El pasado 21 de marzo, Abdulá Ocalan, el líder y fundador del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), instó a los militantes de esta organización a poner fin a las hostilidades y a retirarse «más allá de las fronteras» de Turquía «para que callen las armas y hablen las ideas». Ocalan, que cumple cadena perpetua en la isla de Imrali, en el mar de Mármara, desde 1999, reclamó que turcos y kurdos «permanezcan unidos» como lo han estado «en el pasado».
La carta de Ocalan, difundida en turco y en kurdo, ha sido interpretada como histórica, por lo que supone de esperanza para acabar con un conflicto que dura ya más de 30 años y que ha dejado unos 40.000 muertos, muchos de ellos civiles: «Hemos sacrificado nuestra juventud. Hemos pagado un alto precio, pero no ha sido en vano. La lucha permitió a los kurdos recuperar su identidad. Pero la sangre que mana del pecho de los jóvenes es la misma sean estos kurdos o turcos. Estamos ante una nueva era. En lugar de armas, tenemos ideas», escribió el líder kurdo. Dos días después, la guerrilla del PKK anunció un alto el fuego.
El comunicado es, en cualquier caso, la consecuencia lógica de un proceso iniciado hace ya algún tiempo. En los últimos años, Ocalan y su grupo han moderado sus posiciones, y su principal reclamación se basa ahora, más que en la independencia, en una mayor autonomía para la región kurda del sudeste turco. De hecho, el Gobierno turco reveló el pasado mes de diciembre que llevaba meses conversando con Ocalan para buscar una solución al conflicto con el PKK, una organización armada fundada en 1974 como movimiento de liberación nacional, considerada actualmente como «terrorista» por Turquía, la UE y EE UU, y que se define como comunista-socialista, nacionalista y separatista.
A falta de saber cuándo y en qué condiciones los guerrilleros del PKK iniciarían su retirada, el Gobierno y el Parlamento de Ankara discuten ahora cómo avanzar en el proceso de paz. Los cuatro partidos presentes en la Asamblea ya han enviado sus borradores a la comisión encargada de la redacción de una nueva Constitución. El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, el partido islamista moderado gobernante) y el Partido para la Paz y la Democracia (BDP, la principal fuerza política prokurda) quieren limitar la actual definición nacionalista turca del Estado y abren la puerta al uso cooficial del kurdo, a lo que se oponen los dos grandes partidos de la oposición.
El proceso de paz abierto, como cualquier iniciativa de diálogo encaminada a acabar con un conflicto armado, supone un paso fundamental, pero presenta, asimismo, muchas dificultades e interrogantes. El más inmediato es, sin duda, el problema de las armas.
En un segundo comunicado, dado a conocer el pasado día 4 por un diario turco, aunque desmentido después por el principal partido político kurdo, Ocalan habría pedido los combatientes del PKK que se retiren de territorio turco «sin armas». En este sentido, los líderes del PKK en las montañas del norte de Irak han pedido a las autoridades turcas garantías legales de que el ejército no atacará a los guerrilleros antes de que crucen la frontera, pero el Gobierno de Recep Tayyip Erdoğan ha rechazado estas condiciones. Durante una retirada anterior, en 1999, murieron cientos de guerrilleros como consecuencia de los enfrentamientos entre milicianos del PKK y las fuerzas de seguridad.
«No podemos dejar las armas y entonces retirarnos, eso es imposible. Dejar las armas es lo último sobre lo que tenemos que discutir ahora que estamos iniciando este proceso», asegura el comandante y jefe militar de la guerrilla del PKK Murat Karayilan, en una entrevista a El País. «Erdoğan quiere discutir el desarme al inicio del proceso, pero eso es como poner el carro delante del caballo», añade.
Otros obstáculos, no menos importantes, los expone el analista turco Ali Gokpinar en un artículo publicado hace unos días en openDemocracy. Según Gokpinar, la clave, como suele suceder en estas situaciones, es el perdón:
[Ocalan] ha instado a kurdos y turcos a que se perdonen los unos a los otros, pero no está claro que semejante camino pueda recorrrese de un modo fluido. El Gobierno turco ha rechazado firmemente la idea de conceder una amnistía a los exguerrilleros, o incluso de comenzar un proceso legal para ello. Este es el punto más débil de las actuales negociaciones de paz, porque, aunque todo el mundo habla de desmovilización y reintegración, parece que todos los actores principales están evitando discutir sobre un auténtico proceso de reconciliación y perdón. ¿Cómo nos vamos a perdonar los unos a los otros si no encaramos las heridas abiertas? ¿Cómo van a perdonar las madres kurdas y turcas a las fuerzas turcas y kurdas que han asesinado a sus seres queridos?
El propio Karayilan también hace referencia al problema:
Querríamos que se establezca una comisión para la verdad y la reconciliación, porque nosotros también hemos matado a soldados turcos. A través de esta comisión, ambas partes, mutuamente, se pueden perdonar.
Por otra parte, Ocalan pone las bases simbólicas para una aproximación entre kurdos y turcos en la coexistencia de varios grupos étnicos y religiosos en Mesopotamia, enfatizando los elementos comunes de todos ellos como pueblos hermanos en torno a las culturas del Cercano Oriente asentadas entre el Tigris y el Éufrates. Pero sus planteamientos están llenos de referencias islámicas, lo que no deja de ser paradójico, considerando el origen declaradamente laico y marxista del pensamiento de Ocalan. «Es cierto que muchos kurdos son devotos del islam, y que apoyarían la idea de construir los nuevos cimientos sobre la base del islam, pero la cuestión es cómo podrán asumir esta idea los muchos kurdos laicos o el propio PKK», indica Gokpinar.
Otros problemas tienen más que ver con la situación interna que viven ambas partes. Como escribe Pelin Turgut en Time:
Ocalan cuenta con que sigan sus pasos unos mandos del PKK con los que no tiene contacto desde hace una década. Y en Ankara, Erdoğan está obligado a lidiar con los elementos más duros de una oposición que, tanto desde la derecha como desde la izquierda, le acusan de estar asfaltando el camino para una mayor autonomía kurda, a costa del Estado turco.
Turgut destaca asimismo el elemento externo, en la cambiante situación actual de la región:
Hay también un sentimiento de urgencia que no está ligado tan solo a la dinámica interna de la política turca. El mapa de Oriente Medio está cambiando rápidamente, y los kurdos de Turquía están siendo impulsados por un Kurdistán iraquí rico en petróleo y cada vez más confiado. En Siria, los kurdos están emergiendo también como un nuevo actor autónomo. Se suele afirmar que los kurdos constituyen el mayor pueblo del mundo sin un Estado propio, pero los líderes kurdos, incluido Ocalan, aseguran cada vez más que ya no están tan interesados en un único Estado kurdo, sino en una especie de confederación que se extendería a través de varias fronteras nacionales.
En un estudio de 2011 citado por El País, la Asociación Internacional Kurda, una organización formada por kurdos residentes en EE UU, situaba en 37 millones el total de la población kurda en el mundo. La gran mayoría viven repartidos entre Turquía (cerca de la mitad, lo que supone en torno al 20% de la población de este país), Siria, Irak, Irán y, en menor medida, Armenia. En Europa hay una importante diáspora, principalmente en Alemania (unos 700.000) y en Francia (150.000).
Más información y fuentes:
» El líder del grupo armado PKK, Abdullah Ocalan, pide dejar las armas (Efe)
» Demystifying Ocalan’s letter (openDemocracy)
» New Day for the Kurds: Will Ocalan’s Declaration Bring Peace With Turkey? (Time)
» Peace Comes to Turkey (The New Yorker)
» «Es imposible que dejemos las armas antes de retirarnos de Turquía» (El País)
» Un siglo de enfrentamientos entre Turquía y su población kurda (El País)
» Turquía se contrae (III) (Hemisferio Cero)
» PKK should leave unarmed, says Turkish president (Hürriyet)
» Kurdish rebel chief urges unarmed pullout – Turkish paper (Reuters)
Leer también:
» ¿Y la primavera kurda?
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