingo las televisiones retransmitan en directo el Gran Premio de Fórmula 1 que se celebrará finalmente en el emirato, el mundo podrá contemplar al fin la imagen del verdadero Bahréin: un país moderno y seguro, en la vanguardia del deporte internacional, capaz de organizar un acontecimiento multimillonario, y lejos del alboroto causado por un puñado de manifestantes.
Es probable que el hecho de que el príncipe sea, además, el dueño de los derechos de la carrera contribuya también a su satisfacción. No será el único, en todo caso, que se beneficie de los ingresos generados por la prueba. Para los líderes suníes de Bahréin, el evento es un auténtico salvavidas económico. El GP es la competeción deportiva más importante del país, y, según informa la agencia AFP, atrae una audiencia de televisión de unas 100 millones de personas en 187 países. En 2010 aportó 500 millones de dólares a la economía y 100.000 visitantes.
Una pena que el gobierno al que Bernie Ecclestone, el jefe de la F1, ha decidido lanzarle el salvavidas sea también el responsable del cerca de medio centenar de muertes ocurridas durante las protestas que desde hace más de un año protagoniza la mayoría chií del país, en demanda de cosas tan irrelevantes como un mayor respeto a los derechos humanos, o como la instauración de una monarquía parlamentaria, con una Constitución que permita al pueblo elegir un gobierno y un parlamento independientes.
Una pena que ese mismo gobierno tenga encarcelados a al menos 14 activistas como presos políticos, incluyendo a Abdulhadi Al-Jawaja, condenado a cadena perpetua por un tribunal militar, torturado (según Amnistía Internacional), y que lleva dos meses en huelga de hambre. Una pena que el príncipe Salman bin Hamad Al Jalifa sea también el comandante de las fuerzas armadas del país, principales artífices de la represión.
El año pasado no tuvieron tanta suerte, y la organización del Mundial de Fórmula 1 suspendió la carrera por motivos de seguridad. Este año, sin embargo, Ecclestone ha declarado que Bahréin es seguro, así que no hay problema. El espectáculo debe continuar. De hecho, Ecclestone ha dicho que los 12 equipos participantes en el Gran Premio le han asegurado que están «contentos» por viajar a la isla, a pesar de los enfrentamientos que se producen casi a diario entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes.
La Coalición de la Juventud de la Revolución del 14 de Febrero (fecha en que comenzaron las protestas, en 2011), y otros grupos defensores de los derechos humanos no están, sin embargo, tan felices, y han anunciado que las manifestaciones continuarán durante el fin de semana. Mantienen que la carrera debe ser anulada o, al menos, postpuesta hasta que el gobierno ponga fin a sus abusos, implante reformas y comience un diálogo con la oposición. «El régimen fue aislado debido a los crímenes que cometió, y el Gran Premio de Bahréin le está dando ahora una salida, especialmente a la familia real», dijo Nabeel Rajab, presidente del Centro para los Derechos Humanos en Bahréin, en declaraciones recogidas por AFP. «Este régimen tiene que ser castigado por los crímenes que ha cometido en el último año y medio», añadió.
Aministía Internacional tampoco se ha mordido la lengua. En un comunicado hecho público este jueves, donde denuncia la situación de los activistas detenidos, señala:
El 14 de febrero de 2011 la sociedad civil de Bahréin salió a la calle para exigir más derechos. En los meses posteriores, el país se vio sumido en una crisis de derechos humanos que aún hoy persiste: uso desproporcionado de la fuerza, detenciones masivas, torturas, decenas de personas muertas y cientos de heridos son parte del día a día en el país. Sin embargo, estos días el mundo contempla un Bahréin moderno que organiza carreras de Fórmula 1, ajeno a las constantes violaciones a los derechos humanos.
No hay mejor manera de mostrar al mundo las cualidades de Bahréin que el respeto de las libertades.
La versión de la organización del evento es, obviamente, muy distinta. Los organizadores acusan a «grupos extremistas» de utilizar «tácticas de miedo» para poner en duda la seguridad de la carrera, y mantienen que el Gran Premio no solo no va a provocar más división, sino que logrará unir al país. «Esta carrera es más que un simple evento deportivo mundial, y no debe mezclarse con la política para lograr ciertas metas, lo que puede ser perjudicial para esta reunión internacional», dijo el príncipe el martes, mientras recorría el circuito. Sin duda. Mezclar la política con el dinero no es aconsejable. A fin de cuentas, su familia lleva gobernando el país desde 1783… ¿Quién va a saber mejor lo que es bueno para su pueblo?
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