La ira o la vida

23/9/2012 | Miguel Máiquez
Foto: Tehran Live (tehranlive.org)

La foto que encabeza esta entrada fue tomada este verano en una plaza de Teherán. Es gente disfrutando de una obra de teatro en la calle, riéndose, pasándoselo bien, asombrándose. Pertenece a un blog llamado Teheran Live (La vida en Teherán) y he dado con ella por pura casualidad, después de dejarme los ojos durante horas buscando imágenes de Oriente Medio para la entrada de las fotos de la semana, cuyo elemento central no fuese la violencia, la guerra, la desesperación, la miseria, la opresión, o el fanatismo.

No es tarea fácil. Una simple búsqueda en Google enfocada en acontecimientos culturales, lúdicos o deportivos en Oriente Medio da como resultado un auténtico erial, al menos si la búsqueda se hace en inglés, en castellano o en francés. Debe de ser que la gente allí no va al cine, ni al fútbol, ni a la playa, que no escucha música ni lee libros. Tal vez porque están demasiado ocupados todo el día profiriendo insultos contra Occidente, quemando banderas de EE UU, poniendo bombas, amenazando de muerte a escritores y asaltando embajadas.

El resultado inevitable de este sesgo informativo (el mismo que sufre África y, en muchos casos, Latinoamérica o el sudeste asiático…) es la incomprensión. El ‘otro’ deja de ser alguien como yo. El ‘otro’ es un alien.

Los medios son negocios (no hay que firmar ningún juramento hipocrático para fundar un periódico) y, como tales, eligen los contenidos con los que creen que van a tener más éxito, mezclados, en el mejor de los casos, con lo que creen que es más importante. No es una afirmación cínica; es experiencia y pura observación. La mayoría de las veces ni siquiera existe ‘mala intención’. Es simple inercia, o simple falta de medios. Y la consecuencia, salvo loables excepciones, es que los contenidos se multiplican, se clonan, rebotan de unos a otros y, al final, la realidad (sea lo que sea ésta) se comprime, se simplifica y se empaqueta para que podamos consumirla. Este blog, por supuesto, incluido. En el caso de las fotos, además, con excusa: Las imágenes de la violencia son buenas, son grandes fotos con una enorme potencia visual e informativa, fotos espectaculares tomadas por grandes profesionales.

En el periodismo la actualidad manda, es verdad. No se trata de silenciar o minusvalorar las protestas que están ocurriendo a causa, entre otras cosas, del vídeo contra Mahoma, o de las viñetas satíricas de Charlie Hebdo. Existen, son importantes, y hay que contarlas. Como existen las diferencias culturales y existe el fundamentalismo religioso.

Tampoco se trata, obviamente, de mirar para otro lado ante el sufrimiento de tantos seres humanos, víctimas de la guerra, de la ocupación, de la intolerancia, del atropello a los derechos humanos, de estados policiales o de la falta de los recursos más elementales… El horror de Siria hay que contarlo, como hay que mostrar la tragedia de los palestinos, el dolor de las víctimas del terrorismo o la desesperanza de los refugiados. Es la única arma contra el olvido.

Y mucho menos se trata de dar una apariencia interesada de normalidad, como esas fotos que resaltaban la felicidad de los iraquíes tras la ‘liberación’ estadounidense.

De lo que se trata, creo, es de intentar buscar algo de equilibrio. Porque hay millones de musulmanes y son relativamente pocos los que están protestando por el famoso vídeo. Porque la mayoría de las manifestaciones no son violentas. Porque hablamos de la ira que recorre todo Oriente Medio y solo vemos imágenes de, por ejemplo, Pakistán. Porque apenas se informa de las protestas laicas que, como en Europa, siguen recorriendo las calles de Jordania o de Irak, en demanda de más justicia social y de mejoras económicas. O porque relevamos a un segundo plano una de las grandes historias de la semana: Las milicias fundamentalistas expulsadas de Bengasi por la población, harta de integrismos.

Hace 20 años, el patético vídeo contra Mahoma no habría sido más que el burdo entretenimiento de un puñado de paletos en torno a un reproductor de VHS, sin mayores consecuencias. Hoy es un fenómeno mundial. La globalización y la revolución digital nos facilita mucho la vida a los periodistas. A cambio, me temo, nos toca estar a la altura, o por lo menos intentarlo.

En fin, para compensar, unas cuantas fotos, encontradas aquí y aquí,  del ‘otro’ Oriente Medio, el del día a día: