Tiendas de campaña, gritos de «¡Vete!», pancartas y banderas, marea humana… Las imágenes de Tahrir este martes traían a la memoria, aunque a una escala algo menor y con menos pluralidad, las masivas manifestaciones que acabaron con el régimen de Mubarak a principios del año pasado. Decenas de miles de personas llenaron hoy la icónica plaza de la capital egipcia para volver a protestar contra el decreto del presidente, Mohamed Mursi, por el que el mandatario islamista se ha revestido de un poder casi total, al situarse, en la práctica, por encima de la ley.
Ha sido la mayor protesta contra Mursi desde que éste asumiese el poder (el pasado 30 de junio) y, además, no se ha limitado a El Cairo. Concentraciones similares se han producido en las principales ciudades del país. Los manifestantes exigían, aparte de la retirada inmediata del decreto, que se vuelvan a negociar los plazos acordados para el proceso de transición y para la redacción de la nueva Constitución. A la entrada de la plaza había una gran pancarta en la que podía leerse: «Prohibida la entrada a los Hermanos».
Las manifestaciones de hoy han sido una demostración de fuerza de la oposición, y la prueba de que a Mursi no le va a ser fácil mantener su decisión de atribuirse más poder blindándose frente a la justicia.
En teoría, el decreto tiene como objetivo despejar el camino para la transición, purgando el sistema de los elementos del régimen anterior que siguen presentes en los organismos institucionales. Al igual que hizo hace unos meses con la cúpula militar, Mursi ha pretendido ‘limpiar’ ahora el poder judicial, aprovechando, en parte, el crédito obtenido por su papel como mediador en la crisis de Gaza. Por eso, además de decretar que los jueces no podrán cancelar ninguna de las decisiones adoptadas por su gobierno, Mursi ha destituido también al fiscal general del Estado, a quien responsabiliza de la absolución de importantes líderes del régimen de Mubarak. Y por eso, también, ha ordenado que se repitan las investigaciones sobre las muertes de manifestantes y sobre el uso de la violencia por parte de las fuerzas de seguridad.
El problema es que todo esto lo ha hecho sin consenso, algo que una gran parte de la sociedad egipcia no está dispuesta a tolerar, por más que se haga en nombre de la transición. Treinta años de gobierno autoritario, los que se mantuvo Mubarak en el poder, fueron más que suficientes. Y, como han señalado numerosos expertos, tampoco existe en este momento una situación (un estado de guerra, por ejemplo) que justifique la adopción de medidas extraordinarias como las decretadas por Mursi. Es más, ni siquiera en ese caso sería constitucional el golpe dado por el presidente egipcio a la separación de poderes que se supone debe regir toda democracia. En todo caso, no parece muy sensato ignorar a la oposición, teniendo en cuenta que Mursi logró su victoria electoral con un ajustado 51% de los votos, un porcentaje suficiente para gobernar pero revelador de la gran división existente en el país.
Uno de los argumentos esgrimidos por Mursi para justificar su «declaración constitucional» es que el poder judicial, y, concretamente, la Corte Suprema, estaba a punto de desmantelar la revolución disolviendo la Asamblea Constituyente (el organismo que está redactando la Constitución) y la Cámara Alta del Parlamento (el llamado Consejo de la Shura). El presidente temía incluso que una decisión judicial pudiese echar también por tierra su anterior decreto, en el que apartó a la cúpula militar del sistema político. Pero desde la oposición se ha puesto en duda que existieran realmente estos peligros, y algunos analistas han destacado que, aunque muchos de los miembros de la Corte Suprema fueron nombrados oficialmente por Mubarak, la mayoría de estos nombramientos no eran más que meros formalismos, ya que las nominaciones las realizaban los propios jueces.
El principal y primer efecto del decreto de Mursi ha sido hacer más profunda y explícita la brecha existente entre laicos e islamistas, entre la oposición y el actual gobierno de los Hermanos Musulmanes. Se trata de dos formas muy diferentes de entender hacia dónde debe dirigirse el Egipto postrevolucionario, representadas por dos grupos que han abandonado ya el único punto que tenían antes en común: su rechazo a Mubarak.
El decreto de Mursi ha evidenciado, por otra parte, la complejidad de un panorama político en la que los bandos tampoco son homogéneos: Algunos de los que apoyaron la revolución respaldan ahora la decisión de Mursi, aunque no simpaticen con los Hermanos Musulmanes, porque piensan que es la única forma de acabar realmente con los restos del antiguo régimen. Y, por otro lado, también quedan fieles a Mubarak que critican a Mursi sin ser, obviamente, revolucionarios.
El objetivo inicial de las manifestaciones de este martes era exigir la retirada del decreto de Mursi, pero, al final, las protestas se transformaron en actos contra los Hermanos Musulmanes en general. Y los Hermanos Musulmanes, conviene no olvidarlo, tienen millones de seguidores en todo el país. Sus manifestaciones también pueden ser masivas, como han demostrado ya en varias ocasiones.
Entre tanto, tampoco la oposición ha dado muchas muestras, hasta ahora, de querer negociar con el presidente, ni ha presentado propuestas alternativas concretas. La falta de una actitud de consenso parece existir en ambas partes, y eso no va a facilitar que se produzca una de las condiciones esenciales a la hora de construir una nueva sociedad: Todo el mundo tiene que acabar cediendo algo, y normalmente ese algo pertenece al conjunto de las cosas que hasta entonces se consideraban irrenunciables.
Más información y fuentes:
» Los partidos laicos egipcios desafían el decreto de Mursi en la plaza de Tahrir (El País)
» Muere un joven en el centro de El Cairo en otra masiva protesta contra el ‘decretazo’ de Morsi (Efe, 20minutos.es)
» El decreto de Mursi genera nuevas alianzas (Sara Khorshid, en Al Monitor)
» Por qué la falta de consenso está hundiendo la transición egipcia (Guerra eterna)
» La ley de Mursi (Issandr El Amrani, en The New York Times)
» Fotos de las protestas de este martes (NBC)
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