Hosni Mubarak

La plaza Tahrir, en El Cairo, tras el anuncio de la renuncia de Mubarak. Foto: Jonathan Rashad / Wikimedia Commons

Tras una gran revuelta popular de 18 dí­as, y después de 30 años ejerciendo el poder de forma dictatorial bajo una apariencia democrática respaldada por Occidente, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, ha dimitido. De momento, el vicepresidente ha nombrado un consejo militar para dirigir los asuntos del país. A falta de la anunciada declaración del presidente de Estados Unidos, Barak Obama, estas son algunas de las primeras reacciones de analistas, economistas, periodistas, lí­deres mundiales y portavoces oficiales, recogidas por diversas agencias y medios de comunicación.

Sabemos que se ha ido, pero ¿cambia eso la volatilidad de Egipto en este momento de revuelta social? De momento, no mucho. Por ahora, el Gobierno sigue siendo un caos.

Frank Lesh, broker y analista de Future Path Trading

La UE respeta la decisión de hoy del presidente Mubarak. Al retirarse, él ha escuchado las voces del pueblo egipcio y ha abierto el camino para reformas más rápidas y más profundas. Es importante ahora que el diálogo se acelere y que lleve a un Gobierno integral, que respete las aspiraciones, y lleve la estabilidad al pueblo egipcio. El futuro de Egipto efectivamente permanece en manos del pueblo egipcio. La UE está lista para ayudar de cualquier manera posible.

Catherine Ashton, jefa de Polí­tica Exterior de la UE

Se ha roto una barrera psicológica, no sólo en el Norte de África, sino en todo Oriente Medio. Creo que es fácil ver un efecto contagio, al menos, en lo que se refiere a las protestas, en Marruecos, tal vez Jordania, Yemen… Tampoco se puede descartar que la oposición de la llamada revolución verde iraní­ vuelva a coger fuerza. Es interesante el hecho de que Suleiman haya dicho que el poder pasa a un consejo militar, y no a él mismo, como vicepresidente. La declaración, además, ha sido excepcionalmente breve. Eso puede significar que el propio Suleiman está siendo ya dejado a un lado. Por otra parte, sin embargo, el que haya hecho él la declaración en vexz de un portavoz del Ejército, podrí­a significar también que mantiene el control.

Anthony Skinner, analista y consultor polí­tico de Maplecroft

Se terminó la era de la esclavitud y el autoritarismo, comienza un nuevo amanecer en la historia de Egipto, un nuevo renacer, el Egipto del siglo XXI.

Movimiento 6 de abril, uno de los grupos promotores de las protestas

El Gobierno militar sólo puede ser temporal. Tras la salida de Mubarak, la disolución de un Parlamento que es considerado ilegí­timo, las reformas constitucionales y la abolición de las leyes de emergencia no son negociables. Si estas reformas se llevan a cabo, Egipto estará viviendo una revolución real, más allá del derrocamiento de un empecinado presidente de 82 años al que ya hací­a tiempo que se le habí­a pasado la fecha de caducidad. Por otra parte, tras los acontecimientos de estos últimos dí­as, y especialmente por los mensajes contradictorios y confusos del jueves, parece claro que el Ejército está dividido. Si se mueve exclusivamente con el objetivo de proteger su posición privilegiada y la de los hombres de negocios a los que les ha ido tan bien gracias a sus lazos con el régimen, entonces el sistema no logrará abrirse, al menos no sin una represión sangrienta a gran escala.

Ian Black, responsable de la sección de Oriente Medio en el diario The Guardian

Creo que todo esto va a tener efecto en el mercado del oro. Muchos potentados del mundo árabe van a empezar a comprar oro y a sacarlo de sus paí­ses, por si acaso son los siguientes. La cuestión es que muchos de ellos han empezado a dar pasos en esa dirección hace ya mucho tiempo.

Jeffrey Christian, director ejecutivo de CMP Group

La renuncia de Hosni Mubarak es la emancipación de Egipto y la liberación del pueblo egipcio. Esto es sólo el comienzo.

Mohammed El Baradei, una de las cabezas visibles de la oposición egipcia, y Premio Nobel de la Paz

Sea cual sea el próximo gobierno, va a tener que gastar mucho más dinero de lo previsto. Tendrá que mantener los subsidios sobre el petróleo y la comida. El déficit se va a incrementar  La parte positiva es que no creo que la economí­a haya sufrido un daño especialmente grave. La recuperación será cuestión no de meses, sino de semanas.

Sven Richter, director ejecutivo de Frontier Markets

Este es el principio de la victoria del pueblo y la revolución egipcia.

Sami Abu Zuhri, portavoz de Hamás en Gaza

Esperamos que el cambio a la democracia en Egipto se dé sin violencia y que el acuerdo de paz se mantenga.

Fuente oficial israelí

Habrá que ver quién va a llenar el vací­o y cómo. De cómo evolucione la situación dependerán cosas tan importantes como el precio del petróleo o las tasas de interés. Si evoluciona de una manera ordenada, sin más revueltas, los mercados no sufrirán consecuencias demasiado graves.

Davis Resler, economista jefe de Nomura Securities

La dimisión de Hosni Mubarak constituye un hecho histórico. Hoy es un dí­a de gran alegrí­a. En la alegrí­a de los rostros se ve la fuerza que da la libertad.

Angela Merkel, canciller alemana

Hoy, un dictador forma parte ya del pasado. No vamos a volver tolerar a otro terco como él en el poder. Enhorabuena a Egipto, al mundo árabe, a la comunidad musulmana y a la humanidad en general.

Kamel Al Helbawy, clérigo de los Hermanos Musulmanes en el Reino Unido

Son muy buenas noticias para Obama, ya que tanto él como su gobierno habí­an apostado por reclamar un cambio, y por que ese cambio se produjese lo antes posible. Pero es sólo el princio de un proceso. Hoy por hoy al menos, la gente que ha gobernado Egipto desde 1952 sigue siendo la misma, la misma élite militar.

Brian Katulis, experto en Oriente Medio del Center For American Progress y consejero de la Casa Blanca

Ha sido magní­fico, particularmente para los que han hablado de forma tan valiente y pací­fica para lograr un cambio en el paí­s.

David Cameron, primer ministro británico

Parece que las bolsas están reaccionando bien. Uno de los factores que estaban lastrando la inversión era el temor a que subiera el precio del petróleo si la revuelta continuaba, y la salida de Mubarak ha reducido esa posibilidad.

Gary Thayer, etratega y analista de Wells Fargo

No va a ocurrir nada espectacular en los mercados. No ha sido una gran sorpresa. Los mercados se han mantenido bastante estables, y tampoco es que sean muy grandes. Es más bien un asunto emocional. Egipto ha ocupado las noticias durante tanto tiempo, que no se puede hablar de un shock. Por otro lado, desde el punto de vista geopolí­tico, si se mantiene la calma durante una semana, y se produce una transferencia del poder, todo deberí­a ir volviendo poco a poco a una base. Pero si lo que se percibe es que Egipto no está caminando hacia un Estado semidemocrático, y que el nuevo Gobierno no es amigo de Occidente, entonces si aparecerán los nervios. Junto a un optimismo moderado, todaví­a hay mucha incertidumbre.

Jay Suskind, vicepresidente de Duncan-Williams

El fin de Mubarak: reacciones y análisis

Tras una gran revuelta popular de 18 dí­as, y después de 30 años ejerciendo el poder de forma dictatorial bajo una apariencia democrática respaldada por Occidente, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, ha dimitido. De momento, el vicepresidente ha nombrado un… Leer

Miles de personas se manifiestan contra el gobierno de Mubarak en la plaza Tahrir de El Cairo, el 4 de febrero. Foto: Mona / Flickr (CC)

Los regí­menes autoritarios árabes están siendo sacudidos de raí­z o se encuentran en plena caí­da. Y lo mismo está ocurriendo con muchas de las falacias existentes sobre los árabes en sí­. Durante décadas, estos regí­menes han utilizado la amenaza del islamismo fundamentalista para manipular a sus ‘aliados’ occidentales: o nos apoyáis, o estos extremistas os van a montar otro Irán antes de que os deis cuenta. Y Occidente, temeroso, decidió optar por lo malo conocido.

La calle árabe, sus durante tanto tiempo marginados ciudadanos, ha demostrado la falsedad de este argumento. Y lo ha hecho, además, de un modo que ha sorprendido a casi todo el mundo, empezando por los propios islamistas.

Los millones de tunecinos, egipcios y otros que han irrumpido en el centro mismo de la vida polí­tica de sus paí­ses han enviado seis mensajes muy claros:

El primer mensaje, el más general, es que los pueblos árabes se han cansado de aguantar tanto a sus dictadores como a los que les han promovido. Han hecho falta varias décadas para llegar a este punto, pero al fin se ha alcanzado.

Los paí­ses árabes de la era postcolonial tienen una media de 60 años de vida. Durante la mayor parte de este periodo, las élites gobernantes han dispuesto de tiempo y espacio para construir una nación y edificar un estado. Durante los años que siguieron a la independencia, la abrumadora tarea fue conseguir que las nuevas entidades territoriales encajasen con las antiguas entidades locales, dentro de las fronteras coloniales heredadas, y disolviendo, de paso, el sentimiento panárabe que pudiera estar incrustado entre la población. Los gobernantes argumentaron entonces que estas necesidades estratégicas justificaban el dar prioridad al desarrollo por encima de la democracia. Algunos invocaban incluso la débil noción de «especificidad cultural» para afirmar que la democracia es un sistema poco apropiado para los árabes. El resultado fue un modelo basado en la seguridad y en el control autoritario.

Además, la guerra con Israel fue utilizada como excusa para denostar la apertura polí­tica y la democratización, al ser tachadas ambas de distracciones de la principal causa árabe. Al final, tanto esta causa como el otro gran objetivo, el desarrollo, han fracasado. En lugar de lograr progreso y victorias, la mayorí­a de los estados árabes, tanto monarquí­as como repúblicas, se transformaron en corruptos negocios familiares, en torno a los cuales surgieron oportunistas camarillas, bajo la protección, todos ellos, de draconianos aparatos de seguridad respaldados por un indiferente Occidente. La corrupción y la ineficacia afectaron a todos los aspectos de la vida social, polí­tica y económica.

Todo esto tení­a que terminar, y lo ha hecho ahora, gracias a la revuelta de un pueblo que no está dispuesto a seguir siendo humillado. El pueblo ha dado por concluido el tiempo otorgado a sus gobernantes para crear sistemas polí­ticos y económicos viables.

El segundo mensaje de las revueltas desacredita la creencia común de que la única alternativa concebible a la dictadura es un régimen islamista. Aún estamos en los primeros dí­as, pero existen ya suficientes evidencias de que este impulso va encaminado hacia una tercera ví­a, más allá de esa cerrada dualidad. Tanto en Túnez como en Egipto, la fuerza dominante de la revolución es una nueva generación de jóvenes educados, cuyas valientes acciones han tocado la fibra de todos los estratos de la sociedad, dejando atrás a los tradicionales (e ineficaces) partidos de la oposición.

Su éxito a la hora de movilizar a tantos miembros de la «mayorí­a silenciosa» demuestra que millones de árabes están hartos tanto del status quo como de cualquier alternativa de futuro basada en la religión. Ciertamente, los islamistas tienen una gran influencia en el mundo árabe, incluidos estos dos paí­ses. Pero son sólo una parte del escenario polí­tico, y, de momento, se están decantando más por compartir el poder que por controlarlo.

El tercer mensaje es que el cambio que anuncian estas revoluciones no es fruto del trabajo de una élite, o de un grupo promovido por un golpe de Estado o una intervención extranjera. Al contrario, este cambio está inspirado por el pueblo, y lo está realizando el pueblo. Y el hecho de que la paternidad del cambio pertenezca sólo al pueblo permite tener confianza en que el destino de los árabes está, al fin, en sus propias manos. La nueva era estará definida por el poder del pueblo, y no por una junta revolucionaria o por un monarca custodio actuando en nombre del pueblo.

El cuarto mensaje es que esta protesta generalizada tiene un carácter fundamentalmente polí­tico. Las exigencias de trabajo y de mejores condiciones de vida pueden haber sido el catalizador, y son importantes en sí­ mismas, pero las aspiraciones polí­ticas se han colocado pronto a la cabeza de las demandas. En Túnez, el eslogan dominante de la «Revolución de los Jazmines» era: «Viviremos sólo con pan y agua, pero sin Ben Ali». En Egipto, el eslogan «El pueblo quiere cambiar el régimen» expresa la misma idea. La gente no se está escondiendo detrás de peticiones modestas y a corto plazo; lo que quieren es cambiar el sistema polí­tico en su conjunto. Se trata de un cambio espectacular y sin concesiones.

El quinto mensaje, que necesita ser comprendido por las clases gobernantes y por quienes las apoyan desde fuera, es que la (superficial) estabilidad basada en una seguridad armada ya no es una opción. Este modelo puede haber aguantado durante mucho tiempo, pero los acontecimientos actuales han demostrado que, al final, acaba haciendo aguas. La miope estrategia de Occidente consistente en comprar estabilidad a costa de cerrar los ojos ante la represión sólo revela la falsedad de sus valores democráticos.

Por último, el sexto mensaje es que la tradicionalmente mano libre de los regí­menes autoritarios (incluidos los árabes) está empezando a sufrir parálisis en un mundo interconectado por la cobertura informativa que, más allá de las fronteras, ofrecen los medios por satélite y las redes sociales. La ola de protesta que recorre los paí­ses árabes (como en Túnez y Egipto) crece primero de manera organizada en redes sociales como Facebook y Twitter, se hace visible después en las calles, y es recogida y transmitida a continuación por las televisiones por satélite e internacionales.

El resultado es que el trabajo de los servicios de seguridad del Estado y de inteligencia, e incluso el de los militares, se vuelve mucho más difí­cil. Estas instituciones no poseen ni la habilidad ni las herramientas para hacer frente a «movimientos electrónicos de resistencia civil». Frente a una determinación sin armas pero masiva, y bajo la atenta vigilancia del resto del mundo, estos aparatos de seguridad y los regí­menes a los que protegen han sido desenmascarados como tigres de papel.


Khaled Hroub es profesor de Estudios de Oriente Medio en la Universidad Northwestern en Catar. Es también investigador en el Centro de Estudios Islámicos de la Universidad de Cambridge, donde dirigió el Cambridge Arab Media Project (CAMP).


Publicado originalmente en openDemocracy bajo licencia Creative Commons el 9/2/2011
Traducción del original en inglés:
Arab third way: beyond dictators and Islamists

Ni dictadores ni islamistas: una tercera ví­a

Por Khaled Hroub.- Los regí­menes autoritarios árabes están siendo sacudidos de raí­z o se encuentran en plena caí­da. Y lo mismo está ocurriendo con muchas de las falacias existentes sobre los árabes en sí­. Durante décadas, estos regí­menes han utilizado la amenaza del islamismo fundamentalista para manipular a sus ‘aliados’ occidentales: o nos apoyáis, o estos extremistas os van a montar otro Irán antes de que os déis cuenta. […]

Oficiales del Ejército y de la Policí­a Militar han detenido de forma arbitraria a al menos 119 personas desde que el Ejército tomó posiciones en las ciudades y pueblos de Egipto, la noche del pasado 28 de enero. En al menos cinco casos, estos detenidos han sido torturados. Lo que sigue es (traducido del inglés) el testimonio de uno de ellos, un manifestante, que ha sido entrevistado por Human Rights Watch.

El pasado viernes, sobre las 15.30 horas, iba caminando desde la casa de un amigo en el barrio de Talaat Harb hacia la plaza Tahrir, cuando me encontré con un grupo de violentos manifestantes pro Mubarak. No lo sabí­a, pero en ese momento estaba teniendo lugar dentro de la plaza un enfrentamiento entre los manifestantes y los seguidores de Mubarak. Las cosas estaban mucho más tranquilas por la mañana, cuando fui a visitar a mi amigo, así­ que no habí­a tomado precauciones para evitar la violencia, simplemente elegí­ el camino más corto para llegar hasta la plaza.

Los matones pro Mubarak me cogieron y me llevaron hasta una pequeña comisarí­a de policí­a en la calle Maarouf, en el centro de El Cairo. Una vez allí­, fui interrogado y golpeado. Miraron todos los documentos que llevaba. Tení­a unas cuantas notas que la gente habí­a escrito sobre los acontecimientos de la plaza Tahrir, así­ como documentos de carácter polí­tico en los que, como activistas en favor de la democracia, habí­amos estado trabajando. Me hicieron preguntas sobre a qué grupos pertenecí­a, sobre quién habí­a organizado esos grupos y sobre si yo estaba participando en las protestas. Después de este interrogatorio me pusieron en una habitación con las manos atadas y me dijeron que me liberarí­an, pero con la estricta condición de que me fuera directamente a casa y no participase en más protestas.

Sin embargo, cuando salí­a, me paró un policí­a de paisano. Me requisó el móvil, leyó mis mensajes SMS y se puso a tomar notas. Me dijo que cogiese mis pertenencias y mis documentos y luego me condujo hasta el hotel Hilton Ramesis, junto a un grupo de soldados uniformados. Por el camino iban diciéndole a la gente que habí­an capturado a un espí­a que trabajaba para Israel, y que yo era uno de los instigadores de las protestas en Tahrir.

En la plaza Abdelmoneim Riyad fui entregado al Ejército. Durante todo el trayecto hasta allí­ me habí­an ido pegando en la espalda con la culata de un rifle. Se hizo cargo de mi un oficial vestido de civil, quien más tarde me llevó a un barracón militar situado en el hotel Hilton Ramesis. Volvieron a interrogarme, preguntándome sobre mis antecedentes, mi procedencia, mi religión, mis afiliaciones polí­ticas, mi papel en las protestas y otras cosas por el estilo, pero esta vez se trataba de reunir información, y no hubo brutalidad. Cogieron todos mis documentos excepto un par de papeles y me dijeron que me marchase, sugiriéndome que fuese por la corniche.

Eran ya las 17.00 horas y habí­a comenzado el toque de queda, así­ que me preocupaba cómo iba a poder salir de allí­. No podí­a encontrar ningún taxi, y estaba viendo a lo lejos a algunos seguidores de Mubarak.

Tan sólo unos minutos después volvió a pararme otro oficial del Ejército. Le dije que acababa de ser puesto en libertad tras haber sido interrogado en el barracón militar. El soldado insistió en registrar mi bolso, y encontró los dos documentos que me habí­an permitido conservar. De pronto me encontré rodeado de soldados, y empezaron a darme patadas y empujones, y a insultarme. Cuando pararon, decidieron llevarme a otro puesto militar que se encontraba cerca de allí­.

Así­ que me llevaron, tratándome con gran rudeza, a un pequeño edificio blanco situado entre el Hilton Ramesis y Maspero. Estos soldados me parecieron oficiales más veteranos. Me ordenaron bajar la cabeza, no mirarles y mantener los brazos pegados al cuerpo.

El trato al que fui sometido en el edificio blanco fue infernal. En cuanto me metieron dentro empezaron a pegarme con fuerza. Luego me ordenaron que me sentara para un interrogatorio. Me ataron las manos a la espalda y varios soldados empezaron a golpearme. Cada vez que entraba un soldado -todos ellos llevaban uniformes del Ejército-, me insultaba y me amenazaba con utilizar horribles técnicas de tortura contra mí­. Decí­an que estábamos agotando al Ejército con protestas inútiles, que estábamos destruyendo los paí­ses. Me abofetearon y me dieron patadas. Algunos me golpearon también con palos y con las culatas de sus rifles.

Seguí­an preguntándome a quién estaba afiliado, qué hací­a en las manifestaciones, y qué paí­s extranjero estaba patrocinando y apoyando estas protestas. Realmente estaban convencidos de que nuestras protestas están siendo instigadas por algún pais exterior, y de que hay algún tipo de conspiración detrás.

Finalmente, entró un oficial de alto rango, me echó un vistazo y me dijo que iba a llevarme a un hospital. Los otros soldados se burlaban, no tení­a ni idea de por qué. De modo que me metieron en una ambulancia con dos soldados y un hombre que iba vestido de enfermero. Los soldados seguí­an dándome bofetadas. La ambulancia atravesó la plaza Tahrir hasta el Museo.

Pero cuando llegamos allí­, me sacaron de pronto de la ambulancia, tirándome del pelo. Aún tení­a las manos atadas a la espalda. En realidad no era una ambulancia. La usan para engañar a los manifestantes y transportar detenidos a través de la plaza Tahrir.

Estábamos dentro del complejo del Museo Egipcio, y varios soldados empezaron a darme patadas y puñetazos. Uno de ellos me ordenó que me echara al suelo y me pateó por todo el cuerpo. Después me llevaron más adentro, en el complejo del Museo, donde habí­a más oficiales del Ejército. Me dijeron que todaví­a no habí­a experimentado nada, y me amenazaron con torturarme con descargas eléctricas y con sodomizarme con una botella, mientras seguí­an pateándome una y otra vez.

Otro oficial militar llegó, me empujó contra la pared y me puso un cubo de plástico sobre la cabeza de manera que no pudiera ver nada. Entonces empezó a darme fuertes puñetazos en el pecho. Sabí­a muy bien lo que estaba haciendo: Esperaba lo suficiente entre puñetazo y puñetazo para que yo intentara recuperar el aliento, y entonces volví­a a golpearme, de modo que no me daba tiempo a coger aire. Después de recibir tres puñetazos así­, perdí­ la consciencia.

Cuando, unos segundos después, desperté, ví­ a dos oficiales, uno de ellos con uniforme militar y el otro vestido de civil. Una vez más, me interrogaron del mismo modo en que lo habí­an hecho en el Hilton Ramesis (quién era yo, si tení­a la nacionalidad egipcia, qué educación habí­a recibido). Me alejaron de los otros soldados.

Mientras estaba siendo interrogado trajeron a algunos otros: tres sudaneses, un periodista estadounidense y un fotógrafo egipcio. Los que me estaban interrogando ahora eran más educados que los de antes: Cuando mencioné que habí­a estudiado en el conservatorio quisieron saber qué instrumento tocaba. Pero el interrogatorio duró mucho, al menos dos horas. Leyeron las dos notas que llevaba conmigo y me hicieron preguntas muy concretas, pero yo les expliqué que me habí­a limitado a recoger lo que se distribuí­a en la plaza, que no lo habí­a escrito yo, y que no sabí­a quién lo habí­a escrito. Entonces me ordenaron que llamara al número de teléfono que estaba escrito en uno de los dos papeles, diciéndome que si no cooperaba me volverí­an a enviar con los otros soldados y les permitirí­an que me torturasen, pero que, si accedí­a, me dejarí­an en libertad.

Así­ que llamé al número e intenté hacer preguntas de manera que no resultase sospechoso. Los oficiales me presionaban para que preguntase por el nombre de la persona con la que estaba hablando, pero yo me limité a hacer preguntas generales y colgué rápidamente, diciendo que la persona en cuestión no se fiaba y que no querí­a darme ninguna información.

Entonces me ordenaron que llamara a otro número, pero les dije que apenas estaba consciente después de la paliza y que, además, nunca habí­a hecho algo así­ antes, por lo que realmente no sabí­a qué preguntar.

Uno de ellos me dijo que a todos los que estaban en la plaza Tahrir les habí­an lavado el cerebro, que las protestas las habí­a iniciado Hamas, y que él mismo habí­a pillado a algunos kuwaití­es en su barrio tratando de incitar a la gente. Yo me limité a hacer como que estaba escuchando y a mostrarme de acuerdo con todo lo que decí­a. Me devolvieron mi teléfono y mi tarjeta de identidad, pero cuando les pregunté que qué pasaba con mi bolso y con mi dinero, me dijeron que se habí­an perdido. Miraron por allí­ un poco y me dijeron que seguramente lo habí­a perdido yo en algún sitio, porque el Ejército no roba. Entendí­ el mensaje, así­ que no insistí­. Les dije que pensaba seguir su consejo e irme a casa, mantenerme alejado de los conspiradores que estaban organizando este movimiento, para evitar problemas.

Los dos oficiales que se encargaban de los interrogatorios me llevaron entonces a través de un pasadizo en el Museo hasta la sede incendiada del PND [Partido Nacional Democrático]. Cuando llegamos a la esquina del edificio, el soldado que estaba haciendo guardia preguntó a los oficiales: «¿Queréis que le pegue yo un poco más?». El oficial le respondió que ya habí­an acabado conmigo, y me dejaron ir. Llamé a unos amigos y les rogué que vinieran a buscarme.


Testimonio original (en inglés)

La brutalidad del régimen de Mubarak

Oficiales del Ejército y de la Policí­a Militar han detenido de forma arbitraria a al menos 119 personas desde que el Ejército tomó posiciones en las ciudades y pueblos de Egipto, la noche del pasado 28 de enero. En al menos cinco casos, estos detenidos han sido torturados. Lo que sigue es (traducido del inglés) el testimonio de uno de ellos, un manifestante, que ha sido entrevistado por Human Rights Watch: «El pasado viernes, sobre las 15.30 horas, iba caminando […]

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Manifestantes juegan al ajedrez mientras pasan la noche en la plaza Tahrir de El Cairo, Egipto el 1 de febrero. Foto: Patrick Baz / AFP / Getty Images

Anthony Shadid, en The New York Times (6/2/2011):

Minutos antes de la medianoche del domingo, al tiempo que una inesperada lluvia lava las somnolientas calles de El Cairo, Ahmed Abdel-Moneim camina con unos amigos cruzando el puente que se ha convertido en el pasaje hacia la capital paralela de la Plaza Tahrir, un lugar que es ya, también, una idea. «Mi vista va mucho más lejos de lo que alcanzan mis ojos», dice.

La revolución egipcia es como una carrera de ultimatums –caos y revolución, libertad y sumisión–, pero el ruedo de la Plaza Tahrir es más tranquilo por las noches. La cacofoní­a de la rebelión da paso a un rato para la poesí­a, las representaciones y la polí­tica.

Ya sea en la cantina donde se preparan bocadillos de queso, entre los voluntarios que llevan té a los guardias de las barricadas, en las farmacias atiborradas de Betadine o entre los artistas que han traí­do su estética hasta el asfalto, otro Cairo, el suyo propio, comienza cuando la ciudad duerme. El cansancio es ya agotamiento, pero nadie quiere rendirse en un momento que se siente lleno del idealismo del desafí­o.

«Aquí­ todo el mundo está despierto», dice Abdel-Moneim, mientras pasa por un control del ejército donde un soldado acaba de orinar sobre su propio tanque. «Es posible que esté exhausto, pero sé que al llegar la mañana puedo respirar el aire de la libertad. Lo que he visto aquí­ no lo he visto nunca antes en toda mi vida». O, como reza un grafiti en un tanque, «la revolución se hace en Tahrir, no durmiendo en la cama».

En un dí­a como otro cualquiera, la ciudad más grande del mundo árabe se tambaleó, y a sus 18 millones de habitantes se les unió otro millón en el campo. […]

Leer el artículo completo (en inglés)

Noche en Tahrir: de la protesta a la poesí­a

Anthony Shadid, en The New York Times

Un manifestante en El Cairo, este domingo. Foto M. Soli / Wikimedia Commons

Mubarak, el gran aguafiestas
El Sinaí también se subleva
Nada que ver con el Irán de hace 30 años
Plaza Tahrir, El Cairo, 4-2-2011
El modelo turco
La revuelta egipcia, ¿un final o un principio?
Los pro Mubarak desatan la caza al periodista para tomar la plaza Tahrir sin testigos
Es tarde para jugar al ajedrez
La historia se pone a galopar en el mundo árabe
Egipto: Cinco claves sobre el papel del ejército
Una cuestión de dignidad, pan y libertad
Egipto, el asalto final

• Y una imagen: Una mani­fes­tante besa a un sol­dado durante las protestas contra Mubarak en El Cairo (Lef­te­ris Pita­ra­kis / AP)

Lectura para el domingo

» Mubarak, el gran aguafiestas
» Plaza Tahrir, El Cairo, 4-2-2011
» Nada que ver con el Irán de hace 30 años
» El modelo turco […]

Un ví­deo de Oliver Wilkins realizado en plena Plaza Tahrir, en El Cairo, el pasado 1 de febrero. Los mensajes y las voces de los manifestantes contra Hosni Mubarak, claros y contundentes, están traducidos al inglés.

Está escrito: las voces de la Plaza Tahrir

Un ví­deo de Oliver Wilkins realizado en plena Plaza Tahrir, en El Cairo, el pasado 1 de febrero. Los mensajes y las voces de los manifestantes contra Hosni Mubarak, claros y contundentes, están traducidos al inglés.

El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, y el de EE UU, Barack Obama, en la Casa Blanca, el 1 de septiembre de 2010. Foto: Pete Souza / White House

Las protestas en Egipto han vuelto a plantear la cuestión de la ayuda estadounidense a este paí­s, un asunto que el Gobierno de Estados Unidos ha prometido reconsiderar. El siguiente artículo, publicado en ProPublica, responde a algunas preguntas básicas, como cuánto ha dado EE UU, cómo lo ha hecho, quién se ha beneficiado y quién ha decidido cómo gastarlo.


¿Cuánto gasta EE UU en Egipto?

Egipto es el paí­s, después de Israel, que más ayuda recibe de EE UU (dejando aparte el dinero empleado en las guerras de Irak y Afganistán). La cantidad varí­a cada año y fluye a través de ví­as muy diversas, pero la media de la ayuda estadounidense al paí­s árabe está en torno a los 2.000 millones de dólares anuales desde 1979, año en el que Egipto firmó el tratado de paz de con Israel tras los Acuerdos de Camp David, y según un informe de 2009 del Congressional Research Service (CRS). Esta cantidad incluye tanto la ayuda militar como la económica, si bien esta última ha ido descendiendo desde 1998, según el CRS.

¿Cuánto se destina a ayuda militar y qué se compra con ella?

Según el Departamento de Estado de EE UU, el total de la ayuda militar estadounidense a Egipto asciende a 1.300 millones anuales, y se canaliza a través del fondo de Financiación Militar Extranjera (Foreign Military Financing, FMF).

Las fuentes oficiales de EE UU siempre han argumentado que este fondo ayuda a fortalecer los lazos entre los ejércitos de los dos paí­ses, lo que conlleva un gran número de beneficios. Por ejemplo, los barcos de guerra de la Marina estadounidense tienen consideración especial cuando cruzan el Canal de Suez.

El siguiente cable de la embajada de EE UU, sacado a la luz por Wikileaks, muestra, esencialmente, el mismo razonamiento:

El presidente Mubarak y los lí­deres del Ejército perciben nuestro programa de ayuda militar como la piedra angular de nuestra relación, y consideran los 1.300 millones de dólares del FMF una «compensación intocable» por haber hecho y mantener la paz con Israel. Los beneficios prácticos de esta relación son evidentes. Egipto continúa en paz con Israel, y el Ejército de EE UU obtiene prioridad de acceso al Canal de Suez y al espacio aéreo egipcio.

Este fondo militar permite asimismo a Egipto la compra de bienes y servicios militares manufacturados en EE UU, de acuerdo con un informe de 2006 de la Oficina Gubernamental de Contabilidad (GAO, por sus siglas en inglés). En este informe se criticaba tanto al Departamento de Estado como al de Defensa por no haber sido capaces de concretar la cantidad exacta en la que este fondo de ayuda contribuye a la consecución de los objetivos estadounidenses.

¿Obliga esta ayuda a Egipto a tomar medidas especí­ficas en materia de derechos humanos?

No. El secretario de Defensa Gates señaló en 2009 que el fondo financiero militar «deberí­a llevarse a cabo sin condiciones». Antes de realizar este comentario, Gates indicó que el Gobierno de Obama, «como cualquier otro gobierno de EE UU, apoya siempre los derechos humanos».

El Gobierno del anterior presidente, George W, Bush, llegó a amenazar con condicionar la ayuda militar a una mejora de los derechos humanos en Egipto, pero no llegó más allá. Cuando el disidente egipcio en el exilio Saad Eddin Ibrahim reclamó al Gobierno estadounidense que impusiera condiciones a su ayuda a Egipto, los oficiales de EE UU rechazaron la idea calificándola de no realista.

¿Quién se beneficia de esta ayuda militar?

Obviamente, la ayuda beneficia el Ejército egipcio y al gobierno que el Ejército egipcio apoye, que, hasta ahora, ha sido el de Hosni Mubarak. El fondo militar extranjero es un gran negocio para Egipto, ya que le aporta miles de millones sin condiciones para modernizar sus fuerzas armadas, reemplazando las viejas armas soviéticas por moderno armamento y equipamiento militar estadounidense.

De acuerdo con el Departamento de Estado, este equipamiento ha incluido aviones de combate, tanques, carros blindados, helicópteros Apache, baterí­as anti misiles y aviones de vigilancia.

Egipto puede comprar este material al Ejército de EE UU o a través de las empresas contratistas de Defensa, y puede hacerlo a crédito. En 2006 la GAO indicó que Egipto habí­a llevado a cabo algunos contratos de defensa a cuenta de la ayuda militar estipulada. Algunos de estos pagos no vencí­an hasta 2011, según la GAO.

El otro grupo que se beneficia de esta ayuda son las empresas contratistas de EE UU. Tal y como publicamos con la Sunlight Foundation, todas estas empresas, entre ellas, BAE Systems, General Dynamics, General Electric, Raytheon y Lockheed Martin, han hecho negocios con el Gobierno egipcio a través de relaciones facilitadas por lobbies de Washington con mucho poder.

¿Y qué pasa con la ayuda económica?

La ayuda económica estadounidense a Egipto ha ido descendiendo a lo largo de los años, pero se suele situar en torno a cientos de millones [de dólares] anuales.

Parte de esta ayuda beneficia también a los propios EE UU, a través de programas como el Commodity Import Program, mediante el cual Washington dona millones a Egipto en concepto de ayuda para que Egipto, a su vez, importe bienes estadounidenses. En su página web, el Departamento de Estado lo describe como uno de los «mayores y más populares programas de ayuda de EE UU».

Otros, sin embargo, no han resultado tan exitosos. En 2006 un inspector general realizó una auditorí­a a un proyecto de 4 años y 57 millones de dólares destinado a aumentar puestos de trabajo e ingresos domésticos en zonas rurales. El resultado fue que las inversiones estadounidenses «no lograron alcanzar el número de empleos previsto». Otra auditorí­a realizada en 2009, esta vez sobre un proyecto de 151 millones de dólares cuyo objetivo era modernizar el sector financiero egipcio, concluyó que, si bien el sector inmobiliario de este paí­s experimentó un crecimiento significativo durante la duración del proyecto, los esfuerzos aportados por la ayuda estadounidense no eran «claramente medibles», y el crecimiento pudo haberse debido a la evolución del mercado o a acciones gubernamentales.

Los detractores de la ayuda económica de la Administración Obama a Egipto han destacado que en 2007, por ejemplo, esta ayuda supuso tan sólo 6 dólares per cápita, frente a los 40,80 dólares per cápita gastados en Jordania en ese mismo año. Ahmad El-Naggar, investigador y economista del Al-Ahram Center for Political and Strategic Studies, criticó a EE UU en 2009 por centrarse en «programas basados exclusivamente en razones ideológicas», y no en la pobreza y el paro que, cada vez más, sufre el paí­s, dos de las cuestiones que han alimentado las protestas de estos dí­as.

¿Hay fondos para promover la democracia y la sociedad civil?

Los fondos para promover la democracia y el buen gobierno a través de la financiación directa de ONG en Egipto alcanzaron una media de aproximadamente 24 millones de dólares en el año fiscal 2009-2010. Pero esto, también, ha tenido un «impacto limitado», debido a la «falta de cooperación del gobierno egipcio», según una auditorí­a realizada en octubre de 2009 por un inspector general:

El Gobierno egipcio ha puesto trabas al programa de ayuda estadounidense para la democracia y el buen gobierno, y ha suspendido las actividades de muchas ONG de EE UU porque los oficiales egipcios consideraban que estas organizaciones son demasiado agresivas.

Los cables publicados recientemente por Wikileaks muestran cómo oficiales del Gobierno egipcio han solicitado a EE UU que deje de financiar organizaciones que no están «registradas apropiadamente como ONG» por el Gobierno egipcio. Según informa AFP, en un cable de 2007 se describe al presidente Mubarak como «profundamente escéptico sobre el papel de EE UU en la promoción de la democracia».

Tras estas quejas del régimen egipcio, EE UU limita ahora su ayuda a las ONG registradas por el Gobierno, lo que supone excluir a la mayorí­a de los grupos pro derechos humanos, según informa The Huffington Post. Estas ayudas también han descendido notablemente durante el gobierno de Obama.

(Marian Wang contribuyó en este artículo)


Theodoric Meyer es periodista.


Publicado originalmente en ProPublica bajo licencia Creative Commons el 31/1/2011
Traducción del original en inglés
: F.A.Q. on U.S. Aid to Egypt: Where Does the Money Go

Cómo y cuánto ha ayudado EE UU al régimen de Mubarak

Las protestas en Egipto han vuelto a plantear la cuestión de la ayuda estadounidense a este paí­s, un asunto que el Gobierno de Estados Unidos ha prometido reconsiderar. El siguiente artículo, publicado en ProPublica, responde a algunas preguntas básicas, como cuánto ha dado EE UU, cómo lo ha hecho, quién se ha beneficiado y quién ha decidido cómo gastarlo. […]

Najib Abu-Warda

Extractos del encuentro digital organizado por 20minutos.es sobre la situación actual de Egipto, entre el profesor Najib Abu-Warda, experto en el mundo árabe, y los lectores del diario:


¿Cómo puede repercutir la revuelta egipcia en el mundo árabe, donde muchos paí­ses tienen democracias formales pero limitadas?

Lo que está pasando en Egipto y en el resto del paí­ses es una especie de ‘revolución blanca’, en la que las masas árabes quieren alcanzar unos niveles de derechos humanos y democracia iguales a los del resto del mundo. Cada paí­s es diferente, pero pocos de ellos ahora mismo son democracias reales. Las revueltas significan el inicio del fin de la situación que ha existido hasta ahora.

¿Durará semanas? ¿Meses?

Lamentablemente, parece que el régimen está movilizando afines a su polí­tica para justificar su permanencia en el poder y ganar tiempo. A pesar de todo, no hay expectativas de continuación del actual Gobierno. Dependiendo de la resistencia del sistema y su capacidad de movilizar masas a su favor, así­ durarán las revueltas. Además, lo importante es saber hacia qué lado girará el Ejército, que de momento ha mantenido una postura neutral, aunque moralmente favorable a los manifestantes antimubarak. Las condiciones en general indican que el fin de Mubarak no está lejos.

¿Cómo influyen en Europa todas estas revueltas?

La zona de Oriente Medio es muy importante estratégicamente. La estabilidad en Egipto y el resto de paí­ses de la zona tiene efectos inmediatos sobre los intereses occidentales. Europa está tomando una postura similar a la EE UU, pidiendo el inicio de reformas democráticas en el paí­s.

¿Estamos a las puertas de un nuevo Irán en Egipto?

No necesariamente. Al contrario, el no cambio en Egipto es lo que generá extremismo y radicalismo. Los Hermanos Musulmanes están actuando de una forma aceptable en toda esta crisis, no demandando cambios desde la perspectiva islamista.

¿Cómo influirá el cambio polí­tico en Egipto, de producirse definitivamente, en Israel?

Egipto es una aliado de Israel desde finales de los años sesenta. Reconoce el Estado de Israel. Sin embargo no ha podido normalizar las relaciones más allá de la diplomacia formal. Esto es debido a que el régimen egipcio -en realidad, todos los regí­menes egipcios de la segunda mitad del siglo XX- no ha tenido en cuenta la opinión pública del paí­s sobre estas relaciones con Israel. A Israel le interesa que Egipto no cambie, porque sus relaciones con el régimen de Mubarak no le suponen tantas dificultades. En cambio, un Gobierno democrático que respondiera ante el pueblo, tendrí­a más difí­cil mantener esa polí­tica hacia Israel, muy criticada por los ciudadanos.

¿Qué papel están teniendo las redes sociales (Twitter, Facebook) ¿No estamos confundiendo, desde nuestra privilegiada posición de espectadores, el cómo con el porqué? Al fin y al cabo, como se está demostrando hoy con los enfrentamientos, y en dí­as pasados con los centenares de muertos, para derrocar al poder -y más si éste es de naturaleza autocrática- se hace impresicindible recurrir a los tradicionales métodos de acción directa. ¿La revolución no sigue ganándose en la calle?

Las movilizaciones se incian desde las masas de jóvenes apolí­ticos. Son fracciones naturales de asociaciones de estudiantes y grupos sociales de la sociedad civil. Hasta qué punto las movilizaciones puedes ser instrumentalizadas por grupos polí­ticos de la oposición no se puede saber con certeza. A dí­a de hoy, claro.

¿En que paí­ses hay mas posibilidades de que se sigan los pasos de Túnez y Egipto? ¿Por qué?

Jordania, principalmente. En otros paí­ses como Yemen, que está prácticamente sumido en una guerra civil, Lí­bano o Argelia también se dan condiciones para que se produzca algo así­. En un segundo grupo como el de las monarquí­as del Golfo, cuya situación económica es más privilegiada, serí­a más difí­cil que se produjera algo así­. La crí­tica a estos regí­menes es más intelectual que social, por eso la movilización de masas es más complicada y lenta. Marruecos, por otro lado, se sitúa en una posición más compleja. Esto es debido a la propia estructura monárquica del paí­s. En este paí­s existen factores de inestabilidad, pero no son los de Egipto o Túnez. En Marruecos serí­a necesario movilizar las mazas desde varios enfoques, más allá de lo superficial. Habrí­a que replantearse allí­ la situación de legitimidad del poder monárquico para gobernar al pueblo.

El intervencionismo de EE UU en la región está más que demostrado y el vicepresidente Omar Suleiman es una prueba de ello. ¿Cuál es el papel que cree que ha tenido EE UU en los sucesos de Egipto y Túnez?

EE UU es el paí­s más implicado en todos estos acontecimientos. La zona es vital para su polí­tica exterior. En Egipto, todos los personajes del Gobierno son afines a EE UU. También El Baredei, uno de los lí­deres de la oposición, es sospechoso de ser «el hombre de Estados Unidos». Muchos analistas temen que el cambio en Egipto complique la polí­tica geoestratégica en la zona. EE UU está diseñando el camino por donde tienen que transcurrir los cambios polí­ticos en Egipto.

¿Qué papel juega, si juega alguno, la religión en esta revolución¿ ¿Tiene razones Occidente para temer una radicalización hacia el fundamentalismo, en caso de que triunfe la revolución como lo ha hecho ya en Túnez?

Los Hermanos Musulmanes, el grupo polí­tico islamista más importante del paí­s, no es contemplado como un partido legal (a dí­a de hoy). Cualquier reforma deberí­a incluirlos, porque excluirlos significarí­a darles un motivo para su radicalización. La mejor forma de minimizar las posibilidades del islamismo egipcio es incluir a los HH MM.

¿Por qué cree que Israel desaprueba el movimiento egipcio contra Mubarak? ¿Puede haber algún interés oculto (económico) por parte de una superpotencia en que Oriente Medio se desestabilice interiormente? ¿O es una transición natural de avance sociodemográfico?

Hay un interés no sólo económico, sino estratégico y geopolí­tico. No interesa ni una estabilidad plena ni una inestabilidad del todo bélica. Interesa una situación de cierta inestabilidad controlada. Como hasta ahora.

¿Qué consecuencias cree que puede tener esto en la situación de territorios como Palestina y el Sáhara Occidental?

Para Palestina es fundamental cualquier cambio democrático en Egipto. Israel tendrá que aceptar que este paí­s hable de una forma diferente en polí­tica exterior. Sobre el Sáhara occidental las repercusiones serán menores, y difí­cilmente sancionables ahora mismo.

¿Por qué ahora la revuelta y no antes?

El espejo de Túnez hizo pensar al pueblo egipcio. Esto es una realidad constatable. El efecto contagio del paí­s del exdictador Ben Alí­ es una de las razones, quizá la más importante.

¿Es justificada la preocupacion del Estado hebreo por un posible cambio de régimen en Egipto?

Sí­, desde su punto de vista. Quiere un Egipto neutralizado, y teme que éste se desperece. Israel teme perder la facilidad de actuar como lo está haciendo hasta ahora.

¿Quién está detrás de la revuelta? ¿Qué paí­s o paí­ses están jugando el papel de motores, organizadores y dirigentes?

Efectivamente, las movilizaciones del pueblo no son espontáneas, sino motivadas por causas polí­ticas, económicas y sociales. El pueblo necesita un elemento para transformar el malestar en revuelta de forma espontánea, si bien, al mismo tiempo, grupos polí­ticos tienen mucho interés en capitalizar y coordinar estas movilizaciones. Incluso desde el exterior, potencias como EE UU u otros paí­ses de la zona, quieren el cambio.

¿Por qué el mundo árabe es incapaz de ser aconfesional?

El mundo árabe es un mundo aconfesional en el sentido de que hay un reconocimiento de todas las confesiones existentes. En Egipto hay diez millones de cristianos. Egipto es aconfesional. Otra cosa es que en dicho mundo árabe haya una vinculación estrecha entre Estado y religión. Yo creo que este no es el problema. El problema del mundo árabe es su decadencia, motivada no por la religión o las religiones, sino por circunstancias polí­ticas, económicas y sociales. El mundo musulmán, en general, necesita interpretar de nuevo la relación entre su religión y el Estado moderno. Islam y democracia son perfectamente compatibles.

A diferencia de Palestina, la sociedad egipcia lleva varias décadas soportando esta situación sin el menor atisbo de disconformidad. ¿Un pueblo que ha tolerado durante tanto tiempo la injusticia, será realmente capaz de asimilar un proceso democrático? ¿Se merece Egipto la libertad?

Totalmente. España, sin ir más lejos, es un ejemplo evidente. Las dictaduras están condenadas a desaparecer, independientemente de dónde se hayan establecido. Hay que apoyar con más vehemencia estas transiciones a la democracia, porque si han permanecido -en Egipto y otros paí­ses, incluso del tercer mundo- es por la complicidad de Occidente.

¿Qué movimento opositor es el predominante? ¿Cuáles serán los próximos pasos a seguir? ¿En verdad se pretende una transición a la democracia o un cambio de gobierno? ¿Existe alguna previsión de en qué condiciones estará el paí­s dentro de unos meses?

Hay más de un grupo, no sólo los Hermanos Musulmanes; están los nasseristas, por ejemplo. Lo ideal, respecto al futuro próximo, serí­a el establecimiento de un gobierno de transición que cree las condiciones óptimas para realizar elecciones legislativas y presidenciales (que están previstas, en teorí­a, para septiembre). Pero es verdad que, de momento, que no se puede adelantar acontecimientos respecto a lo que pudiera suceder en las próximas semanas (caí­da de Mubarak, posición del Ejército…). Es posible que el conflicto se enquiste y se alarge.

¿Cuál es el futuro de los dictadores como el de Túnez o el de Egipto?

Cada caso es distinto. En el caso de Túnez, Ben Alí­ es un dictador que ha cometido crí­menes contra su propio pueblo, por lo que está buscado por la Interpol para someterle a la Justicia. Mubarak, hasta ahora, podrí­a tener una salida digna (el pueblo reconoce su labor de militar en los años 60). No hay indicios que haya cometido crí­menes contra su pueblo (del estilo de los cometidos por Ben Alí­ en Túnez). Lo que no quiere decir que si se complica la situación, los pueda cometer.

¿Es El Baradei el hombre adecuado para pilotar la transición?

El Baradei es el hombre de EE UU camuflado en la transición egipcia. Ha vivido siempre fuera del paí­s. No es el mejor candidato. Hay muchos egipcios con mucha mayor capacidad y aceptación para dirigir al paí­s que este Premio Nobel de la Paz. El Baradei cuenta, eso sí­, con la ventaja de ser independiente y de coincidir con las demandas de los manifestantes. Además, el prestigio de su reconocimiento internacional, a pesar de sus relaciones con EE UU, podrí­a jugar a su favor dentro del paí­s.

El conflicto en Egipto «puede enquistarse»

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Manifestantes en la plaza Tahrir de El Cairo, este martes.
Foto: Muhammad Ghafari / Wikimedia Commons

Miles de egipcios han aprovechado este martes el llamado dí­a de la ira para salir a la calle y pedir el fin del régimen de tres décadas de Hosni Mubarak, en unas protestas sin precedentes inspiradas por la revuelta que derrocó hace dos semanas al gobierno del presidente tunecino Ben Ali, y en las que se han producido enfrentamientos violentos con la policí­a, que han dejado al menos dos manifestantes muertos.

Además de en El Cairo, las protestas se han desarrollado en varias ciudades de Egipto, con unos 20.000 manifestantes en Alejandría, 200 en Asuán, 2.000 en Ismaïlia, unos 3.000 en El-Mahalla El-Kubra… En la capital, tomada prácticamente por la policía, miles de manifestantes se reunieron por la mañana frente al Tribunal Superior, en el centro de la ciudad y, tras romper el cordón policial, se trasladaron hasta la plaza Tahrir. La policía usó gas lacrimógeno y cañones de agua contra los manifestantes, quienes a su vez arrojaron piedras a la policía.

Las protestas, convocadas por grupos de la oposición, son en demanda de reformas políticas y de que sea derogada la Ley de Emergencia, vigente desde 1981.

Decenas de miles de personas se manifiestan en la plaza Tahrir de El Cairo, este martes por la noche.
Foto: Al Jazeera English / Wikimedia Commons

Más información: La policía egipcia y cientos de manifestantes se enfrentan en El Cairo en el ‘día de la ira’ (crónica de Nuria Teson, en El País)

Egipto se contagia de Túnez y vive la mayor protesta en años

Miles de egipcios han aprovechado este martes el llamado dí­a de la ira para salir a la calle y pedir el fin del régimen de tres décadas de Hosni Mubarak, en unas protestas sin precedentes inspiradas por la revuelta que… Leer

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Combatientes kurdos del PKK, en un paso de montaña en el Kurdistán iraquí, en la zona fronteriza con Irán. Foto: David Furst / AFP / Getty Images

La rebelión kurda traspasa fronteras
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Irak: Posguerra
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