Horas después de que, en la madrugada del martes, el ejército israelí invadiese Líbano, Irán lanzó el mismo martes por la noche cerca de 200 misiles balísticos contra Israel, en el mayor ataque hasta ahora de Teherán contra territorio israelí. Los ataques, que según Irán iban dirigidos contra bases militares, obligaron a millones de personas a buscar refugio. Muchos misiles fueron interceptados por las defensas aéreas de Israel con el apoyo de sus aliados, entre ellos Estados Unidos y el Reino Unido.
El ataque iraní se produjo tras varios días de intensos bombardeos israelíes contra Líbano, según Israel, contra objetivos de la milicia armada proiraní Hizbulá, que ha estado lanzando cohetes contra el norte del territorio israelí, en respuesta, a su vez, a las masacres perpetradas por Israel en Gaza. Los bombardeos israelíes en Líbano han causado más de un millar de muertos y devastado los suburbios del sur de Beirut, la capital, así como varias localidades del sur del país. Al menos un millón de personas en Líbano, una quinta parte de la población, están desplazadas.
En cuanto a la invasión de Líbano, el ejército israelí llevó a cabo una incursión terrestre «limitada, localizada y específica» (según las fuerzas armadas de Israel) en la frontera del sur del país árabe, apoyada por la fuerza aérea y con artillería.
Antes, el 17 de septiembre, miles de buscas y radios walkie-talkie pertenecientes a miembros de Hizbulá explotaron en todo Líbano, matando a decenas de personas e hiriendo a cientos, entre ellas, numerosos civiles. Tanto las autoridades libanesas como Hizbulá culparon a Israel de este ataque terrorista.
El pasado viernes Israel asesinó al líder de Hizbulá, Hassan Nasrallah, en un ataque aéreo contra el cuartel general de la milicia en Beirut, que causó decenas de muertos, incuyendo buena parte de la cúpula del grupo proiraní.
Y el domingo, el ejército israelí extendió sus bombardeos a Yemen, con «una operación aérea a gran escala» contra los hutíes, el grupo rebelde aliado de Irán y de Hamás que controla la capital y el noroeste del país. Al menos cuatro personas murieron y 29 resultaron heridas.
Esta «escalada regional» se produce en el contexto de los mantenidos e indiscriminados ataques de Israel contra Gaza, donde, en casi un año, el ejército israelí, que ha invadido la Franja, ha matado ya a alrededor de 40.000 palestinos, más de 16.000 de ellos, niños y adolescentes. Israel comenzó su campaña contra Gaza tras un ataque de militantes de Hamás perpetrado el 7 de octubre de 2023, en el que miembros del grupo palestino mataron a unos 1.200 israelíes y tomaron a cerca de 250 rehenes, un centenar de los cuales no han sido liberados aún.
Israel se enfrenta a acusaciones de genocidio ante la Corte Internacional, pero conserva el apoyo incondicional (y armamentístico) de Estados Unidos y otros países occidentales. La Asamblea General de la ONU ha pedido un alto el fuego inmediato en Gaza, pero el Consejo de Seguridad, donde Washington ejerce su derecho de veto, no ha aprobado ninguna resolución ni sanción contra Israel, ni por los ataques contra Gaza, ni, ahora, por la invasión de un país soberano (Líbano).
La coordinadora humanitaria de la ONU para la Franja de Gaza, Sigrid Kaag, informó en julio de que 1,9 millones de personas del enclave (el 80% de la población) se encontraban desplazadas como consecuencia de los ataques israelíes. «Los civiles palestinos de Gaza se han visto sumidos en un abismo de sufrimiento. Sus hogares destrozados, sus vidas trastornadas. La guerra no solo ha creado la más profunda de las crisis humanitarias. Ha desatado una vorágine de miseria humana», dijo Kaag ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
Archivado en: Actualidad
Más sobre: Gaza, Hamás, Hasan Nasrallah, Hizbulá, Irán, Israel, Líbano, Palestina, Yemen