Millones de niños (y de padres) en todo el mundo se preparan esta semana para la vuelta al colegio tras las vacaciones de verano. Las familas afrontan como pueden los nuevos gastos (material escolar, ropa), ajustan sus horarios… Todo dentro de una rutina hasta cierto punto previsible, y con unos problemas que, salvo excepciones, forman parte del discurrir normal de la vida. Al menos, esa es la imagen en el mundo desarrollado, que no es, en absoluto, la mayoría del mundo. Porque otros millones de niños (más de 70 millones, según las últimas cifras de la Unesco) permanecen sin escolarizar en todo el planeta, y porque las condiciones en que tienen que ir a la escuela muchos de los que sí pueden hacerlo son tan lamentables que, en comparación, el peor de nuestros colegios, con o sin crisis, parecería un centro de auténtico lujo.
Esta semana, medio millón de niños y adolescentes refugiados palestinos preparan también sus mochilas y sus libros para empezar el curso en las 700 escuelas de educación primaria y secundaria que tiene habilitadas la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina, por sus siglas en inglés) en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria y Jordania.
La parte positiva, el hecho mismo de que puedan ir a clase, y el esfuerzo continuo que hace el personal de la ONU (muchos de ellos, palestinos trabajando sobre el terreno) para mantener en funcionamiento estos centros en unas condiciones tan difíciles.
En 2007, por ejemplo, la UNRWA introdujo en Gaza el proyecto denominado «escuelas de excelencia», que incluye programas de educación compensatoria, con un enfoque en las materias fundamentales, más contacto entre alumnos y profesores y atención primordial a las necesidades básicas de los niños. Y desde 2008, todos los estudiantes de las escuelas de Gaza gestionadas por la UNRWA han participado en actividades relacionadas con los derechos humanos, la resolución de conflictos y la tolerancia.
Nada de esto, sin embargo, es suficiente para compensar la otra parte, la parte negativa, la dura realidad en la que viven (y llevan viviendo durante varias generaciones) estos niños, una realidad que ha resumido la propia UNRWA, país por país, en un informe publicado hace un par de días.
En la Franja de Gaza, por ejemplo, la UNRWA dispone de 247 escuelas, con un total de 226.500 alumnos. En el 93% de estos centros se trabaja en jornadas dobles para poder atender a todos los niños, lo que impide tener horarios normales o desarrollar actividades extra académicas. En 167 de estas escuelas, más del 30% de los estudiantes pertenecen a familias que viven en pobreza extrema (incapaces de cubrir sus necesidades básicas diarias), lo que hace casi imposible que los niños puedan terminar sus estudios (son necesarios para intentar llevar dinero a casa). En los territorios palestinos ocupados (Gaza y Cisjordania) la tasa de desempleo superó en 2011 el 50%.
La UNRWA denuncia, además, que el actual bloqueo impuesto por Israel está afectando también a los escolares, y cita un informe de la Unesco del año pasado, según el cual el 80% de los niños de Gaza están nerviosos, tienen miedo o se sienten tristes la mayoría del tiempo.
Eso sin contar los frecuentes cortes de electricidad en la Franja, que hacen muy difícil la simple tarea de estudiar o hacer los deberes una vez que se pone el sol, especialmente en invierno, cuando hay menos horas de luz.
En Cisjordania, al problema de la crisis económica y los pocos recursos de las familias se suma otro mucho más tangible: el muro de separación construido por Israel. La UNRWA señala que, a causa de esta barrera, los niños y jóvenes que viven en la zona situada entre el muro y la llamada Línea Verde, es decir, el 10% de toda Cisjordania, tienen frecuentes problemas para poder acceder a sus colegios.
Además, la política israelí de demolición de casas y otras infraestructuras palestinas está teniendo, en palabras de la agencia de la ONU, «un impacto devastador en los niños», muchos de los cuales muestran síntomas de estrés post traumático, depresión y ansiedad, todo lo cual se refleja, obviamente, en sus resultados académicos.
Desde 2008, Israel impide a los jóvenes de Gaza ir a estudiar a las universidades de Cisjordania, argumentando razones de seguridad.
El informe, incluyendo también la situación en Siria, Jordania y Líbano, puede leerse (en inglés), aquí.
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