Ana Carbajosa, en El País
Ana Carbajosa, en El País (6/3/2011):
Las revueltas populares en el mundo árabe han dado paso a una nueva era democratizadora en la región. No hay vuelta atrás, coinciden estos días la gran mayoría de los expertos. Lo que no está tan claro es si en el futuro traslado de poder de dictadores eternos al pueblo, participarán también las mujeres, comienzan a preguntarse algunas feministas árabes. Otras confían, sin embargo, en que el impulso revolucionario propiciará cambios culturales capaces de poner fin al cuasi monopolio masculino del poder en muchos países árabes.
«Nos dicen que no es momento de hablar de los derechos de la mujer, pero es precisamente ahora cuando tenemos que trabajar más que nunca. Hombres y mujeres hemos luchado codo con codo para acabar con el régimen de Mubarak, pero ya hemos empezado a ver que cuando llega el momento de la toma de decisiones políticas son ellos los que deciden por nosotras», sostiene Nihad Abul Qomsan, abogada y presidenta del Centro Egipcio para los Derechos de la Mujer. […]
Cómo ha respondido hasta ahora Europa ante las revueltas en Oriente Medio y el Magreb, y cómo debería responder a partir de ahora. Un artículo publicado en The Economist el pasado día 24:
Cuando el pueblo salió a la calle en Túnez, Francia ofreció su ayuda a las fuerzas del orden del presidente Zine el-Abidine Ben Ali. Cuando tomó las plazas de El Cairo, Italia elogió a Hosni Mubarak como el más sabio de los hombres. Y cuando fue masacrado en Trípoli, la República Checa dijo que la caída de Muammar al Gadafi causaría una catástrofe, Malta defendió la soberanía de Libia e Italia predijo que las protestas desembocarían en un emirato islámico.
Por cada levantamiento árabe ha habido algún Estado europeo que se ha situado en el lado equivocado de la historia. No es de extrañar, por tanto, que la Unión Europea haya tardado tanto en exigir a estos regímenes que escuchen las demandas de democracia, y en condenar las represiones violentas.
Y en lo que respecta a actuar, la UE lo ha hecho incluso peor. No se decidió a congelar las cuentas de los dictadores tunecino y egipcio hasta que ya habían huido o renunciado. Y Gadafi, a pesar de haber usado la fuerza aérea para matar libios, no se enfrentó a sanciones inmediatas por parte de la Unión, que se limitó a interrumpir las negociaciones comerciales y a decir que estaba «preparada para tomar nuevas medidas». Hasta la Liga Árabe, el mayor club de autócratas del mundo, ha suspendido a Libia como país miembro. […]
The Economist
Alain Gresh, en Nouvelles d’Orient (24/2/2011):
Las informaciones provenientes de Libia son contradictorias, parciales y, en ocasiones, sin confirmar. En cualquier caso, no hay ninguna duda de la brutalidad del régimen, y de que el número de muertos es muy alto: centenares, según las organizaciones no gubernamentales, probablemente más si se tiene en cuenta la violencia utilizada por las milicias del régimen. Si bien el este del país, con las ciudades de Bengasi y Tubruk, ha caído en manos de los insurgentes, lo que ha permitido la entrada en Libia de periodistas extranjeros, la parte oeste, y especialmente Trípoli, continúa siendo inaccesible. Aparentemente, Gadafi ha recuperado el control de la capital, y parece conservar el apoyo de las tribus de la región. […]. Por otro lado, se está apoyando en mercenarios del África subsahariana, lo que podría contribuir a aumentar el racismo contra los negros que viven en el país.
El carácter errático y dictatorial del coronel Muammar al Gadafi quedó confirmado en su iluminado discurso del pasado día 22. El líder libio recordó las conquistas conseguidas durante su mandato, y, en particular, la retirada de las bases británicas y estadounidenses y la nacionalización del petróleo, unas conquistas que le valieron, al principio, una popularidad indiscutible y una condena occidental igual de masiva. Pero en su discurso se prodigó también en declaraciones amenazadoras e incoherentes, afirmando que no podía dimitir puesto que no ocupa ningún cargo oficial, que lucharía hasta la última gota de su sangre, que el país se dirigía hacia la guerra civil, etc.
La justificada indignación que ha producido contrasta con el silencio que prevalecía cuando el régimen, a principios de la pasada década, masacraba sin piedad a los islamistas al tiempo que ensayaba una reconciliación con Occidente. La detención y la tortura de los militantes islamistas en Libia (como en Egipto o en Túnez) no parecía indignar a los bien pensantes. […]
Alain Gresh, en Nouvelles d’Orient
Ramón Lobo, en Aguas internacionales (El País), 23/2/2011:
¿Es todo fruto de la hartura de los jóvenes árabes, de la pérdida simultánea y colectiva del miedo? ¿Es Mohamed Bouazizi la mecha que prende un incendio global televisado por Al Jazeera, una cadena con auctóritas en la calle musulmana? Fidel Castro es de los que ven una mano negra, es decir, estadounidense, detrás de las revueltas y sostiene que EE UU se dispone a invadir Libia para defender sus intereses petroleros. Los amantes de las teorías conspirativas han encontrado en estos acontecimientos un filón. Los hay que apuntan a un plan judío-norteamericano cuyo objetivo final es Irán. La realidad es casi siempre menos sofisticada. […]
Ramón Lobo, en Aguas internacionales (El País)
Luz Gómez García, en El País (17/9/2010):
En realidad, poco importa la vuelta de palestinos e israelíes a las negociaciones directas bajo el auspicio de Obama. Y no se trata de ser catastrofistas. Estas nuevas negociaciones no pueden acabar sino donde todas las anteriores. Y ello se debe a que, como afirmaba recientemente Saeb Erakat, negociador jefe palestino, las negociaciones directas carecen de base real, pues se acometen a partir de unas negociaciones de proximidad truncadas y fraudulentas.
La parte israelí ha incumplido los requisitos mínimos, especialmente la congelación sin componendas de los asentamientos y el fin de la colonización de Jerusalén Este. A los palestinos se les pide una buena sonrisa y que se sienten para la foto. Estamos ante una nueva negociación en falso de la marca Clinton, como ya sucedió en el Camp David del año 2000. Esto en lo que se refiere al aspecto técnico del proceso de paz. […]
Gideon Levy, en Haaretz (11/2/2011):
En el campo de refugiados de Jenin, esta semana, había un hombre que parecía ahorcado. Atado con una cuerda que le rodeaba el cuerpo, se estuvo balanceando adelante y atrás durante un buen rato, con un notable parecido con el muñeco del presidente egipcio que colgaron en la plaza Tahrir de El Cairo. En Jenin, sin embargo, el ahorcado era el sirviente malo de la reina malvada, y formaba parte de una representación de Alicia en el País de las Maravillas que, basada en la historia de Lewis Caroll, se estaba celebrando en el Teatro de la Libertad. El público rompió a aplaudir cuando apareció el ahorcado, interpretado por el actor aficionado Amjad Melhem.
Los directores de la obra son Juliano Mer-Jamis y Zoe Lafferty, y el guionista, un residente temporal en el campo, es el artista Udi Aloni, a quien el programa describe como estadounidense. El productor ha venido desde Gran Bretaña, el vestuario y los accesorios los han traído gente de Portugal, Alemania y Suecia, y el maravilloso elenco de actores está formado por habitantes del propio campamento de Jenin. Los residentes son, también, los encargados de dar publicidad al evento. […]
Florian Gathmann, Ulrike Putz y Severin Weiland, en Der Spiegel (11/2/2011):
Al final, el rechazo de los manifestantes democráticos a rendirse selló su destino. En las calles de Egipto, el pueblo insistía en que Mubarak se fuera. Occidente, sin embargo, se mantuvo al lado del líder hasta el final, a pesar de que el déspota había convertido a su país en un Estado policial y había saqueado su economía.
Eran exactamente las seis de la tarde en El Cairo cuando la decisión se hizo pública. En una breve declaración, el vicepresidente egipcio, Omar Suleiman, anunciaba que el presidente Hosni Mubarak abandonaba su cargo, debido a la «difícil situación» del país. El poder, añadió Suleiman, sería transferido inicialmente al Ejército.
La renuncia supone un triunfo para la oposición. Semanas de protestas cada vez mayores habían ido incrementando la presión sobre Mubarak. El presidente se dirigió a la nación en tres ocasiones, y en las tres dijo que no iba a dimitir. […]
Manifestantes juegan al ajedrez mientras pasan la noche en la plaza Tahrir de El Cairo, Egipto el 1 de febrero. Foto: Patrick Baz / AFP / Getty Images
Anthony Shadid, en The New York Times (6/2/2011):
Minutos antes de la medianoche del domingo, al tiempo que una inesperada lluvia lava las somnolientas calles de El Cairo, Ahmed Abdel-Moneim camina con unos amigos cruzando el puente que se ha convertido en el pasaje hacia la capital paralela de la Plaza Tahrir, un lugar que es ya, también, una idea. «Mi vista va mucho más lejos de lo que alcanzan mis ojos», dice.
La revolución egipcia es como una carrera de ultimatums –caos y revolución, libertad y sumisión–, pero el ruedo de la Plaza Tahrir es más tranquilo por las noches. La cacofonía de la rebelión da paso a un rato para la poesía, las representaciones y la política.
Ya sea en la cantina donde se preparan bocadillos de queso, entre los voluntarios que llevan té a los guardias de las barricadas, en las farmacias atiborradas de Betadine o entre los artistas que han traído su estética hasta el asfalto, otro Cairo, el suyo propio, comienza cuando la ciudad duerme. El cansancio es ya agotamiento, pero nadie quiere rendirse en un momento que se siente lleno del idealismo del desafío.
«Aquí todo el mundo está despierto», dice Abdel-Moneim, mientras pasa por un control del ejército donde un soldado acaba de orinar sobre su propio tanque. «Es posible que esté exhausto, pero sé que al llegar la mañana puedo respirar el aire de la libertad. Lo que he visto aquí no lo he visto nunca antes en toda mi vida». O, como reza un grafiti en un tanque, «la revolución se hace en Tahrir, no durmiendo en la cama».
En un día como otro cualquiera, la ciudad más grande del mundo árabe se tambaleó, y a sus 18 millones de habitantes se les unió otro millón en el campo. […]
Anthony Shadid, en The New York Times
Andrew Lee Butters, en Time (4/2/2011):
Al tiempo que los ojos de todo el mundo árabe están fascinados por el alzamiento democrático en Egipto, activistas de países como Jordania, Yemen o Siria han empezado a organizar protestas contra sus propios regímenes autoritarios. En Facebook, páginas como «The Syrian Revolution» han convocado un día de protestas para este viernes, con manifestaciones frente al Parlamento, en Damasco, la capital del país, así como en embajadas sirias en diversas partes del mundo. Pero, a diferencia de Egipto, e incluso de Yemen o de Jordania, es difícil que los manifestantes sirios consigan alcanzar la suficiente importancia como para llegar a amenazar al régimen del presidente Bashar al Asad. La razón es sencilla: A diferencia de Egipto, de Yemen y de Jordania, Siria no es un aliado de Estados Unidos.
Y no es porque el antiamericanismo sea uno de los motores de las actuales revueltas en el mundo árabe. La ira de los manifestantes egipcios se dirige al presidente Hosni Mubarak. EE UU e Israel apenas están siendo mencionados. Pero la amistad con Estados Unidos supone para Mubarak una serie de inconvenientes de los que el Gobierno sirio, sin embargo, no tiene que preocuparse. […]
Andrew Lee Butters, en Time
Dos recomendables artículos sobre el vergonzoso comportamiento de Occidente, durante décadas, con los mismos dictadores árabes que están siendo ahora sacudidos por los ciudadanos: Maruja Torres en El País e Isaac Rosa, en Público. Un extracto de este último:
[…] Los Ben Ali, Mubarak y compañía que hoy se tambalean han sido durante años nuestros hijos de puta en la zona, siguiendo la vieja máxima de la realpolitik (ya saben: «es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta»). Sabíamos que se enriquecían a costa de la miseria de sus pueblos, que encarcelaban y torturaban, pero eso eran minucias a cambio de la tranquilidad de tener controlados a esos árabes revoltosos, que ya sabemos lo que pasa cuando les dejan votar, acaban eligiendo a gobernantes que no nos dan gas barato, ni nos dejan poner cárceles secretas en su territorio, ni doblan el espinazo con tanta facilidad, y que además apoyan a los palestinos y llevan la contraria a Israel. […]
Maruja Torres, en El País; Isaac Rosa, en Público