En el pasado y el presente del islam no faltan ejemplos de oscurantismo, de fanatismo, de irracionalidad, una pesada losa que comparten casi todas las grandes religiones, empezando por el cristianismo. Pero el pasado y el presente del islam están también, como los de casi todas las religiones, llenos de brillo. Es el brillo que ha hecho posible un fondo de solidaridad y espiritualidad del que se han nutrido y se siguen nutriendo millones de personas, el brillo que ha alumbrado algunas de las obras de arte más maravillosas creadas por el ser humano.
Para quien necesite pruebas, el Museo del Louvre ha abierto esta semana al público, tras ocho años de obras, las puertas de su octavo departamento: una nueva sala dedicada al arte islámico. El nuevo espacio del museo parisino, una gran estructura cubierta por una capa ondulada parcialmente metálica y translúcida, alberga 15.000 piezas de la colección y 3.400 préstamos permanentes del Museo de Artes Decorativas de Francia, que durante décadas dejó de exhibir una gran cantidad de obras por no contar con las instalaciones adecuadas. Es el añadido arquitectónico más importante en el museo desde la inauguración de la famosa pirámide de cristal, en 1989.
En palabras de Henri Loyrette, presidente y director del museo, «hay una tendencia doble, que va del interés a la repulsión, con respecto al arte islámico y hacia el islam en particular. Queremos revelar el aspecto radiante de esta civilización y su indiscutible contribución al mundo».
Más información: El Louvre quiere «revelar el aspecto radiante del Islam» con una nueva sala monumental (20minutos)
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