Caída alarmante de las reservas de agua en Oriente Medio

15/2/2013 | Miguel Máiquez
Variación en las reservas totales de agua en las cuencas del Tigris y el Éufrates, según los datos recogidos por los satélites GRACE de la NASA, entre enero de 2003 y diciembre de 2009. En rojo, las partes más secas; en azul, las más húmedas. La mayor parte del agua perdida se debió a la reducción de las aguas subterráneas causada por la actividad humana. Imagen: NASA / UC Irvine / NCAR

En los últimos siete años, las cuencas de los ríos Tigris y Éufrates (a lo largo de Irak y en partes de Siria, Irán y Turquía) han perdido un total de 144 kilómetros cúbicos de agua dulce, una cantidad equivalente a todo el Mar Muerto, según constantan los datos recopilados desde 2003 por los satélites estadounidenses de la NASA que vigilan los cambios en las reservas acuíferas del planeta. Aproximadamente un quinto del total de esta pérdida se debe a la sequía registrada en el año 2007, y otro quinto, a la evaporación de agua de la superficie de lagos y embalses. La mayoría, un 60%, corresponde, no obstante, a la disminución de las aguas subterráneas por el bombeo para uso humano.

«Los datos muestran un índice alarmante de descenso en el almacenamiento total de agua en el Tigris y Éufrates, que actualmente poseen la segunda tasa de pérdida más rápida de aguas subterráneas de la Tierra, después de India», explica Jay Famiglietti, hidrólogo de la Universidad de California en Irvine, y uno de los responsables de la investigación, en la que han participado también científicos del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA y del National Center for Atmospheric Research. El estudio, que será publicado este viernes en la revista especializada Water Resources Research, constituye la primera estimación hidrológica extendida de toda la región occidental de estos dos ríos.

El bombeo de agua subterránea para uso humano, principal responsable de este descenso, está relacionado con la sequía, ya que las extracciones aumentan notablemente en los periodos de escasas lluvias, tanto durante como después. En Irak, por ejemplo, y según destaca Famiglietti, se perforaron alrededor de un millar de nuevos pozos como respuesta a la sequía de 2007.

A ello hay que añadir la falta de coordinación y de previsión: «El porcentaje [de pérdida] fue especialmente importante tras la sequía de 2007. Desde entonces, la demanda de agua dulce ha seguido aumentando, pero la región no coordina la gestión de su agua a causa de las diferentes interpretaciones de las leyes internacionales», dice Famiglietti. La cantidad de agua perdida sería suficiente para satisfacer las necesidades de entre un millón y decenas de millones de personas cada año, dependiendo de las normas regionales de uso en cada lugar, y de la disponibilidad, asegura el científico.

Lo que, en definitiva, viene a confirmar este último estudio es que el problema del agua en Oriente Medio no solo no mejora, sino que es cada vez más grave. La demanda de una población en constante crecimiento, los efectos de la guerra y las consecuencias del cambio climático están aumentando las posibilidades de que en las próximas décadas algunos de los países que todavía tienen sus necesidades cubiertas se enfrenten a situaciones de preocupante escasez en lo que respecta a recursos acuíferos.

Oriente Medio tiene ya la menor cantidad de agua dulce por habitante en el mundo, y las previsiones de futuro no son buenas. Los científicos prevén que el cambio climático conllevará sequías más extremas, que podrían hacer disminuir las reservas hasta en un 10% para el año 2050, mientras que la demanda de agua aumentará en torno a un 60% en este mismo periodo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece en 1.000 metros cúbicos de agua por persona y año la cantidad mínima recomendable, y en todo Oriente Medio, solo cuatro países se sitúan por encima de esta recomendación: Turquía (3.000 m³), Irak (3.287 m³), Siria (1.500 m³) y Líbano (1.200m³). Ninguno de los restantes alcanza el mínimo. Israel dispone, según la FAO, de unos 276 m³ anuales por persona y año, y Jordania apenas llega a los 150 m³.

Y el problema del agua no es, obviamente, solo de consumo; es también un problema político, y el origen de muchos conflictos en la región.

Turquía, por ejemplo, controla las cabeceras del Tigris y el Éufrates, así como los depósitos y las infraestructuras del llamado Gran Proyecto de Anatolia, que dicta la cantidad de agua que fluye hacia abajo, hacia Siria e Irak. La falta de una gestión coordinada entre estos tres países, el desvío de agua para riego en Turquía y la construcción de la gran presa de Ataturk (cuya gran cantidad de energía hidroeléctrica contribuye de manera esencial al desarrollo industrial) han hecho que las tensiones se hayan intensificado desde la sequía de 2007.

Israel, por su parte, necesita controlar las fuentes de abastecimiento del río Jordán, que tiene un potencial de 1.300 millones de m³, y los acuíferos subterráneos de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania. Actualmente, el país explota ya al máximo sus recursos, con un 67% del agua que consume proveniente de fuera de sus fronteras de 1948, principalmente de Cisjordania y de los Altos del Golán.

En Irak, el profesor de Historia Edmundo Fayanás destaca que, a pesar de la cantidad de agua potencialmente disponible en el país, la capacidad de producción de agua continúa seriamente dañada después de los sucesivos embargos y de tres guerras en veinte años: «La destrucción de diques y plantas potabilizadoras han frenado el desarrollo de grandes proyectos de canalización e interconexión del Éufrates y del Tigris», explica. El mencionado potencial de agua anual de Irak de 3.287 m³ por persona y año apenas llega, en realidad, a los 500 m³ por persona y año, la mitad de lo que recomienda la OMS.

La situación varía mucho de país a país, pero el problema es común a prácticamente toda la región, más allá de las cuencas del Tigris y el Éufrates. Yemen, por ejemplo, tiene que luchar con unas condiciones semiáridas en medio de una gran miseria, mientras que en los países del Golfo es precisamente la riqueza y el auge económico lo que está causando la escasez, debido a las grandes cantidades de agua que, pese a los avances en la desalinización de agua marina, necesitan las ciudades y los grandes complejos construidos en pleno desierto.

En cualquier caso, parece claro que la respuesta pasa por la política internacional, por una mejor coordinación de los recursos compartidos y por planes eficaces de ahorro y de consumo sostenido y responsable.


Más información y fuentes:
» NASA Satellites Find Freshwater Losses in Middle East (NASA)
» NASA: Alarming water loss in Middle East (AP)
» El problema del agua en Oriente Medio (El inconformista digital)
» La solución está en el desierto (IPS)
» Review of World Water Resources by Country (FAO, pdf)