«Se ha llegado a decir que los rebeldes son ángeles, pero los combatientes que tienen un pasado democrático, los que creen en el mosaico sirio y desean un Estado para todos, son solo una minoría. La mayoría de los rebeldes está muy lejos de tener pensamientos democráticos, tiene otras aspiraciones». Son palabras, recogidas por Reuters, del brasileño Paulo Pinheiro, jefe de un equipo independiente de expertos comisionados por la ONU que acaba de realizar un informe sobre la guerra en Siria
Pinheiro, que adelantó este martes en París algunas de las conclusiones del trabajo, destacó también que el conflicto se está radicalizando cada vez más y que las atrocidades van en aumento: «En lo que respecta a radicalización, violaciones de los derechos humanos y leyes de la guerra, el informe es terrible», dijo. El documento se presentará oficialmente el próximo 4 de junio, y está basado en entrevistas a víctimas y testigos realizadas fuera de Siria, ya que los expertos no han podido entrar en el país.
Pinheiro no quiso pronunciarse sobre la decisión de la Unión Europea de levantar el embargo de armas a ciertos grupos de rebeldes sirios, adoptada este mismo martes, pero sí dejó claro que «es muy difícil distinguir entre rebeldes buenos y malos». En medio, una vez más, de una gran división, la UE acabó permitiendo a sus Estados miembros que suministren armas a grupos de la oposición, al ser incapaz de ponerse de acuerdo para renovar el embargo existente hasta ahora. Todos los países se comprometieron, no obstante, a no hacerlo antes de agosto, con el fin de dar una oportunidad a las conversaciones de paz que se están intentando preparar, con muchos problemas, en Ginebra. La decisión, que nadie se plantea de momento, al menos a corto plazo, ha supuesto un nuevo encontronazo con Rusia.
Según informa Reuters, el Consejo de Seguridad de la ONU tiene previsto incluir al grupo radical islamista Frente Al Nusra, uno de los que combaten contra las fuerzas de de Bashar a Asad, en la lista negra de las facciones de Al Qaeda en Irak. Numerosos militantes radicales suníes provenientes de Arabia Saudí, Libia, Túnez, Líbano y Egipto, además del propio Irak, han radicalizado a los grupos rebeldes en los últimos meses, y la milicia libanesa chií Hizbulá está combatiendo al lado del régimen. Las tensiones entre suníes y chiíes en toda la región se han disparado. Irán (chií) respalda al Gobierno sirio; Catar y Arabia Saudí (suníes) ayudan (con armas y dinero) a los rebeldes.
La exfiscal general suiza y del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia Carla del Ponte, una de los cuatro comisionados del equipo de expertos que ha realizado el informe, asegura que «los dos bandos han cometido crímenes». Y añade: «Su crueldad es increíble, nunca había visto algo así, ni siquiera en Bosnia».
Este miércoles, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó una resolución en la que condena la presencia de combatientes extranjeros en la guerra civil siria, así como los recientes ataques perpetrados en torno a la ciudad de Qusair, asediada por las fuerzas leales al régimen de Asad. «Si la situación actual persiste, o se deteriora todavía más, el aumento de las masacres entre grupos será una certidumbre y no un riesgo», dijo la Alta Comisionada para este organismo, Navi Pillay.
Pillay ha insistido en varias ocasiones en la necesidad de que el Consejo de Seguridad ordene al Tribunal Penal Internacional que investigue los crímenes internacionales cometidos por ambas partes: «La comunidad internacional parece incapaz de asumir un fuerte compromiso para resolver la crisis. A veces parece que no podemos hacer más que llorar y contar los muertos», ha dicho.
Naciones Unidas calcula que desde marzo de 2011, cuando comenzó el levantamiento popular contra el régimen de Bashar al Asad, han muerto unas 70.000 personas a causa de los combates. Los grupos opositores elevan la cifra a 94.000.
Lo cierto es que esta última constatación de los expertos de la ONU solo puede sorprender a quienes aún sigan pretendiendo entender Oriente Medio en términos de blanco y negro, de aliados o enemigos, de «buenos y malos». La realidad es, obviamente, mucho más compleja, y llegado este punto no parece haber soluciones perfectas, en las que el remedio no acabe siendo peor, o tan malo al menos, como la enfermedad. Cada vez más analistas, de hecho, se están limitando a reflejar el «callejón sin salida» de Siria, y pocos son los que se atreven a mojarse.
Lo que sí empieza a estar claro es que, sin más ayuda exterior, los rebeldes sirios van a tener muy complicado acabar por sí solos con el régimen brutal de Bashar al Asad. Y, en el caso de que el Gobierno logre finalmente imponerse (según Asad, ya va camino de ello, gracias a la llegada de los primeros misiles comprados a Rusia y, en menor medida, a la ayuda de Hizbulá), en lo que venga después las represalias son bastante más probables que las reformas.
Pero a la vez, un apoyo militar decidido que facilite la victoria de la oposición conlleva el riesgo de que sean los radicales islamistas quienes dominen el futuro Estado, con el consiguiente peligro de radicalización, sectarización y desestabilización regional, si es que puede hablarse de estabilidad en una zona donde el mayor problema es, precisamente, el carácter ficticio e interesado con que en tantas ocasiones se ha aplicado hasta ahora ese concepto.
Rusia, Irán, China y otros países abogan por una «solución pacífica», pero sus propuestas, aparte de ser poco factibles (y menos creíbles), suponen, en la práctica, la continuidad del régimen de Asad, y eso es algo que a estas alturas resulta no solo dudosamente viable sino también moralmente intolerable.
Y, sin embargo, tal vez es en estos países donde esté la clave. Un cambio en su actual postura diplomática de apoyo al Gobierno sirio, aunque fuese con matices, aunque se edulcorase con retórica, aunque fuese condicionado, dejaría solo a Bashar al Asad y podría provocar eventualmente la caída del régimen, sin necesidad de meter más armas en un conflicto que ya es lo bastante sangriento. La solución duradera a una guerra rara vez es más guerra.
Este giro, que no tiene por qué ser un cheque en blanco, facilitaría también una transición más política, menos marcada por la victoria militar de unos grupos cuyas intenciones democráticas es casi imposible garantizar. Y, tras la celebración de unas elecciones limpias (y todo lo supervisadas que se quiera), obligaría a Occidente a respetar la decisión del pueblo, por más que ésta no fuese de su agrado (como en Egipto o en Túnez), o estuviese cargada de dificultades e incertidumbres.
Se ha hablado incluso del peligro de desintegración del Estado sirio, del país, que supondría la caída del régimen y el ascenso de un gobierno dominado por radicales suníes. Y la desintegración de un Estado es algo que Occidente suele considerar poco menos que una catástrofe. Pero en realidad tampoco puede decirse que Siria haya estado nunca muy integrada, teniendo en cuenta que se trata de un país nacido, como tantos otros en Oriente Medio, del tiralíneas y las cenizas del colonialismo europeo.
Se trata, en definitiva, de elegir entre dos males. Pero mientas que uno de ellos es real, está ocurriendo, el otro es, de momento, solo posible. Es un riesgo muy alto, pero habrá que asumirlo y tratar de minimizarlo. Como indica el dicho inglés, «ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él». No quedan muchas más opciones.
Hoy por hoy, todo esto es, desde luego, ciencia ficción. Pero al menos sería algo más que «llorar y contar los muertos».
Más información y fuentes:
» U.N. investigators say most Syria rebels not seeking democracy (Reuters)
» La mayoría de los combatientes opositores no busca la democracia en Siria (Europa Press / Reuters)
» La UE levanta con condiciones su embargo de armas a la oposición siria (Efe)
» Rusia: la UE muestra un “doble rasero” al levantar el embargo de armas (Efe)
» Catar y Arabia Saudí sufragan la revuelta siria
» La ONU condena el aumento de combatientes extranjeros en Siria y el asedio a Al Qusair (RTVE / Agencias)
Leer también: Las razones de Rusia
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