Indignación palestina por partida doble

13/9/2012 | Miguel Máiquez
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Manifestantes en Hebrón lanzan zapatos contra una foto del primer ministro palestino, Salam Fayad. Foto: Hazem Bader / AFP / Getty Images

La llamada ‘primavera árabe’ (un término demasiado florido para seguir aplicándolo a situaciones tan poco luminosas como las que se viven en Bahréin, Yemen, o, especialmente, Siria) se enfrenta en Palestina a la doble tarea de tener que hacer frente no solo al gobierno, sino también al ocupante israelí. De hecho, la ocupación y sus desastrosas consecuencias económicas sigue siendo, en buena parte, la excusa perfecta de los gobernantes palestinos, una excusa ciertamente justificada, pero no suficiente. Gobernar un territorio ocupado y, como en Gaza, bloqueado, no es tarea fácil, pero hacerlo con honestidad, con la mayor eficacia posible, sin corrupción y con un mínimo de unidad es, al menos, exigible.

Y en esa exigencia están, desde hace algo más de una semana, los miles de palestinos que se han echado a las calles en Cisjordania (en Hebrón, Jenín, Nablús y en la capital, Ramala) para protestar por el alto coste de la vida (alimentos, gasolina) y contra la política del primer ministro, Salam Fayad, principal responsable de la agenda económica en los territorios, y a quien culpan del hundimiento financiero y del aumento de los precios. El propio Fayad ha llegado a decir que está dispuesto a dimitir si ello ayuda a mejorar la situación.

Pero la situación no es fácil que mejore con la mera dimisión del primer ministro, ya que la mayor parte del problema se debe, además de al estrangulamiento causado por Israel, a la caída en picado de las donaciones internacionales como consecuencia de la crisis financiera, algo devastador en una economía tan absolutamente dependiente de la ayuda exterior como la palestina. El año pasado, los donantes internacionales (Europa, Estados Unidos y los países árabes del Golfo, principalmente) prometieron 1.000 millones de dólares a la ANP, pero sólo aportaron 800 millones. El 50% de los 4.000 millones de dólares del presupuesto de la ANP, una cantidad imposible de cubrir sin las donaciones, se destina a pagar los sueldos de sus 150.000 empleados públicos y de su personal de seguridad.

Así que, de momento, la cosa solo se aliviará, a corto plazo al menos, si los países árabes vuelven a abrir el grifo y si llegan finalmente los 200 millones de dólares aprobados por el presidente estadounidense, Barack Obama, una ayuda que sigue congelada por el Congreso de EE UU.

Mientras, las arcas de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que afrontra la peor crisis financiera en sus 18 años de existencia, están cada vez más vacías. La deuda externa es enorme, no hay liquidez bastante para pagar los sueldos de los funcionarios, el déficit presupuestario es de 1.100 millones de dólares, y la previsión de crecimiento del PIB se ha quedado en la mitad del 9% alcanzado en 2010.

Ante este panorama, el gobierno de Fayad, un economista que cuenta con el visto bueno de Occidente, antiguo gestor del Fondo Monetario Internacional, y partidario de políticas de austeridad, subió impuestos y aprobó recortes. El alza general de los precios y, en especial, de la gasolina, cuyo proveedor exclusivo en los territorios ocupados es Israel, ha sido el detonante de las protestas (con violencia, en algunos casos) entre una población cuyos sueldos son ya demasiado bajos como para ver reducido más aún su poder adquisitivo. Hace un año, por ejemplo, una bolsa de 25 kilos de arroz costaba 70 shekels (unos 13 euros); hoy cuesta 110 shekels (casi 22 euros).

Y de fondo, las luchas internas en el seno del propio gobierno palestino, cuya reciente remodelación no parece haber servido de mucho. Fayad, que era ministro de Finanzas hasta que fue nombrado primer ministro, es un independiente, alejado del núcleo duro de Fatah, el partido gobernante en Cisjordania, y mal visto por los islamistas de Hamas, que gobiernan en Gaza. Así, en lo que podría interpretarse como un intento de ganar puntos políticos, el presidente de la ANP, Mahmud Abas, de Fatah, se ha apresurado a bautizar las protestas como «la primavera árabe palestina». «Las demandas son adecuadas y justas», ha dicho. Como señala en El País Ana Carbajosa, «si termina por prender la ira en los territorios palestinos, se convertiría en la primera primavera árabe presuntamente instigada y bendecida por sus gobernantes». Por lo pronto, Fayad ya ha anunciado una serie de medidas para tratar de calmar la ola de protestas, incluyendo una marcha atrás en el aumento del 5% en el precio de los combustibles.

Sea contra el propio gobierno palestino, contra el ocupante israelí o contra ambos, lo cierto es que razones para la indignación no faltan: La tasa de desempleo en Cisjordania y Gaza se situó en el 26% en 2011, y uno de cada dos palestinos está clasificado como pobre, según un informe publicado recientemente por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. En Gaza, por separado, la situación es peor aún: Según la Organización Internacional del Trabajo, la tasa de paro juvenil alcanzó en la Franja el 51% en 2011, y el 80% de las familias dependen de la ayuda internacional.

El domingo, un joven de 20 años, Mohamed Abu Nada, murió tras quemarse a lo bonzo en protesta por las condiciones en que vive su familia en Gaza.


Más información:
» Palestinians voice anger as prices rocket, wages stagnate (Jillian Kestler-D’Amour, en The Electronic Intifada)
» Los ‘indignados’ palestinos (Sal Emergui, en El Mundo)
» Una semana de protestas pone al primer ministro palestino contra las cuerdas (Ana Carbajosa, en El País)
» «Así no podemos vivir» (Ana Carbajosa, en El País)
» Spreading Palestinian Protests Focus on Leaders (Isabel Kershner, en The New York Times)
» Anti-Fayyad protests spread across West Bank (Al-Akhbar)
» Protests force Palestinian PM to declare emergency economic package (Harriet Sherwood, en The Guardian)

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