Osama bin Laden

El presidente de EE UU, Barack Obama
Foto: Steven Williams / US Marine Corps / Wikimedia Commons

Llamemos a las cosas por su nombre. Asesinar es matar a alguien con premeditación y alevosía, y lo que ordenó el presidente de los Estados Unidos hace ahora un año fue un asesinato, sin tan siquiera un juicio previo. Después no solo se felicitó por ello, sino que dijo además que quienes pusieron en duda su actuación necesitaban un psicólogo.

Eso sin contar el hecho de que la víctima se encontrase en otro país, y de que ese país no hubiese dado permiso al presidente de los Estados Unidos para mandar allí a un grupo de militares, menos aún para matar a nadie. Obviamente no va a ocurrir, pero, en mi opinión, el presidente de los Estados Unidos debería ser juzgado por ello.

El asesinato de Osama Bin Laden no fue un acto de guerra. Tampoco fue en defensa propia. Un año después, ni siquiera ha habido una comisión de investigación oficial en ese país –lo mínimo que puede esperarse de un estado democrático y de derecho– para aclarar, al menos, si había o no posibilidades de capturarlo vivo.

Los estados civilizados juzgan antes de sentenciar. No buscan venganza, sino justicia. Bin Laden era el mal, un fanático iluminado y un asesino de masas, pero incluso los genocidas nazis fueron juzgados en Nuremberg.

Las consecuencias de la muerte del líder de Al Qaeda no importan. ¿El fin justifica los medios? ¿Le habrías pegado un balazo a Hitler si hubieses tenido la oportunidad de hacerlo? Mi respuesta es no, habría tratado de capturarlo. ¿Y si hubiese sido imposible capturarlo? Mi respuesta entonces es que probablemente sí, y también que tendrían que haberme llevado a juicio por haberlo hecho. No parece, en cualquier caso, que fuera eso lo que ocurrió con Bin Laden.

En plena clave electoral ya, Obama dijo este miércoles que el día de la muerte de Bin Laden fue el más importante de su mandato. Para mal, añadiría yo. Fue el día en que algunos comprendimos que, en ciertos aspectos, Obama era solo menos malo que su nefasto antecesor; el día de la decepción. Un año después, sigo necesitando un psicólogo.

Obama, un año de impunidad

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Estuve muy nervioso durante todo el proceso, pero lo único que no me hizo perder el sueño fue la posibilidad de tener que eliminar a Bin Laden. Se ha hecho justicia. Y creo que cualquiera que ponga en duda que el autor de un asesinato de masas en suelo estadounidense no merecía acabar como acabó necesita que le examinen la cabeza.

Barack Obama, presidente de EE UU, en una entrevista concedida al programa 60 Minutes, de la CBS

Obama cree que necesito un psicólogo

“Estuve muy nervioso durante todo el proceso, pero lo único que no me hizo perder el sueño fue la posibilidad de tener que eliminar a Bin Laden. Se ha hecho justicia. Y creo que cualquiera que ponga en duda que el autor de un asesinato de masas en suelo estadounidense no merecía acabar como acabó necesita que le examinen la cabeza. […]

Los retoques con Photoshop de la familia real española dan risa comparados con lo que son capaces de hacer algunos periódicos ultraortodoxos judíos. Esto se parece más bien al fino arte de la censura retroactiva que practicaba Stalin, cuando hacía ‘desaparecer’ de las fotos oficiales a los personajes que habían caído en desgracia, o que simplemente habían ‘desaparecido’ ya de verdad, por obra y gracia del dictador (una puesta al día, vamos).

He aquí un reciente e ilustrativo ejemplo: el periódico Der Zeitung, un diario hasídico (el hasidismo, o jasidismo, es una de las ramas más ortodoxas del judaísmo) de Brooklyn, Nueva York, procura evitar la publicación de imágenes de mujeres, por entender, al parecer, que la fotografía de una persona del sexo femenino puede sugerir a sus lectores una inequívoca intención sexual. El problema es que en la foto del año aparece Hillary Clinton, y Hillary Clinton es, como es sabido, una mujer… ¿Solución? Publicamos la foto, pero borramos a Clinton. Tampoco era tan complicado.

Y ahí están: Obama y su equipo, siguiendo en directo la ejecución de Bin Laden en Pakistán, pero sin la chica. Sólo faltan las cervezas. Y ya puestos, no sólo se han cargado a Clinton (cuya expresión, por cierto, es la que otorga a la imagen toda su carga dramática, por más que ella haya dicho después que lo que pasaba es que le dio tos), sino también a la directora de la Lucha contra el Terrorismo, Audrey Tomason, que es la mujer que está en la puerta, asomándose, como si pasara por allí. Y eso que la Casa Blanca había dicho expresamente que nada de retoques… En fin, este es el resultado:

Fotografía retocada en el diario ultraortodoxo judío ‘Der Tzitung’
Imagen original cedida por la Casa Blanca. Foto: Pete Souza / White House

La foto retocada la ha publicado en Internet el blog Failed Messiah, y yo la he visto en Guerra Eterna.

¿Mujeres en la sala de mando? ¿Estamos locos?

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Comunicado de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo sobre la muerte de Osama bin Laden, emitido el pasado día 2:

La Asociación 11M Afectados del Terrorismo, ante los acontecimientos ocurridos en el día de hoy, con el asesinato extrajudicial de Osama Bin Laden, quiere poner de manifiesto lo siguiente:

1. Esta Asociación, pese a haber nacido a raíz del mayor acto de terrorismo de toda Europa, es una organización respetuosa con la vida, con los Derechos Humanos y con el Derecho Internacional y contraria a la pena de muerte.

2. No somos más que víctimas de terrorismo, por lo tanto no entramos en cómo se han hecho o cómo se han podido hacer las cosas en este caso. Pero no nos gusta la muerte, ninguna muerte. Ni siquiera la de sátrapas como el mencionado monstruo, que en su origen fue adiestrado, alentado y alimentado en sus afanes asesinos.

3. Estamos convencidos que la muerte de Bin Laden no va a constituir el fin del terrorismo yihadista. Esta muerte será para los radicales la de «un mártir» y tras su muerte aparecerán en  primer plano nombres por todos conocidos: Ayman Al Zawahiri, Rabei Osman El Sayed Ahmed «Mohamed el Egipcio» o Yahía Mouad Mohamed Rajah. El principal «éxito» de Osama Bin Laden y de los otros responsables de Al-Qaida ha sido convertir al salafismo yihadista en una ideología que trasciende conflictos y fronteras, logrando la extensión planetaria de esta corriente asesina.

4. Pero entre las víctimas, los asesinados, sus supervivientes, sus hijos, sus madres, sus padres, las novias, a los tullidos que hemos visto renquear sobreponiéndose a una mano amputada, a una pierna coja, a una espalda rota no hemos sorprendido nunca a ninguno en un pronto vengativo, en un gesto amenazante, en un arranque irracional o planificado para ajustar las cuentas con sus asesinos.

5. Ha sido abatido en Pakistán, país «amigo» de Europa, donde todos los que entendemos, por desgracia, de este tipo de terrorismo sabemos que es donde se encuentran los campos de entrenamiento y adoctrinamiento. Al igual que nos ocurre con Marruecos, que no extradita a nacionales aunque sean asesinos y sin embargo es socio privilegiado de Europa. Creemos que su presidente, el Ex-Presidente de las Islas Azores Sr. Barroso, y todos los 27 miembros de la UE deberían pensar que hay «amistades peligrosas».

6. Pedimos a nuestro Gobierno, encarecidamente que «cuide» a nuestras tropas en el extranjero, que nos cuide a sus ciudadanos sin mirar para otro lado, y que ponga todos los medios de nuestro Estado para que las posibles amenazas jamás se hagan realidad.

7. No vamos a llorar su muerte, aunque le preferiríamos vivo, preso y ante la justicia democrática, juzgado con las leyes de las que nos hemos dotado y cumpliendo las penas de nuestros códigos penales. En fin, confiando en nuestros Estados de Derecho, tal y como hicimos con los miembros de la red de Al-Qaida que cometieron los atentados del 11 de Marzo, con todas sus garantías procesales.

«No nos gusta la muerte»

Comunicado de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo sobre la muerte de Osama bin Laden, emitido el pasado día 2: La Asociación 11M Afectados del Terrorismo, ante los acontecimientos ocurridos en el día de hoy, con el asesinato extrajudicial… Leer

Las voces de la nueva generación árabe. La escalada de la violencia parece haber frenado la euforia que siguió en todo Oriente Medio a las revoluciones en Túnez y Egipto, unas revoluciones que estuvieron lideradas, sobre todo, por jóvenes. La juventud, sin embargo, tiene aún mucho que decir, y continúa desempeñando un papel fundamental en la llamada «primavera árabe». The New York Times ha realizado una serie de entrevistas en forma de vídeos cortos, en las que cerca de una treintena de jóvenes, desde Marruecos hasta Cisjordania, todos ellos menores de 30 años, hablan sobre este momento histórico y sobre las perspectivas de futuro de su generación.


La niña de la foto de Irak, seis años después. La fotografía fue captada en enero de 2005 por el fotógrafo Chris Hondros (muerto hace un par de semanas en el frente de Libia), y constituye uno de los iconos más famosos de la guerra de Irak. Es la imagen de la barbarie, de los efectos reales que tiene la violencia bélica sobre las víctimas civiles, sobre los más inocentes. La niña de la foto, Samar Hassan, tenía entonces cinco años. Soldados estadounidenses acababan de disparar contra el coche en el que viajaba su familia, en la ciudad de Tal Afar, matando a sus padres. Ahora, seis años después, The New York Times ha encontrado a Samar y publica un interesante reportaje en el que la ahora adolescente de 11 años de edad recuerda aquel momento y cuenta su experiencia desde entonces. Acompaña el artículo otra impactante foto (demasiado preparada, o demasiado teatral, quizá) en la que, según explica el periódico, Samar está viendo por primera vez la famosa imagen.

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Samar Hassan, de cinco años de edad, tras la muerte de sus padres por disparos de sodados estadounidenses en un control de carretera en Tal Afar, Irak, el 18 de enero de 2005. Foto: Chris Hondros / Getty Images


Sobre la muerte de Bin Laden:


Y también:

Lectura para el domingo

» Las voces de la nueva generación árabe
» La niña de la foto de Irak, seis años después
» Notas sobre la muerte de Osama Bin Laden
» Las luchas internas emergen en Irán […]

Osama bin Laden y Ayman al Zawahiri, en noviembre de 2001, en Kabul, Afganistán. Foto: Hamid Mir / Wikimedia Commons

¿Qué va a ser de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden? ¿Quién va a sucederle? ¿Siguen constituyendo la organización terrorista y sus grupos afiliados y satélites una amenaza, o se irá diluyendo poco a poco su capacidad de agresión? ¿Cómo está estructurada y dónde opera? ¿Cómo le han afectado las revueltas populares en el mundo árabe?

Al Qaeda se convirtió en el gran enemigo de Occidente tras matar a cerca de 3.000 personas en Nueva York y Washington el 11-S, afianzó su influencia organizando e inspirando brutales atentados como los de Madrid, Londres, Bali y tantos otros; apoyó a los talibanes en Afganistán y ayudó a avivar el infierno de la violencia tras la invasión de Irak.

Ahora, sin su líder, amenazada por el impacto de las revoluciones en Oriente Medio y el Magreb, y fraccionada, la red terrorista podría estar ante el principio de su ocaso.

Osama: de líder a icono

Cuando los comandos de élite de la Marina de EE UU ejecutaron a Osama bin Laden la noche del pasado domingo en Pakistán, eliminaron más un símbolo que a un líder real.

Bin Laden seguía siendo el jefe de Al Qaeda, pero su papel como dirigente activo de la organización terrorista había ido disminuyendo considerablemente en los últimos años. Y una de las principales razones es la evolución que ha experimentado la propia organización: A lo largo de la última década, Al Qaeda ha dejado de ser una estructura centralizada para convertirse en un movimiento de referencia, una especie de franquicia, bajo cuyo paraguas operan diversos grupos yihadistas que, a menudo, tienen poca o ninguna conexión con «la base» y no responden a una estrategia dirigida desde la cúpula. La mayoría de los movimientos integristas relacionados con Al Qaeda circunscriben su ámbito de acción a sus propios países.

Y, sin embargo, la mera existencia de Bin Laden (los mensajes en vídeo o audio que lanzaba de vez en cuando, su valor como icono) aún lograba tener un cierto efecto aglutinador, capaz de anteponer un discurso de unidad (Occidente como enemigo común, apropiación de la causa palestina) a las muchas diferencias, ideológicas y de objetivos, existentes entre las distintas facciones del fanatismo islamista.

Ahora que Bin Laden no está, es fácil pensar que volverá a imponerse la dispersión que caracteriza el mundo del yihadismo. A fin de cuentas, fue el propio Bin Laden quien defendió siempre un terrorismo con «muchos focos».

Relegada: el efecto de las revueltas árabes

Pero el mayor golpe para Al Qaeda puede que no haya sido la muerte de su líder, sino algo con lo que no contaba la organización terrorista: Las revueltas populares en el mundo árabe.

Al Qaeda nació con un gran objetivo a largo plazo (la instauración de un nuevo y «puro» califato islámico) y varios a corto plazo. Entre estos últimos, además de la expulsión de «los cruzados» de las tierras musulmanas, de la eliminación de la «entidad sionista» y de derrocar a la Casa de Saud (la monarquía saudí), había uno fundamental: Acabar con los regímenes «inaceptables» existentes en el mundo árabe. Y estos regímenes son las mismas dictaduras (Egipto, principalmente) a las que se están enfrentando ahora o se han enfrentado ya unos levantamientos populares que nada tienen que ver con Al Qaeda, y que han dejado a la organización relegada a un segundo plano, en un papel de mero espectador.

En este sentido, Al Qaeda podría estar perdiendo la partida incluso en el caso de que las protestas acaben favoreciendo a grupos islamistas más radicales, pero no yihadistas (como los Hermanos Musulmanes), y especialmente si quienes al final ganan más fuerza son, como en Turquía, los islamistas más moderados.

Porque, si bien es cierto que el yihadismo está intentando sacar partido y tomar posiciones de cara al futuro, también lo es que, por un lado, se trata de un movimiento muy desunido, y que, por otro, esta supuesta «oportunidad de oro» no cuenta, de momento, con el suficiente respaldo entre la población, pese a los temores de algunos en Occidente.

La agenda: del objetivo global a la realidad local

Con todo, la organización fundada por Bin Laden en 1988 sigue teniendo una gran influencia, y sus tentáculos mantienen una importante estructura operativa en lugares como el Magreb (el reciente atentado de Marrakech, los secuestros de extranjeros), Irak (el pasado jueves, un coche bomba conducido por un suicida causó más de una veintena de muertos en la ciudad de Hila), y el Cuerno de África (Somalia, especialmente). Pero, con la excepción de Yemen, uno de los principales santuarios de la organización, los objetivos en la mayoría de estos casos son esencialmente locales y con poco interés en la agenda mundial diseñada por Bin Laden.

Es posible que la figura de un Osama convertido en «mártir» y las temidas represalias por su muerte devuelvan notoriedad a Al Qaeda durante un tiempo, pero está por ver si el efecto será suficiente como para que la organización recupere el papel que tenía hace años.

Al Qaeda ha ido perdiendo apoyo popular en los países musulmanes y muchos expertos ponen también en cuestión su actual capacidad operativa a gran escala: Aunque ha habido varios intentos frustrados, desde los ataques de 2005 en Londres Al Qaeda no ha logrado perpetrar con éxito ningún otro gran atentado en Occidente.

La cúpula: quién es quién

  • El (probable) sucesor. La muerte de Bin Laden coloca a su lugarteniente, Ayman al Zawahiri, como primer candidato para liderar Al Qaeda. Al Zawahiri, un cirujano egipcio de 60 años de edad, es considerado la mano derecha de Bin Laden, y uno de los principales responsables de las peores masacres de la organización terrorista. Tras la muerte en 1997 de Abdulah Azzam, mentor religioso de Bin Laden, Al Zawahiri se convirtió en el ideólogo del grupo y se trasladó a los campamentos de adiestramiento de Al Qaeda en Afganistán. Un año después, fue uno de los firmantes de la fatua (edicto) de Bin Laden, en la que se ordenaba atacar los intereses de EE UU en todo el mundo. Tras múltiples especulaciones sobre su muerte o su precario estado de salud, Al Zawahiri reapareció en una serie de vídeos y grabaciones sonoras, a menudo junto al propio Bin Laden, y con mayor frecuencia desde 2004. El gobierno de EE UU ofrece una recompensa de 25 millones de dólares por su captura.
  • Los instructores. El ex coronel del ejército egipcio Saif al Adel (nacido en 1963) fue jefe de seguridad de Bin Laden y ha impartido entrenamiento en campos de Al Qaeda en Afganistán, al igual que el también egipcio, y de la misma edad, Abu Mohamed al Masri (alias Abdullah Ahmed Abdullah). EE UU vincula a ambos con los atentados contra dos embajadas estadounidenses en África en 1998 y ofrece por la captura de cada uno de ellos 5 millones de dólares.
  • El ‘químico’. El egipcio Abdel Aziz al Masri (alias de Ali Sayyid Muhamed Mustafa al Bakri, nacido en 1966), es miembro de la shura (consejo dirigente) de Al Qaeda y un estrecho colaborador de Al Zawahiri. Es un experto en explosivos y armas químicas. EE UU ofrece 5 millones de dólares por él.
  • El teólogo. Se cree que Abu Yahya al Libi, también conocido como Hasan Qayid y como Yunis al Sahrawi, fue miembro del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL) antes de aliarse con Bin Laden. Desde entonces, se ha convertido en el principal teólogo de Al Qaeda y, en los últimos años, ha superado a Al Zawahri en su aparición en los vídeos de la organización, donde suele mostrar una imagen de erudito. Fue nombrado comandante de Al Qaeda en Afganistán.

Los militantes: cada vez menos

Según expertos consultados recientemente por la BBC, el núcleo central de Al Qaeda en este momento no dispondría de más de un millarde militantes propios, o ‘fijos’. En la Península Arábiga la organización tendría «unos centenares» de miembros, los mismos que en el Magreb.

Por otra parte, tras verse obligada a reubicarse en zonas tribales al noroeste de Pakistán, Al Qaeda ha visto bastante reducidas sus infraestructuras en esta zona.

No obstante, la estructura organizativa de la red, basada en células independientes de militantes y en redes de contactos clandestinos, hace difícil calcular el número real de sus integrantes.

Las ramas: tres grandes filiales

Actualmente, Al Qaeda, cuyo grupo principal (la central) se encuentra en las montañas del noroeste de Pakistán, cuenta con tres grandes filiales en el mundo, concretamente, en la Península Arábiga, Irak y el Norte de África:

  • Península Arábiga. Las células de Al Qaeda en Yemen y Arabia Saudí se reconvirtieron en 2009 con el nombre de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), con sede en Yemen, después de tres años de operaciones antiterroristas en Arabia Saudí. Su líder es el yemení Nasser al Wahayshi, un antiguo estrecho colaborador de Bin Laden. El Gobierno de Yemen calcula en 300 el número de milicianos de AQPA en este país. Un año antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Al Qaeda cometió, en octubre de 2000, el atentado contra el destructor estadounidense USS Cole en el puerto yemení de Adén, que causó la muerte de 17 marinos. AQPA cperpetró varios atentados en Yemen a lo largo de 2010, y el pasado mes de noviembre anunció su intención de atentar a pequeña escala contra intereses estadounidenses.
  • Magreb. Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), liderada por el argelino Abdelmalek Droukdel, surgió en enero de 2007 por iniciativa de los combatientes del desaparecido Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), que habían luchado contra las autoridades argelinas hasta que a finales de 2006 decidieron aliarse a Al Qaeda. AQMI logró notoriedad con una serie de atentados contra el Gobierno y las fuerzas de seguridad de Argelia y contra la oficina de Naciones Unidas en Argel, en 2007. Sus ataques han decaído desde 2008 gracias a las operaciones de las fuerzas de seguridad de Argelia. Los expertos creen que cuenta con unos pocos cientos de combatientes, que operan en la vasta región desértica del noreste de Mauritania y el norte de Malí y Níger. En la actualidad, se centra en secuestros de occidentales.
  • Irak. El grupo de Al Qaeda en Irak fue fundado en octubre de 2004 por iniciativa del jordano Abu Musab al Zarqawi. Tras su muerte en 2006, la dirección fue asumida por el egipcio Abu Ayyab al Masri. En octubre de ese año, el Consejo Muyahidin de la Shura, dependiente de Al Qaeda, estableció el Estado Islámico de Irak, una organización que abarca a los diversos grupos armados y a los líderes tribales suníes, bajo la dirección de Abu Omar al Baghdadi. Desde 2007, Al Qaeda ha reducido el número de atentados en Irak, pero sus acciones se han vuelto más mortales. El 18 de abril de 2010, Al Masri y Al Baghdadi murieron en el curso de un ataque conjunto de las fuerzas estadounidenses e iraquíes al noreste de Bagdad. Un mes más tarde, Al Qaeda de Irak designó como o «califa», o «emir», en este país a Abu Baker al Baghdadi.

Los ‘afiliados’: un mosaico integrista

Entre los movimientos integristas que, en mayor o menor medida, se consideran vinculados a Al Qaeda se encuentran el grupo filipino Abu Sayyaf, Jemaah Islamiya (Indonesia), organizaciones como Asbat Al Ansar y Ansar Al Islam, el Grupo Combatiente Tunecino, el GIA argelino, el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), el Ejército Islámico de Adén, las Brigadas Islámicas Internacionales, el Movimiento Islámico de Uzbekistán, y Lashkar i Jhangvi (Pakistán).

El dinero: ¿se cierra el grifo?

La muerte de Bin Laden puede reducir drásticamente el flujo de donaciones que realizaban hasta ahora a Al Qaeda los contactos personales del líder terrorista. Este dinero es una de las principales fuentes de financiación de la organización, junto con los robos de tarjetas de crédito, los secuestros de occidentales (sobre todo en el Magreb) y la ‘microfinanciación’ que consigue, generalmente mediante extorsión, a través de contribuciones de la población en las zonas donde opera.

Las armas: un arsenal ideológico

Al Qaeda dispone de un importante arsenal, incluyendo explosivos, armas cortas y largas, y misiles tierra-aire, y posee campos de entrenamiento en Pakistán, Yemen, Somalia y el norte de África. Pero su punto fuerte no son las armas. Al Qaeda no puede considerarse una fuerza armada convencional, a la altura de un ejército. Su fuerza es ideológica, y, en este sentido, depende de la captación de voluntarios que lleven a cabo los atentados, a menudo de carácter suicida, y de la capacidad, muy mermada en los últimos años, para sortear los sistemas de seguridad de sus objetivos.

La historia: algunas fechas clave

  • 1988. Osama bin Laden funda Al Qaeda tras la invasión soviética de Afganistán. Bin Laden había construido una «casa de huéspedes» para sus reclutas en Peshawar (Pakistán) y, tras la retirada soviética, conservó los registros de quienes pasaban por su «casa» y por sus campos militares, con el fin de seguir la pista de los combatientes y dar respuesta a sus familias. Esta red, el origen de Al Qaeda, se conoció como «La base» (Al Qaeda, en árabe), en referencia al registro de los datos de los muyahidines.
  • 1990. Al Qaeda aflora en el contexto internacional tras el despliegue estadounidense en Arabia Saudí por la Guerra del Golfo. Más adelante, participará en la lucha de los talibanes en Afganistán y en la expansión de las guerrillas islámicas en las ex repúblicas soviéticas.
  • Años noventa. EE UU atribuye a Al Qaeda un primer atentado contra las Torres Gemelas (6 muertos) en febrero de 1993. Después, el derribo de dos helicópteros estadounidenses en Somalia en octubre de ese mismo año, y, más adelante , el ataque en 1995 contra el edificio de la Guardia Nacional saudí en Riad (7 muertos), y el de 1996, con 19 soldados estadounidenses muertos en Dahrán. Tras ser expulsado Bin Laden de Arabia Saudí, la red traslada su sede a Jartum (Sudán) hasta 1996. EE UU ataca por primera vez las bases de Al Qaeda en Sudán y en Afganistán en agosto de 1998, en represalia por los atentados del 7 de agosto anterior contra sus embajadas en Kenia y Tanzania (241 muertos).
  • 2001. Tras los ataques del 11-S en EE UU, con casi 3.000 muertos, se bloquean cuentas bancarias vinculadas a Al Qaeda (más de 112 millones de dólares) y se practican más de 2.000 detenciones en varios países europeos (España, Francia, Alemania), árabes y asiáticos, especialmente en Pakistán, donde se refugiaron líderes huidos de Afganistán. En octubre, EE UU inicia la «Operación Libertad Duradera», que destruye las bases afganas de Al Qaeda y acaba con el régimen talibán que las cobijaba.
  • 2002. El 12 de octubre, un atentado de Yemah Islamiya (brazo de Al Qaeda en el sureste asiático) causa 202 muertos, la mayoría turistas, en Bali (Indonesia).
  • 2004. El 11 de marzo, diez explosiones en cuatro trenes de cercanías de Madrid causan 191 muertos y 1.841 heridos. Un informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos asegura que la invasión de Irak (2003) ha impulsado el reclutamiento por parte de Al Qaeda, que cuenta entonces con unos 18.000 militantes. Bin Laden irrumpe en la campaña electoral de EE UU con una carta al pueblo estadounidense, en la que asume los atentados del 11-S.
  • 2005. Cuatro explosiones -tres en el metro y una en un autobús- causan 56 muertos (incluidos los cuatro terroristas) y 700 heridos en Londres. Días después, el 23 de julio, una serie de atentados en la ciudad turística egipcia de Sharm el Sheij causan 64 muertos y cien heridos.

Publicado originalmente en 20minutos

El futuro de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden y el impacto de las revoluciones árabes

¿Qué va a ser de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden? ¿Quién va a sucederle? ¿Siguen constituyendo la organización terrorista y sus grupos afiliados y satélites una amenaza, o se irá diluyendo poco a poco su capacidad de agresión? ¿Cómo está estructurada y dónde opera? ¿Cómo le han afectado las revueltas populares en el mundo árabe? Al Qaeda se convirtió en el gran enemigo de Occidente tras matar a cerca de 3.000 personas en Nueva York y […]

Con toda la atención del mundo puesta en la muerte de Bin Laden, ejecutado por el ejército de EE UU en la madrugada del lunes pasado, las revueltas árabes parecen haber entrado en una especie de tiempo muerto, al menos en lo que respecta a los intereses de la llamada «audiencia global».

Pero la muerte de líder de Al Qaeda no es, con ser el más importante, el único factor que estaría eclipsando lo que hasta hace tan sólo un par de semanas parecía un movimiento imparable y sin vuelta atrás. Desde Libia hasta Irak, pasando por Yemen, Siria o Palestina, el desgate, por razones diversas, empieza a hacer mella en los movimientos revolucionarios.

En Libia, y pese a los bombardeos de la OTAN, el conflicto atraviesa un claro estancamiento que está perjudicando cada vez más a los rebeldes. La escasez de recursos del gobierno opositor es tremenda, tanto militarmente como en lo que respecta a bienes y servicios para atender las necesidades básicas de la población. Las tropas de Gadafi, mientras tanto, siguen emplazadas a unos 50 kilómetros al oeste de Ajdabiya, el último bastión conseguido por los opositores hace ya más de dos semanas y después de intensos enfrentamientos.

Ante la evidencia creciente de que la solución militar se está volviendo imposible, los 22 aliados que respaldan la intervención de la OTAN (el llamado Grupo de Contacto) están tratando de buscar vías políticas para aumentar la presión sobre el régimen de Gadafi, incluyendo una llamada «hoja de ruta hacia la democracia» y la creación de un fondo, denominado Mecanismo Financiero Temporal, cuyo objetivo será canalizar recursos al gobierno rebelde de Bengasi «de forma más transparente y bajo el paraguas de la ONU».

A Hillary Clinton, por cierto, le preguntaron ayer los periodistas si EE UU contemplaba para Gadafi una operación similar a la que ha acabado con la vida de Bin Laden. La secretaria de Estado, evidentemente, no respondió: «Nuestro trabajo en Libia consiste en proteger a los civiles. Lo mejor sería que Gadafi detenga cuanto antes su brutales ataques contra la población y abandone el poder. Ese es el objetivo», dijo.

Entre tanto, en Siria, la brutal represión del régimen de Bashar al Asad parece estar dando sus frutos. El dictador no se ha mostrado muy impresionado por la tímida presión internacional que está recibiendo (embargo de armas por parte de la UE –¿aún seguíamos vendiéndolas?–, bloqueo de cuentas bancarias por parte de EE UU) y, a base de mano dura, va recuperando el control, aunque sólo sea de momento.

Tampoco hay que olvidar que el presidente sigue contando con el apoyo de una parte de población, aunque, dada la maquinaria propagandística del régimen, y con el veto vigente a los medios de comunicación extranjeros, este apoyo sea imposible de calcular. Mónica G. Prieto contaba hoy en su blog que la mayoría de un grupo de refugiados sirios a los que ha entrevistado en Líbano no culpan a Asad de la situación, sino a su hermano Maher, responsable directo de las fuerzas especiales implicadas en la represión.Para los defensores del dictador, todo se trata de un complot orquestado para derrocar a un régimen laico, y las revueltas son obra de un pequeño grupo de fundamentalistas islámicos empeñados en sembrar el caos y alentados por la prensa occidental.

Lo cierto es que este jueves el ejército sirio ha empezado a retirarse de Deraa, el corazón de las protestas, después de haber realizado cientos de detenciones, registros y confiscaciones de armas y material. Deja un rastro de muertos que, según algunas organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, podría superar el medio millar. Misión cumplida. La ciudad, por si acaso, seguía incomunicada y bajo un estricto toque de queda, con tanques y francotiradores en varias calles, según informa El País.

En cualquier caso, Asad no las tiene aún todas consigo, ni mucho menos. En la madrugada de ayer el régimen realizó detenciones masivas (centenares de personas arrestadas) en Damasco, como medida disuasoria ante las nuevas protestas convocadas para hoy, esta vez bajo el nombre de «viernes del desafío».

En Yemen, por otra parte, el acuerdo para que el presidente Ali Abdulah Saleh abandone el poder recubierto de inmunidad (a pesar de lo cual, se sigue resistiendo) no ha acallado la revuelta pero le ha restado fuerza. La muerte de Bin Laden, además, no ha hecho más que recordar la importante presencia de Al Qaeda en este país, algo que no juega precisamente a favor de los manifestantes, si se tiene en cuenta que el gobierno ha estado mimado por EE UU hasta antes de ayer para que siguiera ejerciendo su papel de tapón contra la organización terrorista. El miércoles, el ejército yemení mató a dos militantes de Al Qaeda, un día después de que un atentado atribuido a este grupo integrista acabara a su vez con las vidas de nueve personas (cuatro civiles, cuatro policías y un militar). El terrorismo ha regresado a las portadas de los periódicos.

También en Irak Al Qaeda ha vuelto a cobrar protagonismo. En un país donde las protestas sociales han recibido menos atención, tal vez por estar dirigidas contra un gobierno teóricamente democrático y respaldado por Occidente, la seguridad ante posibles represalias por la muerte de Bin Laden ha pasado a primer plano, y con razón. Este mismo jueves, un coche bomba conducido por un suicida ha causado más de una veintena de muertos en la ciudad de Hila.

En Bahréin, mientras tanto, continúan las protestas y las detenciones (varios médicos y enfermeros van a ser juzgados por haber asistido a manifestantes), y en Palestina, por último, el acuerdo de reconciliación alcanzado esta semana por Fatah y Hamás parece llegar justo a tiempo para contener el creciente descontento de una población que, al margen de la ocupación israelí, no se resigna ante la inoperancia y la corrupción de sus gobernantes.

¿Significa todo esto que las revueltas árabes están languideciendo?

Es probable que las especiales condiciones que permiten el triunfo de una revolución en países tan férreamente controlados por sus regímenes sólo puedan prosperar si ocurren con cierta rapidez, como sucedió en los casos de Túnez o Egipto. Es posible que, de no ser así, el régimen acabe haciendo efectiva su maquinaria represora, la atención y el apoyo internacional se vayan reduciendo y el desgaste vaya minando poco a poco a los revolucionarios.

Pero también puede ser que ese hipotético desgaste, o la impresión que podamos tener desde fuera, no lo sea en realidad. Cada país tiene su propia realidad, sus propios problemas y su propio ritmo revolucionario. Donde unos necesitan dos semanas, otros necesitan un año.

Un análisis optimista pasa por creer que, al final, Gadafi caerá, y su caída renovará el impulso en otros países. Pasa por pensar que el levantamiento del pueblo sirio, pese a la complejidad étnica, religiosa y política que conlleva, es irreversible, y que Asad, tarde o temprano, con ayuda del exterior o sin ella, también caerá. Pasa por confiar en que la dimisión de Saleh, por muy apañada e injusta que sea, abrirá un camino para un nuevo Yemen más democrático, y que, tal vez un día, algún tribunal internacional le pedirá cuentas.

Las razones para la revolución no han cambiado.

La revolución árabe, en tiempo muerto

Con toda la atención del mundo puesta en la muerte de Bin Laden, ejecutado por el ejército de EE UU en la madrugada del lunes pasado, las revueltas árabes parecen haber entrado en una especie de tiempo muerto, al menos… Leer

El complejo en el que se encontraba Bin Laden, en Abottabad, Pakistán.
Foto: Sajjad Ali Qureshi / Wikimedia Commons

Es mucho lo que sabemos ya acerca de las circunstancias que han rodeado la muerte de Osama bin Laden; mucho más lo que, con toda probabilidad, iremos sabiendo en los próximos días y mucho, también, lo que ignoramos aún, ignoraremos siempre o, sencillamente, está sujeto a diferentes versiones, más o menos subjetivas.

En general, las preguntas básicas están respondidas, al menos, de forma oficial. Conocemos el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y, aunque esta cuestión pueda ser más interpretable, también el porqué.

Sabemos que comandos especiales de la Marina de EE UU mataron al líder de Al Qaeda en una operación militar la noche del pasado domingo. Que los hechos ocurrieron en la localidad paquistaní de Abottabad, al norte del país, no muy lejos de Islamabad. Que Bin Laden vivía en un complejo residencial relativamente aislado, que fue tomado al asalto con la ayuda de helicópteros. Que hubo «intercambio de disparos» y que, además de Bin Laden, murieron otras tres personas. Que el líder terrorista no estaba armado y que falleció tras recibir un disparo en la cabeza y varios en el pecho.

Sabemos también que la operación duró exactamente 38 minutos, que el riesgo de fracaso era elevado (las posibilidades de encontrar allí a Bin Laden eran del 60%) y que el gobierno paquistaní no había sido informado. Y sabemos, además, que la orden directa del ataque la dio el presidente de EE UU, Barack Obama, y que lo hizo sin el pleno consenso de su equipo. No sólo eso. Sabemos que la orden no era capturarlo vivo, sino matarlo, a menos que Bin Laden «levantase las manos y se rindiera», algo que, según había expresado el propio líder de Al Qaeda en muchas ocasiones, era prácticamente imposible que ocurriese.

¿Qué más? Hemos visto gráficos detallados de la casa, de cómo atacaron los soldados y hasta de las armas que llevaban. Nos han dicho que el cuerpo de Bin Laden fue «arrojado al mar» y que su ADN está comprobado. Y con la información que hay ya sobre las pistas, informantes y torturas en Guantánamo (asfixia simulada incluida) que condujeron hasta el (aún presunto) cerebro del 11-S, contamos con material de sobra para escribir el guión de una película (Hollywood ya la está preparando).

Ya tenemos incluso una lectura política: La popularidad de Obama ha subido como la espuma, tras haber caído en los últimos meses como consecuencia de estar acorralado en el Congreso y de haber perdido parte de su prestigio internacional.

Y, sin embargo, los interrogantes siguen siendo, como poco, igual de numerosos.

Muchos de ellos tienen que ver con la legalidad de la operación militar en sí y, en este caso, hay respuestas en los dos sentidos. Otros, como qué va a ocurrir ahora con Al Qaeda, o hasta qué punto la muerte de Bin Laden supondrá un antes y un después en la llamada guerra contra el terrorismo, sólo pueden responderse todavía en el terreno de la especulación, en caliente. Y algunas de las preguntas que todavía no tienen respuesta son, por último, mucho más concretas, pero, por una u otra razón, no tenemos una versión oficial clara, o simplemente permanecen en secreto.

Vista aérea del complejo en el que se encontraba Bin Laden, en Abottabad, Pakistán.
Foto y mapa: CIA / Departamento de Defensa de EE UU

Estos son, sin necesidad de acudir a las muchas teorías ‘conspiranóicas’ que ya han surgido, 20 de los muchos misterios que envuelven aún la muerte del terrorista más buscado del mundo.

1. ¿Ha sido una operación legal según el derecho internacional?

Teniendo en cuenta que las fuerzas estadounidenses no contaban con autorización expresa del gobierno paquistaní para entrar en el país y llevar a cabo una operación militar, la respuesta es que no. Estamos ante una violación de la soberanía de un Estado.

El director de la CIA, Leon Panetta, no se ha andado por las ramas: «El Gobierno paquistaní nunca supo nada sobre esta misión, porque Estados Unidos se planteó de forma deliberada que se trataría de una misión unilateral. El presidente Obama había dejado muy claro a los paquistaníes que si teníamos pruebas sólidas de dónde estaba localizado Bin Laden, entraríamos a por él. Y eso es justo lo que ocurrió».

Algunos expertos, sin embargo, lo justifican apelando a la condición de criminal internacional de Bin Laden y a la ineficacia (en el mejor de los casos) para capturarle demostrada por el país en el que se encontraba. Argumentan asimismo que la legislación internacional es ambigua y deja espacio suficiente como para que un Estado que está inmerso en un conflicto armado, o en una legítima defensa, pueda llevar a cabo este tipo de acciones sin necesidad de aplicar procesos legales.

2. ¿Y según la legislación interna estadounidense?

Depende. Según expertos consultados por la BBC, las dos normas fundamentales para responder a esta pregunta son la «Autorización para el uso de la fuerza militar» y la «Resolución de poderes de guerra». La primera fue emitida tras el 11-S y autoriza al presidente a emplear toda la fuerza necesaria contra quienes «considere que de forma determinante» son responsables de los atentados.

Pero esta facultad estaría supeditada, en principio, a la segunda norma mencionada, aprobada en 1973, y que exige que el inicio de hostilidades bélicas sea consultado al Congreso, algo que no se ha hecho en esta ocasión.

El debate queda reconducido, por tanto, a si se ha tratado de un acto de guerra o no.

3. ¿Ha sido un acto de guerra?

Implícitamente, EE UU considera que sí. Bin Laden se declaró en guerra contra el país norteamericano, y eso le habría convertido automáticamente en enemigo. Pero, por una parte, muchos expertos opinan que sólo puede existir guerra, jurídicamente hablando, cuando ambos contendientes son Estados y, por otro lado, Washington no se ha declarado nunca oficialmente en guerra contra Bin Laden (o contra Al Qaeda, para el caso). De hecho, EE UU sólo ha declarado oficialmente la guerra cinco veces a ocho países en toda su historia. Muchos de los conflictos en los que ha participado (Vietnam, Irak, Afganistán) han sido calificados de «enfrentamientos militares».

4. Una operación así, ¿no debería autorizarla el Consejo de Seguridad de la ONU, o algún otro organismo internacional?

Si se trata de una intervención militar en un país extranjero, parece lógico pensar que habría sido necesario el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU (el caso de Libia, por ejemplo). No, evidentemente, en el momento mismo de la operación, sino como una especie de aval, «ocurra cuando ocurra». EE UU, desde luego, no lo tenía.

Tampoco se ha tratado de una operación coordinada por organismos policiales como la Interpol, con capacidad legítima para actuar internacionalmente. En este sentido, la pregunta vuelve a remitir al punto de partida: ¿Era una operación militar o una operación policial?

5. ¿Qué era Bin Laden? ¿Un delincuente o un enemigo?

Tampoco está claro. Si se le consideraba un delincuente, un criminal, entonces se ha violado la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo y el derecho a una defensa legal. Se le ha aplicado la pena de muerte (a él y a las otras personas que murieron en el asalto) sin proceso alguno.

Y si se le consideraba un enemigo, entonces tenía derecho a la protección que establece, entre otros acuerdos, la Convención de Ginebra, a menos que su muerte se haya producido durante una acción bélica. En cualquier caso, la intención, como ha reconocido el propio jefe de la CIA, era acabar con su vida.

6. ¿Era inevitable acabar con su vida?

No lo sabemos. Nos han dicho que hubo «resistencia», pero no exactamente cuánta ni de qué tipo.

El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, reveló el martes que Bin Laden estaba desarmado en el momento en el que las fuerzas especiales de EE UU accedieron a su domicilio, pero que «se resistió» a ser capturado y no mostró intención de rendirse. Este relato contradice la primera versión ofrecida por el principal asesor de seguridad de la Casa Blanca, John Brennan, quien aseguró que Bin Laden «estuvo implicado en el tiroteo».

Las operaciones especiales son patrimonio de hombres sometidos a durísimos entrenamientos de resistencia física y psicológica. Solo las personas más excelentes tienen acceso a cuerpos de élite como los Navy SEALS, responsables de la operación que acabó con la vida de Bin Laden. Brennan matizó que «si se hubiese podido capturar vivo a Bin Laden, se habría hecho». Resulta cuando menos dudoso pensar que este comando no pudo haber reducido a un hombre desarmado de 54 años sin necesidad de matarlo a tiros. «Existen formas de resistencia que no implican esgrimir un arma», puntualizó Carney.

Una hija del terrorista, bajo custodia paquistaní, aseguró que su padre fue capturado vivo por soldados antes de recibir un tiro en la cabeza y en el pecho ante su familia.

Planta de la casa donde se escondía Osama bin Laden, en Abottabad, Pakistán.
Gráfico: Departamento de Defensa de EE UU

7. ¿Qué habría pasado si le hubiesen capturado vivo?

Aunque aquí entramos en el terreno de la elucubración, los defensores de la acción estadounidense destacan que un Bin Laden vivo y ante los tribunales habría sido aprovechado de forma propagandística por Al Qaeda y el integrismo islámico. Argumentan, también, que ninguna de las posibles opciones era recomendable: ¿Lo habrían enviado a Guantánamo o habría sido juzgado en suelo estadounidense (en Nueva York o en Washington, en este caso, que es donde cometió los delitos)? ¿Bin Laden en Nueva York? ¿O habría sido juzgado, tal vez, en Afganistán (el país que invadió EE UU para capturarlo), en plena guerra contra los talibanes? ¿Y qué habría pasado si los saudíes, aliados de EE UU, hubiesen querido extraditarlo?

Los detractores de la operación de EE UU, sin embargo, indican que con su muerte se ha fabricado un mártir, un héroe al que no han logrado capturar vivo, una leyenda. Y otros, como el periodista británico Robert Fisk, van más allá aún: «Un tribunal podría haber preocupado a más gente, no sólo a Bin Laden. Después de todo, Bin Laden podría haber hablado de sus contactos con la CIA durante la ocupación soviética de Afganistán, o acerca de sus encuentros íntimos en Islamabad con el príncipe Turki, el jefe de la inteligencia saudí. Justo igual que ocurrió con Sadam, que fue juzgado por el asesinato de sólo 153 personas, y no por los miles de kurdos a los que gaseó, y que fue ahorcado antes de que tuviese la oportunidad de contarnos cosas sobre los componentes de las armas químicas procedentes de EE UU, o sobre su amistad con Donald Rumsfeld, a quien recibió en 1980 después de invadir Irán, siendo éste asistente militar del ejército estadounidense».

8. ¿Es cierto que no hubo ninguna baja estadounidense durante la operación?

En principio, esa es la versión oficial, pero algunos analistas militares consideran poco probable que, si realmente hubo un tiroteo intenso, no se produjese ni un solo herido, aunque fuese leve, entre los soldados de EE UU.

En cualquier caso, se trata de la fuerza de élite de los marines, especialmente entrenada para este tipo de misiones y de una eficacia letal (no en vano le cuestan al contribuyente de EE UU unos 1.000 millones de dólares al año), por lo que, de haber contado con el elemento sorpresa, tampoco es descartable que no se produjeran bajas.

9. ¿Cuántos helicópteros se emplearon en el ataque y de dónde venían?

Según el diario británico Daily Telegraph, que cita fuentes de la inteligencia de Pakistán, en la operación tomaron parte cuatro helicópteros que despegaron de una base paquistaní, en el norte del país (otras informaciones sitúan en Afganistán el inicio de la operación). La revista Time también informa de cuatro aparatos, pero The Wall Street Journal habla de sólo dos, y The New York Times señaló que testigos habían visto un total de tres.

10. ¿Qué pasó con el helicóptero destruido?

Tampoco está claro qué pasó con el helicóptero que fue destruido con explosivos por los propios soldados estadounidenses tras el asalto, teóricamente, para que los restos no fuesen confiscados. Según algunas versiones, había sido alcanzado por disparos efectuados desde tierra, mientras que en otras, la mayoría, se especula con la posibilidad de un fallo mecánico.

11. ¿Por qué han arrojado al mar el cuerpo?

Según se ha informado, el cuerpo de Bin Laden fue trasladado hasta el Mar Arábigo, envuelto en un manto blanco y lanzado al mar. Estados Unidos justificó la rapidez de esta acción amparándose en la ley islámica, que aconseja enterrar a los difuntos en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, expertos en el islam han explicado que arrojar un cadáver al mar contradice la sharia.

¿Cuál es, en cualquier caso, la verdadera razón para hacer desaparecer el cadáver? ¿Evitar que una posible tumba se convierta en santuario para sus seguidores y fuente de futuros conflictos? Por otro lado, si se tiene en cuenta que Bin Laden nació en Yemen, creció en Arabia Saudí y luego renegó de este país y vivió en Sudán, Afganistán y Pakistán, tampoco resultaba fácil decidir dónde enviar sus restos para ser enterrados.

Y queda pendiente, además, otra cuestión importante: ¿Qué pasa con el derecho de los familiares a recuperar el cuerpo?

12. ¿Veremos las fotos del cadáver?

El director de la CIA dice que sí, pero Barack Obama ha decidido que no se publiquen porque el cadáver de Bin Laden «no es un trofeo». La fotografía, supuestamente, muestra una enorme herida encima del ojo izquierdo que deja entrever parte del cerebro.

La imagen de un Bin Laden cosido a tiros puede resultar, en palabras de funcionarios del propio gobierno estadounidense, «incendiaria». Pero, a la vez, sería una prueba más sólida que las muestras de ADN (unas muestras que tampoco se han hecho públicas hasta ahora) de cara a que, tanto los más escépticos como muchos de sus seguidores, pudiesen convencerse de que realmente ha muerto.

Celebraciones en Times Square, Nueva York, tras la muerte de Osama bin Laden.
Foto: Josh Pesavento / Wikimedia Commons

13. ¿Es cierto que Bin Laden usó a una de sus mujeres como escudo humano?

El Pentágono, Washington y el propio John Brennan defendieron en un primer momento que Bin Laden había utilizado a una de sus mujeres como escudo humano para refugiarse de los disparos. La información ha sido desmentida posteriormente por todas las partes. La mujer en cuestión permanece hospitalizada con un tiro en la pierna y no fue utilizada como escudo.

14. ¿Llegaron a decirle algo antes de matarlo?

No ha trascendido si los militares estadounidenses y Bin Laden intercambiaron o no palabra alguna, o si Bin Laden llegó a expresar algún mensaje antes de ser abatido.

15. ¿Quiénes son las otras víctimas de la operación?

Lo único que se sabe es que se trata de dos hombres y una mujer, pero nada más. Tampoco se ha informado de qué se ha hecho con sus cuerpos.

16. ¿Quién más había en la casa? ¿Hay algún detenido?

Según la agencia AP, los soldados dejaron en el recinto a 23 niños y nueve mujeres, pero un funcionario paquistaní indicó que están bajo custodia solo nueve niños de entre dos y 12 años. El gobierno de Pakistán, por su parte, habría asegurado tener bajo custodia a una mujer de Bin Laden y a una de sus hijas, detenidas tras el asalto a la residencia.

La agencia Efe, citando una fuente de los servicios secretos de Pakistán, añade que ambas se encontraban en la casa cuando entraron los soldados.

A día de hoy, se desconoce el número de colaboradores de Bin Laden detenidos en la operación, o quiénes son.

17. ¿Tiene derecho EE UU a llevarse la información obtenida en la casa de Bin Laden?

Según informó el portal de Internet Politico, el comando que asaltó la casa de Bin Laden logró hacerse con gran cantidad de equipo informático y discos duros pertenecientes al jefe de Al Qaeda. Los servicios de inteligencia de EE UU estarían revisando estos discos duros y externos en un enclave secreto en Afganistán, desde donde, también teóricamente, se lanzó la operación. Pero, ¿tiene Estados Unidos derecho legal a sacar ese tipo de material del país donde ha sido requisado?

18. ¿Cómo es posible que llevase al menos tres años viviendo en Pakistán sin que lo supiesen los servicios secretos de este país?

Es las pregunta del millón. Bin Laden ocupaba un complejo nada discreto, a unas cuantas decenas de kilómetros de la capital paquistaní, cerca de una ciudad en la que hay una base y una academia militar del ejército de Pakistán. En principio, con los servicios de inteligencia de medio mundo detrás de él, no parece el mejor escondite. Muchos en EE UU apuntan ya directamente a una complicidad de Pakistán. Las otras opciones son dos, una ineficacia total por parte de los servicios secretos de este país, o una habilidad increíble por parte de Bin Laden.

En este sentido, la revista The New Yorker plantea un buen número de interrogantes que, no por obvios, tienen menos importancia: ¿De quién es la tierra donde construyó Bin Laden la casa? ¿Cómo adquirió el terreno o a través de quién? ¿Quién le diseñó la vivienda? ¿Quiénes trabajaban allí? ¿Le visitaba alguien? ¿Con qué frecuencia?

Y, más aún: ¿No salía nunca? ¿No le vio nunca nadie? ¿Había cambiado de aspecto para evitar ser reconocido? ¿Qué aspecto tenía? ¿Cuántas personas sabían de su presencia allí? ¿Alguna de ellas tenía algún tipo de cargo público?

19. ¿Dónde se ocultó Bin Laden antes de allí? ¿Llegó a vivir en cuevas?

No hay ninguna prueba real de que Bin Laden haya vivido en cuevas durante estos años, pese a que eso es lo que se creyó durante mucho tiempo.

A principios de los noventa, y con propósitos propagandísticos, Bin Laden invitaba a algunos periodistas a entrevistarle en cuevas de Tora Bora, en Afganistán, pero él vivía realmente en un confortable complejo perteneciente a uno de los señores de la guerra locales. A finales de esa década se mudó a otro complejo cerca de Kandahar, también en Afganistán, y ahora vivía en otra gran vivienda en Pakistán.

Entre medias, aún no se sabe, pero la Casa Blanca ha indicado que, tras años de búsqueda, EE UU se dió cuenta finalmente de que Al Qaeda prefiere «áreas muy pobladas» a «cuevas o pequeños pueblos».

20. ¿Quién filtró la foto falsa de Bin Laden?

Una imagen del supuesto cadáver de Osama bin Laden fue divulgada por varios medios y redes sociales poco después de conocerse la muerte del líder de Al Qaeda. Sin embargo, según un comunicado de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) emitido horas después, la imagen era falsa. ¿Quién filtró la fotografía? ¿Con qué intención?


Publicado originalmente en 20minutos

Veinte incógnitas sobre la muerte de Osama bin Laden

Es mucho lo que sabemos ya acerca de las circunstancias que han rodeado la muerte de Osama bin Laden; mucho más lo que, con toda probabilidad, iremos sabiendo en los próximos días y mucho, también, lo que ignoramos aún, ignoraremos siempre o, sencillamente, está sujeto a diferentes versiones, más o menos subjetivas. En general, las preguntas básicas están respondidas, al menos, de forma oficial. Conocemos el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y, aunque esta cuestión […]

La portada de la revista ‘Time’ del 7 de mayo de 1945, tras la muerte de Adolf Hitler, y la de esta semana, con Osama bin Laden

La operación de las fuerzas especiales del ejército de EE UU que ha acabado con la vida de Osama bin Laden en Pakistán ha dado lugar a una lógica avalancha de opiniones y análisis. Expertos, comentaristas, políticos y representantes públicos de todo el mundo tratan de responder a los interrogantes, valorar lo sucedido y aventurar pronósticos para el futuro.

Esta es una pequeña selección de reflexiones publicadas hasta ahora, tanto en medios de comunicación tradicionales (en papel y en Internet) como en la blogosfera, y atendiendo exclusivamente a la cuestión de si la operación militar fue o no legal, y si está justificada.

Los expertos consultados por la BBC señalan dos normas básicas en torno a las que hay que discutir la legalidad o no de esta acción militar: La «Autorización para el uso de la fuerza militar» y la «Resolución de poderes de guerra»:

La primera fue emitida tras el 11-S y el Congreso para autorizar al presidente a emplear toda la fuerza necesaria contra quienes «considere que de forma determinante» son responsables del ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

Esa autorización está supeditada a la segunda norma apuntada por los expertos, la «Resolución de poderes de guerra», ley federal de 1973 que exige que el inicio de hostilidades sea consultado al Congreso y además expresamente autorizado si es que dura más de dos meses.

Con esas dos normas como marco inicial básico, los expertos coinciden en que la clave de la legalidad de la acción contra Bin Laden acaba siendo reconducida al debate de si la operación se trató de un genuino acto de guerra. […]

Los que niegan que fuese un acto de guerra señalan que no es posible emprenderla contra una entidad que no sea un Estado. […]

Otros analistas discrepan e indican que se trató de un legítimo acto de guerra y que Obama actuó amparado por la «Autorización para el uso de la fuerza militar» emitida contra todos los implicados en el 11-S.

Quienes se inclinan por considerar la acción legal resaltan que lo fue porque los comandos que ejecutaron la operación contemplaban la opción de permitir que los islamistas se rindieran. […]

Varios medios de comunicación israelíes compararon este martes la eliminación del jefe de Al Qaeda con las «liquidaciones selectivas» que Israel ha llevado a cabo contra algunos líderes de Hamás o Hizbulá:

Estados Unidos ha logrado una operación de liquidación selectiva por excelencia.

Un comentarista en la radio pública israelí

Israel podría considerar que desde un punto de vista legal la liquidación de Bin Laden fuera de las fronteras de Estados Unidos le otorga una firma en blanco para actuar contra terroristas fuera de sus fronteras.

Diario Israel Hayom

¿Cómo habría sido la reacción de la comunidad internacional si Israel hubiera matado a Bin Laden sin proceso?

Diario Yediot Aharonot
Imagen cedida por la Casa Blanca en la que se ve al presidente de EE UU, Barack Obama, y a varios miembros del equipo de seguridad nacional estadounidense, siguiendo en directo la misión que acabó con la muerte de Bin Laden en Pakistán. Foto: Pete Souza / Casa Blanca

Más opiniones:

[…] El 11-S puso el último clavo en el ataúd legal de Bin Laden. […] El presidente de Estados Unidos tiene una amplia potestad para llevar a su país a conflictos bélicos. Es cierto que en la Sección Octava del Artículo Primero de la Constitución se especifica que el Congreso tendrá, entre otros poderes, el de «declarar la guerra (…) y adoptar normas concernientes a la captura de tierras y aguas». Pero no lo es menos que el texto no especifica qué es una «guerra». EE UU sólo ha declarado oficialmente la guerra cinco veces a ocho países, entre ellos, precisamente, España, en 1898. Algunos otros conflictos son considerados «enfrentamientos militares», pero han sido autorizados por el Congreso, como, por ejemplo, Vietnam, la Guerra del Golfo, la invasión de Irak y la Guerra de Afganistán.

Pablo Pardo, en El Mundo

No conocemos, y probablemente no conoceremos nunca, los detalles de lo sucedido. No sabemos, y probablemente no sabremos nunca, si hubiera sido posible capturar con vida al asesino Bin Laden para que recibiera un juicio justo.

Aunque percibo que una inmensa mayoría de los ciudadanos de los países occidentales están felices y consideran lo sucedido como una demostración de fuerza que genera confianza en la eficacia de la democracia americana, y por ende, de sus aliados, formo parte de la minoría que piensa que acabar de este modo con la vida de este repugnante ser humano ha sido un error que puede tener graves consecuencias que podemos pagar cualquiera.

Melchor Miralles, en El Confidencial

Hay quien argumenta que el uso de fuerza letal contra individuos concretos elimina la posibilidad de un juicio justo y constituye un asesinato ilegal. Pero un Estado que está inmerso en un conflicto armado, o en una legítima defensa, no necesita aplicar procesos legales a sus objetivos antes de usar la fuerza letal.

Harold Hongju Koh, consejero legal del Departamento de Estado de EE UU, citado en The Guardian

Obama no ha reconocido la autoridad de la joven Corte Penal Internacional (2002) como garantía mínima de legalidad contra los desmanes de la guerra, pero a pesar de eso le hemos otorgado el liderazgo moral imprescindible para llevar a cabo esta extraña intervención militar libertadora. Hemos renunciado a la superioridad moral que nos otorgaba el condenar todo tipo de violencia política contra el Estado o del Estado.

Luis Fernando Crespo Zorita, un lector, en El País

No es justicia exactamente lo que ha encontrado Bin Laden. Si la OTAN es cuestionada en los últimos días en Trípoli por rozar a Gadafi en un bombardeo que ha matado a uno de sus hijos y varios nietos. Si la resolución de la ONU que permite la intervención internacional para fijar una zona de exclusión aérea en Libia no incluye precisamente acabar con el dictador. Si la guerra de Irak ha sido llevada a los infiernos de las guerras por no contar con ningún tipo de legalidad internacional frente a los casos de Kosovo, Afganistán o Libia. Si todo eso ocurre es porque la causa de la legalidad internacional parecía emerger como único salvavidas en el universo posterior a la guerra fría en que hemos visto naufragar grandes valores en los pozos del 11-S, Guantánamo o Irak. […]

No es legalidad lo que se enarbola, sino la legitimidad construida sobre 3.000 muertos en el corazón de EEUU e incontables atentados en otros países, incluido el doloroso 11-M de Madrid.

Berna Honzález Harbour, en El País

La muerte de Bin Laden elimina el campo minado que habría supuesto capturarle vivo y someterlo a un juicio. ¿Acaso hubieran proferido convertir esto en un juicio espectáculo? ¿Lo habrían enviado a Guantánamo o habría sido juzgado en suelo estadounidense? ¿Juzgarlo en Afganistán? ¿Y qué habría pasado si los saudíes, aliados de EE UU, hubiesen querido extraditarlo? Todas las alternativas pintaban mal.

Christian Leuprecht, experto en seguridad internacional, en The Toronto Star

Osama bin Laden se hizo famoso por cometer y apoyar actos en todo el mundo que equivalieron a crímenes contra la Humanidad. También inspiró a otros a cometer graves abusos contra los Derechos Humanos. Su muerte podrá fin a su papel como organizador o inspirador de este tipo de actos criminales. Desconocemos las circunstancias de su muerte y de la de otras personas que estaban con él, y estamos intentando conocerlas.

Claudio Cordone, director de Amnistía Internacional

En este momento no creemos que el lugar donde estaba Osama bin Laden sea un área de conflicto armado, así que hace falta una investigación. La gente dice que se ha hecho justicia, pero no se ha hecho justicia. La justicia se hace cuando alguien es arrestado y llevado a juicio.

Brad Adams, director de Human Rights Watch en Asia

El Gobierno considera que la muerte de Osama bin Laden en una operación de las fuerzas especiales y de los servicios de Inteligencia de Estados Unidos supone un paso decisivo en la lucha contra el terrorismo internacional y por ello quiere felicitar al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a su Gobierno y a sus Fuerzas Armadas. Asimismo, el Gobierno reitera su compromiso de colaboración con Estados Unidos y otros países unidos en la lucha contra el terrorismo allá donde se geste o ejecute.

Gobierno español, en un comunicado oficial

No deja de sorprender cómo se ha naturalizado el crimen y el asesinato, y cómo se celebra. Antes, los gobiernos imperiales por lo menos guardaban las formas ante la muerte de cualquier individuo, independientemente de lo que se le acuse.

Elías Jaua, vicepresidente de Venezuela

Queda, por supuesto, una pregunta obvia sin responder: ¿No podían haber capturado a Bin Laden vivo? ¿No le fue posible a la CIA, a los Navy Seals, a las Fuerzas Especiales, o a cualquiera que fuese la unidad estadounidense que le mató, haber lanzado una red sobre el tigre? Obama ha calificado su muerte como un acto de «justicia». En los viejos tiempos, «justicia» significaba un proceso, un tribunal, una audiencia, una defensa, un juicio. Como los hijos de Sadam, Bin Laden fue abatido a balazos. Desde luego que él nunca quiso ser capturado vivo […]. Pero un tribunal podría haber preocupado a más gente, no sólo a Bin Laden. Después de todo, Bin Laden podría haber hablado de sus contactos con la CIA durante la ocupación soviética de Afganistán, o acerca de sus encuentros íntimos en Islamabad con el príncipe Turki, el jefe de la inteligencia saudí. Justo igual que ocurrió con Sadam, que fue juzgado por el asesinato de sólo 153 personas, y no por los miles de kurdos a los que gaseó, y que fue ahorcado antes de que tuviese la oportunidad de contarnos cosas sobre los componentes de las armas químicas procedentes de EE UU, o sobre su amistad con Donald Rumsfeld, a quien recibió en 1980 después de invadir Irán, siendo éste asistente militar del ejército estadounidense.

Robert Fisk, en The Independent

Una operación militar no es un acto de justicia. Es un acto de guerra, lo que no lo hace inevitablemente más o menos asumible. Osama bin Laden declaró la guerra a EE UU y siempre dejó claro que estaba dispuesto a morir. Acabar detenido o fallecer de muerte natural le hurtaba la posibilidad de convertirse en un mártir, que es lo que estaba exigiendo a sus partidarios.

En muchas ocasiones, y no relacionadas con la guerra o el terrorismo, nos encontramos con apelaciones a la justicia que son en realidad llamamientos a la venganza. Son dos conceptos diferentes que se entrecruzan con desgraciada facilidad.

Lo que es realmente lamentable no es que Bin Laden haya encontrado el destino que buscaba sino que miles de personas hayan muerto a causa de sus ideas criminales. O que miles de personas hayan también fallecido cuando EE UU decidió aprovechar la agresión del 11-S para embarcarse en una cruzada con la que asegurar su hegemonía en Oriente Medio.

Comparado con eso, la muerte o ejecución de Bin Laden es sólo una nota moral a pie de página.

Íñigo Sáenz de Ugarte, en Guerra Eterna

Nadie quiere criticar la forma en que han matado a Obama bin Laden. Todo el mundo está aplaudiendo la exitosa operación, y, tanto en Nueva York como otras ciudades de Estados Unidos, la gente corriente ha explotado en júbilo. Las únicas palabras compasivas han venido de la menos política de las voces autorizadas, el Vaticano. Su portavoz ha declarado que «un cristiano no se alegra nunca de la muerte de un hombre». Yo parafrasearía la declaración vaticana en un lenguaje menos religioso y más legal: «Ningún ser humano debería alegrarse nunca de la muerte extrajudicial de un acusado». […]

La reacción de la mayoría de los estadounidenses ha mostrado la peor cara de este país. Es como si sólo se hiciera justicia cuando el culpable es castigado apropiadamente, incluso si el castigo es una muerte brutal. El concepto de la represalia es tan importante que las víctimas colaterales son consideradas un precio que resulta perfectamente aceptable pagar. De hecho, hemos sido informados de que en total murieron cuatro personas: dos hombres, una mujer y, por supuesto, el gran villano. ¿Estamos seguros de que esos otros tres individuos merecían también la pena de muerte? […]

Tal vez sea cierto que no había otra opción. Pero hemos perdido algo no llevando a Bin Laden a juicio. Hemos perdido la misma razón de ser de la justicia.

Daniele Archibugi, director del Centro Nacional de Investigación Italiano, en openDemocracy

Más opiniones (actualizado el 4/5/2011):

Sobre la legalidad de la muerte de Bin Laden

La operación de las fuerzas especiales del ejército de EE UU que ha acabado con la vida de Osama bin Laden en Pakistán ha dado lugar a una lógica avalancha de opiniones y análisis. Expertos, comentaristas, políticos y representantes públicos… Leer

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