Las últimas 24 horas han sido un auténtico infierno en Gaza, un infierno de bombardeos, incendios, escombros y sirenas, cuyo dramático balance asciende, de momento, a al menos 23 palestinos muertos y más de 120 heridos. Es el resultado de la operación Margen protector, el ataque contra la franja desatado el lunes por el ejército israelí, en respuesta a decenas de cohetes y granadas de mortero (más de 180 desde el lunes, según Israel) lanzados contra su territorio por militantes palestinos.
Es, también, el previsible desenlace de una tensión que no ha hecho más que crecer desde que el pasado día 30 aparecieron asesinados los tres chicos israelíes que habían sido secuestrados semanas antes, y cuya búsqueda dejó a su vez seis palestinos muertos, 118 heridos y 471 detenidos; desde que dos días después ultranacionalistas judíos se vengaron quemando vivo a un joven palestino en Jerusalén; desde que el pasado viernes se publicó un vídeo en el que se ve cómo policías israelíes apalean brutalmente a un chico palestino; desde que, tras el pacto de unidad firmado por Al Fatah y Hamás el 23 de abril, Netanyahu dio por terminadas las negociaciones de paz; desde que el Gobierno israelí autorizó, en junio, la construcción de centenares de nuevas viviendas en asentamientos situados en territorio palestino ocupado.
Se trata de la tercera operación militar que dirige el Gobierno de Benjamin Netanyahu contra Gaza. Las dos anteriores se llevaron a cabo en 2012: en la primera, bautizada como Eco de vuelta, murieron 24 palestinos; en la segunda, Pilar de defensa, 158. La ofensiva más devastadora hata ahora, no obstante, fue la llamada Plomo fundido, lanzada entre finales de 2008 y principios de 2009, con Ehud Olmert como primer ministro y Ehud Barak como ministro de Defensa. Causó más de 1.300 muertos (en su mayoría civiles) y 5.000 heridos.
En las dos últimas operaciones no ha habido incursión militar terrestre en la franja (sí la hubo en Plomo fundido), aunque en Pilar de la defensa el ejército israelí llegó a movilizar a unos 75.000 reservistas. Ahora han sido movilizados 40.000.
Desde que comenzó la ofensiva actual, las Fuerzas Armadas israelíes han alcanzado unos 150 objetivos, en ataques lanzados tanto desde el aire como desde los buques de guerra que bloquean los accesos marítimos a Gaza. Hamás, el grupo islamista que gobierna en Gaza, se ha atribuido por su parte el lanzamiento de más de 60 cohetes desde la franja hacia Israel. Los cohetes son lanzados también por otros grupos, como Yihad Islámica.
El Ejército israelí afirma que solo ataca las viviendas de miembros de Hamás implicados en ataques a Israel, blancos que denomina «objetivos terroristas», y denuncia el uso de civiles palestinos como «escudos humanos». En ocasiones, también avisa por teléfono (minutos antes) a las familias de las casas que van a ser bombardeadas. Dejando a un lado el hecho de que se trata de intentos de ejecuciones sin juicio, la muerte de familiares, civiles y víctimas inocentes (niños incluidos), es difícilmente evitable, e Israel lo sabe. Gaza es la región más densamente poblada del mundo.
En el siguiente vídeo, grabado este martes, pueden verse los momentos inmediatamente posteriores a un ataque israelí contra una vivienda de Jan Yunis, en el sur de la franja. Las imágenes, muy duras, hablan por sí solas. Es un escenario de terror:
En este otro vídeo, las sirenas suenan en Tel Aviv ante la amenaza de un cohete palestino que finalmente fue interceptado por el escudo de defensa israelí Cúpula de hierro:
El ataque israelí sobre Gaza ha provocado la publicación en Twitter de centenares de miles de mensajes de protesta y de solidaridad con los palestinos (también muchos de apoyo a Israel), agrupados en su mayoría bajo la etiqueta #GazaUnderAttack. No todas las imágenes difundidas, sin embargo, se corresponden con la realidad. Según un análisis realizado por la BBC, algunas de las más compartidas estos días son fotos de operaciones anteriores o incluso tomadas en otros países, como Siria o Irak:
Las siguientes imágenes sí son reales:
» Bombardeo israelí en Rafah, Gaza. (Ibraheem Abu Mustafa / Reuters)
» Edificios destruidos por bombardeos israelíes en Ciudad de Gaza. (Mohammed Salem / Reuters)
» Una familia, en su casa destruida en Gaza tras el ataque israelí (Mohammed Salem / Reuters)
» Gigantesca columna de humo sobre Gaza tras un bombardeo israelí (Ahmed Zakot / Reuters)
» Un niño herido, en Jan Yunis, Gaza (Reuters)
» Un vehículo destruido por los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza (Mohammed Salem / Reuters)
» Llantos en el funeral por uno de los muertos en los ataques de Israel a Gaza (Mohammed Salem / Reuters)
» Bombardeo israelí en Rafah, Gaza. (Ibraheem Abu Mustafa / Reuters)
» Un herido palestino es trasladado al hospital Al Shifa en Gaza tras un bombardeo (Mohamed Abed / AFP)
La crisis actual tiene también explicaciones políticas importantes. Por un lado, Hamás, sumida en disputas internas y en una situación de clara debilidad (el principal factor que le habría llevado a pactar con Al Fatah), necesita recuperar legitimidad y volver a ser percibida como el principal representante de la resistencia. La destrucción por parte del nuevo gobierno egipcio de los túneles que unían la franja con el Sinaí ha privado a los residentes de Gaza (duramente castigados por el férreo bloqueo israelí) de un suministro básico de bienes y materiales. Y, de momento, no ha llegado a la franja ninguna ayuda económica desde la Autoridad Nacional Palestina. Los 50.000 funcionarios de la franja, por ejemplo, no están cobrando sus salarios.
Además, el grupo islamista ha perdido últimamente apoyos cruciales. Como explica en The Nation Hugh Naylor, Irán y Siria, sus aliados tradicionales, han cortado el grifo de las ayudas como consecuencia de la decisión de Hamás de apoyar a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar Al Asad.
Por otro lado, el ataque a Gaza ha estado marcado por la división existente en la coalición derechista que gobierna Israel. Según informa desde Jerusalén Juan Gómez, en El País, la operación militar estuvo precedida por un largo pulso entre el primer ministro, el conservador Benjamin Netanyahu, y los elementos más derechistas de su Ejecutivo:
El domingo se conoció en Israel la disputa que el jefe del Gobierno mantuvo con su ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, en plena reunión del Gabinete. El ministro, que vive en un asentamiento en la Cisjordania ocupada, es el segundo corifeo de la derecha israelí en el Gobierno, tras su colega de Economía, Naftalí Bennet. El lunes escenificó Lieberman, con más ruido que nueces, su desacuerdo con la política de «contención» militar respecto a Gaza anunciada por Netanyahu el pasado jueves: su partido, Nuestra Casa Israel (Israel Beitenu), se separó del Likud de Netanyahu sin llegar a romper la coalición de Gobierno. Argumentó su decisión con las discrepancias sobre el trato a Hamás en Gaza, contra la que él pedía más mano dura. Horas después del divorcio, el Gabinete de seguridad israelí decidía pasar de la «contención» a los ataques actuales.
Las ofensivas sobre Gaza tienen siempre un fondo político o estratégico concreto, maś allá de la mera reacción al lanzamiento de cohetes palestinos, y ya sea relacionado con las negociaciones del proceso de paz, con la situación política israelí o con la situación interna de Hamás.
Al final, sin embargo, el patrón sobre el que se desarrollan las crisis es bastante invariable: Israel (respaldado por Estados Unidos) justifica sus ataques en su derecho a defenderse, inflige de paso un castigo colectivo a la población civil, algo que está claramente condenado por las convenciones internacionales, y obvia la tremenda desproporción existente entre los ataques que recibe y el modo en que reacciona.
Los ataques de Hamás y de las milicias palestinas contra blancos civiles en Israel son, desde luego, muy reales, y quienes lanzan los cohetes saben muy bien cómo responderá Israel y qué efecto tendrá esa respuesta sobre su propia gente. Pero, sin que ello suponga una justificación para atacar objetivos civiles, Israel ‘olvida’ el hecho de que esa agresión le llega desde un territorio sometido a un bloqueo total (no solo económico, sino también humano) y, en la práctica, a una ocupación.
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