Florian Gathmann, Ulrike Putz y Severin Weiland, en Der Spiegel (11/2/2011):
Al final, el rechazo de los manifestantes democráticos a rendirse selló su destino. En las calles de Egipto, el pueblo insistía en que Mubarak se fuera. Occidente, sin embargo, se mantuvo al lado del líder hasta el final, a pesar de que el déspota había convertido a su país en un Estado policial y había saqueado su economía.
Eran exactamente las seis de la tarde en El Cairo cuando la decisión se hizo pública. En una breve declaración, el vicepresidente egipcio, Omar Suleiman, anunciaba que el presidente Hosni Mubarak abandonaba su cargo, debido a la «difícil situación» del país. El poder, añadió Suleiman, sería transferido inicialmente al Ejército.
La renuncia supone un triunfo para la oposición. Semanas de protestas cada vez mayores habían ido incrementando la presión sobre Mubarak. El presidente se dirigió a la nación en tres ocasiones, y en las tres dijo que no iba a dimitir. […]
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